pamplona - A las puertas de cumplir 30 años, Isabel Villanueva afronta una semana en la que traerá a su tierra, Navarra, su magistral y cercana forma de tocar la viola, rebosantes de emociones y sensaciones.

Antes de encarar los cuatro conciertos que le esperan en apenas seis días, le acompañamos en un breve recorrido por su trayectoria y por la esencia de su instrumento. Rompedora de barreras en su afán por acercar y difundir la música clásica en su esencia, también aprovechamos la ocasión para desgranar su primer disco, Bohèmes, editado en octubre de 2017.

Isabel Villanueva se ha convertido en una de las músicas navarras más relevantes de la escena estatal e internacional. Atesora a sus espaldas miles de horas tocando la viola, un instrumento que, sin duda, tiene e imprime un carácter especial...

-Es algo que nunca piensas, que casi aparece por casualidad, pero elegir un instrumento como la viola ha marcado el rumbo de mi vida. De hecho, inicialmente yo quise empezar, con nueve años, los estudios de guitarra, pero no había plazas, así que hice una ronda de instrumentos para ver otras posibilidades, con la intención de que el elegido solo durara un año en mi vida. Cuando llegó el turno de la viola, el profesor nos contó parte de su historia, algunas anécdotas y se puso a tocar. Eligió alguna de las cuerdas graves, algo que caracteriza mucho a la viola, y en ese momento quedé desubicada, me impactó hasta tal punto que dije: “Ya sé que instrumento quiero tocar”. Y hasta hoy.

Una viola no es un violín ni un chelo, evidentemente, de hecho Isabel lo ha definido como “un mediador entre los instrumentos de cuerda”. Pero, ¿qué es lo que le atrapó hasta el punto de que, años después, el idilio no solo se ha mantenido sino que, por decirlo de alguna forma, ha aumentado en pasión e intensidad?

-Cuando yo empecé a estudiar la viola, paralelamente me puse a investigar sobre el instrumento... Pero claro, esto era hace 20 años y en aquella época, la viola, en España, era un instrumento que apenas se escuchaba en la salas de conciertos, así que solo tenía los discos para ir descubriendo qué intérpretes me gustaban más, hacerme una idea del repertorio, del sonido... Y me di cuenta de que faltaba muchísimo por hacer en este instrumento. Inconscientemente, mi espíritu de intentar hacer las cosas lo mejor posible me guió y me dijo que tenía que dedicarme a desarrollar la viola, porque, además, vi que tenía unas capacidades casi ilimitadas de expresión, por lo que, de alguna forma, sentí que mi alma estaba ligada a la viola.

Ese carácter único de la viola, con un abanico tan amplio de sonidos, sin embargo, parece no estar especialmente reconocido, ya que, en cierto modo, está como relegada, en lo que a instrumento solista se refiere.

-La viola fue el origen de todos lo instrumentos de cuerda frotada, es decir, antes de que el violín o el violonchelo existieran, todo eran violas de diferentes tamaños (hablamos del Renacimiento), y se tocaba en salones, por lo que era más cercano. Posteriormente, la construcción del instrumento se fue especificando para que tuviera más proyección y se desarrollaron sus extremos: el agudo y los graves. La viola soprano pasó a llamarse violín y la viola tenor, fue el chelo. Por lo tanto, la viola no es un violín grande, ¡el violín es una viola pequeña! Además, la viola es el instrumento más cercano a lo que sería la voz de las personas.

Saltando del instrumento a la particular forma de concebir, en todos sus aspectos, la música clásica, Isabel Villanueva se ha destacado, también, por romper esa barrera elitista que separa al intérprete del público.

-Esa barrera es un mito del siglo XIX que ha llegado hasta hoy, y debiera destruirse completamente. Los músicos del siglo XXI nos hemos dado cuenta de que esto tiene que cambiar porque no podemos estar viviendo en otra época, ya que la sociedad ha vivido cambios enormes: antes no había tecnología, por ejemplo, ni contacto con el público. Otros estilos de música tienen estas facetas mucho más desarrolladas, y creo que debemos aprender de ellos. A mí me parece fantástico que los músicos puedan hablar durante el concierto, porque uno de los problemas que veo es que la música que estamos tocando nosotros, en general, está compuesta hace mucho tiempo, no es como la música pop. Nuestra música es muy elaborada y tiene ya una historia, por lo que sería muy interesante para el público que los músicos pusiéramos en contexto lo que vamos a tocar.

