“No he escrito de las cosas que más me han dolido, me las guardo para mí”
Saizarbitoria presenta la traducción al castellano de ‘Ehun metro’ (1976), novela sobre “el absurdo de la muerte”
Donostia - Tiene fama de ser una de las novelas peor leídas de la historia de las letras vascas, o esa es, al menos, la opinión que Jon Juaristi expresó en su ensayo Literatura vasca (1987). Algunos quisieron ver en Ehun metro “un elogio de la actividad armada” de ETA, cuando lo cierto es que sus páginas contienen un sentido “mucho más trágico”, según subrayó ayer Jon Kortazar, prologuista de la nueva edición en castellano de 100 metros que Erein ha editado dentro de su Biblioteca Ramon Saizarbitoria.
El autor donostiarra posó esta semana para los fotógrafos en la Plaza de la Constitución de San Sebastián, principal escenario del libro. El título alude a los metros que separan al protagonista de morir acribillado por la Policía que lo persigue por la Parte Vieja. La novela fue escrita en 1972, en plena dictadura franquista, pero no se publicó hasta 1976 porque fue secuestrada por las autoridades y Saizarbitoria fue denunciado ante el Tribunal de Orden Público. El escritor no llegó a ir a juicio porque logró la absolución en la Amnistía General de 1977, pero la obra sirvió para “abrir nuevos caminos” en la narrativa vasca. Según apuntó ayer Kortazar, en 1979 se publicó una versión en castellano que hoy es “inencontrable”, por lo que consideró su reedición como “una oportunidad excelente” para acercarse a un título “central” de nuestra literatura.
La lucha armada Salvo alguna pequeña modificación relativa al ritmo y a la cadencia, Saizarbitoria apenas ha introducido cambios en una traducción “totalmente fiel” al original. Cuando volvió a enfrentarse al texto, le sorprendió su ”frescura y eficiencia”, cualidades que atribuye al espíritu del nouveau roman, movimiento por el que estuvo “abducido”. “Con pocas palabras y pocas escenas dice lo que yo quería decir, y el mensaje está claro: la novela habla del absurdo de la muerte, de lo baldío de la pérdida de sangre y de la reacción tibia de la gente, sin asomo de esperanza de que esa gente se subleve contra el régimen”, señaló ayer.
El autor confesó haber sentido cierto “miedo” a la hora de reeditar la novela por la lectura que de ella podría hacerse cuatro décadas después. “A la gente le puede sorprender cómo veíamos a los militantes de ETA entonces”, sostuvo Saizarbitoria, para quien Ehun metro “puede tener interés” como forma de acercarse a un tiempo en que “nos parecía mentira que pudieran suceder ciertas cosas” que ocurrieron después. “Nos resultaba inimaginable que un chico de ETA pudiera matar a una mujer delante de su hijo en la plaza de su pueblo”, señaló en alusión a Yoyes, que en la víspera de su asesinato quedó “impactada” tras ver la adaptación cinematográfica de Ehun metro (1986), dirigida por Alfonso Ungría.
“La novela nos puede ayudar a replantearnos si la violencia política es justificable en cualquier época. Ese es el debate, si estuvo bien -no ética, sino políticamente- practicar la lucha armada incluso bajo la dictadura o si no lo estuvo”, señaló el escritor. “En mi caso, hice una crítica técnica a la lucha armada y no un posicionamiento moral o ético, que es lo que se nos exigiría más adelante”, reconoció. Aunque calificó de “importante” la aportación de la literatura a la memoria en un momento en que muchos “no quieren recordar o quieren recordar solo algunas cosas”, el donostiarra defendió que la Historia deben hacerla los historiadores: “Nosotros (los escritores) podemos aportar las emociones, las luces y las sombras para entender mejor o sentir esa historia”.
También se refirió al escaso eco que en su día tuvo la novela. “Ahora se dice que renovó la literatura vasca, pero cuando salió me hizo una reseñita Xabier Gereñu, cuatro viejos gruñeron y la leyeron solo en mi entorno”, bromeó Saizarbitoria. No obstante, él la escribió “con el deseo y el temor” de que en alguna instancia “se entendiera como una crítica a la lucha armada”. “Me parecía que podía ser mal recibida en ETA y su entorno, que podía ver que lejos de animar, desanimaba o desacreditaba esa lucha”, rememoró el escritor. Pese a aquellos temores, presentó la novela al Premio Mugalde, organizado por el entorno de los polimilis, y obtuvo el segundo galardón: “No se sabe si el primero quedó desierto para no dar el dinero o, como dijo Koldo Izagirre en un prólogo a Ehun metro, porque el frente cultural era muy exigente”.
“Uno siempre espera mucho del impulso de su novela por muy pocos lectores que tenga”, añadió, y recordó que cuando acometió la escritura de Martutene (Erein, 2013), también pensó que la historia podía encarnar “ese lugar común para entender gran parte de las sensibilidades del país”. “Hoy, sin temor a que haya ningún atentado, parece casi incoherente lo que ocurrió hace diez, veinte, treinta o cuarenta años. Ahora hay despreocupación, alegría, gente que puede ir y venir tranquilamente por la calle, y en ese diagnóstico de decir qué absurdo fue tendríamos que estar de acuerdo, no sé, el 90% de la población, y sin embargo, no lo estamos”, lamentó.
Incorrección En cualquier caso, consideró que en la actualidad responsabilizamos “de demasiadas cosas a la literatura” cuando las novelas simplemente deberían estar “bien escritas -si son divertidas, mejor- y crear mundos propios”. “Pero últimamente se nos dice continuamente sobre qué temas debemos escribir y a mí me dan ganas de reclamar lo contrario. Hay demasiada literatura que se agarra a los temas de moda para servirse de ellos: los bebés robados, las víctimas, la burbuja inmobiliaria... Ahora se supone que yo debería escribir de gais y lesbianas porque el viejo heterosexual y neurótico vende poco”, ironizó.
“Algunos escribimos de lo que pasa por nosotros y, sobre todo, de lo que se nos abre con el paso del tiempo. Yo no he escrito de las cosas que más me han dolido, me las guardo para mí mismo porque les tengo respeto”, recalcó. Recientemente ha terminado un “libelo contra los frailes” y tiene “alguna cosa suelta” que podría convertirse en novela, el formato que le permite expresarse mejor. Probablemente, seguirá abordando “temas eternos” como la guerra y la mujer, pero siempre tratando de mantener su integridad: “Deberíamos ser escritores más políticamente incorrectos, tenerles menos miedo. Nos han metido mucho miedo con lo que debemos decir de las víctimas, de la violencia, de esto y de aquello. Tenemos que dar a matar a todo el mundo”, concluyó metafóricamente.