En ese afán por popularizar y llevar a los confines del mundo su instrumento, Isabel Villanueva ha sido la primera persona, por ejemplo, en tocar la viola nada más y nada menos que en Irán.

-Fue en el año 2013 y ha sido una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida como música y como persona, ya que fui a un país en el que yo tenía el prejuicio de que me iba a encontrar una situación negativa, por todas las noticias que nos llegan. Cuando llegué allí, me encontré una gran respuesta por parte del público y un hambre tremendo por aprender cosas nuevas. Fue algo que nunca había visto en Europa.

A pesar de su juventud, nació en 1988, ya le han llamado reina del arco” o “la voz de la viola”. ¿Cómo se maneja el mal de altura tras recibir tamaño elogios?

-Con la misma naturalidad con la que cualquier otra persona podría recibirlos, ya que, al fin y al cabo, esto son matices que reconocen una trayectoria de 20 años; eso sí, me dan fuerza para continuar y valorar lo que estoy haciendo. Pero mi vida sigue siendo igual.

En otro orden de cosas, además de los conciertos que ofrecerá esta semana, no podemos olvidar que Isabel Villanueva editó en octubre del pasado año su primer álbum propio (acompañada al piano por François Dumont), Bohèmes, un disco que retrotrae al París de finales del siglo XIX, a un maremágnum de artes convulsionando...

-La palabra Bohéme es ya referente de todo un estilo de vida, incluso sociocultural; de una época que me parece muy interesante y con la que personalmente me identifico. Y quería que mi primer trabajo se titulara así. Bohéme es una forma de vida, de ser, de estar... que surgió en París a finales del XIX, ciudad que se había convertido en la capital del mundo a nivel artístico, en todas las disciplinas. Me parece una época muy importante, que ha marcado un antes y un después en la cultura moderna; con el paso del tiempo nos daremos cuenta de lo que significado para la historia en general. El punto de partida del disco, la idea inicial, nació de la obra de Granados, que es la única del álbum que no es original para viola y piano, ya que es una adaptación de una sonata que yo misma realicé hace diez años; quise grabarla para que formara parte del repertorio de viola como mi pequeña aportación.

Además de Granados, el compacto incluye joyas como la única obra de Listz para viola y piano...

La verdad es que todo en este disco ha sido pensado y trabajado para que el resultado final fuera lo más completo posible. Así, el álbum incluye siete pistas, seis de las cuales corresponden a piezas de seis autores extranjeros, de nacionalidades diferentes, que vivieron en París en esa época. Y todos ellos escribieron obras originales para viola y piano, también en esa época. De todos los que encontré, hice una selección final de seis, algunos de los cuales los he descubierto, precisamente, realizando la búsqueda para este disco. La obra de Listz (Romance Oubliée), por ejemplo, apenas se toca y es preciosa, casi es una canción porque su origen es vocal, que, como he dicho es una de las cualidades más destacables de la viola. Otra de las piezas que para mí fue un descubrimiento 100%, de hecho la encontré en una biblioteca en Suiza, fue Soliloque et Forlane, del compositor venezolano Reynaldo Hahn. En este grupo de los seis también he incluido obras que son un referente en el repertorio para viola y piano, como Sonata No. 1 for Viola and Piano: Allegro non Troppo, del compositor checo Bohuslav Martinu. Pero me gustaría resaltar, que, a la par de elegir las obras, he intentado darle al disco una atmósfera propia, un sonido que transportara al oyente a esa época de la bohème, porque no solo es importante qué se toca sino también cómo se toca, y para eso es muy importante crear esa atmósfera, en la que el piano juega un papel importante porque, además de ser el punto de apoyo armónico, rítmicamente también otorga una sutileza y fluidez muy elegantes.

Esta selección y esa atmósfera no hacen sino confirmar que estamos ante una música con una marcada identidad propia, que quizá es lo más difícil de conseguir para un artista, pero, ¿cómo la definiría?

-Aquí hay dos cuestiones, la identidad del instrumento y la del intérprete; y es importante que cada una tenga su posición, aunque conformen una unidad, ya que sin mi viola no soy nada y ella sin el intérprete, tampoco. Sin embargo, es cierto que la diferencia la marca el intérprete. La viola es diferente según el recital. Por ejemplo, si tocas en una orquesta, hace de mediador, marca el equilibrio, es como si estuviera comentando lo que hacen el resto de instrumentos porque su tesitura está en el medio. En la música de cámara, sin embargo, tiene un papel más elaborado, pero también ejerce de mediadora entre el chelo y el violín. Por lo tanto, en ambas facetas es imprescindible que esté ahí, porque si no, es como si en un edificio faltaran los cimientos. Luego ya, cuando se presenta en recitales o como solista, su papel es completamente distinto, y es el que estoy persiguiendo desde que empecé. En estas ocasiones se trata de una conversación entre dos instrumentos, y ahí es donde realmente se percibe la personalidad del instrumento. Para mí, el sonido de viola es más filosófico o profundo que el del violín o violonchelo; pero no me gusta comparar los instrumentos, porque, como digo, cada uno tiene su propia identidad. En este sentido, los compositores, en el siglo XX, gracias precisamente a los solistas de viola, se dieron cuenta de la personalidad el instrumento, algo que antes se percibía pero quizá menos, ya que no se le consideraba un instrumento solista. Eso cambió cuando grandes violistas encargaron obras específicas para viola, y por eso es importante que hoy en día se siga incrementando el repertorio y recuperando obras que casi no se tocaban o que están por redescubrir. Aún tiene que pasar tiempo, pero el objetivo es que se hable de una viola como de una flauta.

¿Cómo es la relación con su viola, fabricada por Enrico Catenar en Turín, en el año 1670? ¿Le habla, le escucha, reacciona a sus sentimientos...?

-Es un instrumento que tiene bastantes años, nació antes que Bach, y necesita mucha atención, casi como cualquier ser humano (risas). Además, paso con él más tiempo que con cualquier otra persona y estoy continuamente viajando, por lo que, por ejemplo, hay vigilar la humedad, el frío o el calor, y tratarla en consecuencia. Como curiosidad, cuando viajo en avión, es el único momento en el que le traiciono y digo que es un violín, porque si dijera que es una viola igual no me dejaban subir con ella...

Con la Sinfónica de Navarra. Los días 22 y 23 de febrero, jueves y viernes, Isabel Villanueva tocará con la OSN en el Auditorio Baluarte. El 24, sábado, repetirán en el Gaztambide de Tudela. Dirigidos por Jacek Kaspszyk, el programa lo conforman las siguientes piezas: Melodías polacas para orquesta, opus 47/2, de Mieczyslaw Weinberg; Concierto para viola y orquesta, de William Walton; y Cuarteto con piano en Sol menor, opus 25 (Orq. de Arnold Schönberg), de Johannes Brahms. La obra principal es, sin duda, la que William Walton compuso en 1928 para Paul Hindemith, un concierto que explora todos los registros de la viola. Los precios de las entradas para los conciertos en Baluarte (20.00 horas) son de 30, 24 y 15 euros (Baluarte Joven: 9, 7 y 5 euros). En Tudela (20.30 horas) costarán 24 y 14 euros.

Recital para viola y piano. Tras estos conciertos, el día 27 de febrero, martes, Isabel Villanueva regresará a Baluarte para, en la Sala de Cámara, ofrecer el siguiente repertorio junto al pianista François Dumont: Tres Romances Op.22, de Clara Schumann; Tres Romances Op.46, de Robert Schumann; Sonata en Mi bemol mayor para viola y piano No.2 Op.120, de Johannes Brahms; y Sonata para viola y piano, de Rebecca Clarke. Las entradas cuestan 12 euros (4 con Carnet joven).

Isabel Villanueva. Nacida en Pamplona en 1988, Isabel se formó con I. Sulyga, Y. Bashmet, L. Power y N. Imai en la Academia Musicale Chigiana de Siena, Royal College of Music de Londres y la Haute école de musique de Ginebra. Ha ganado premios como el Mravinsky Competition en San Petersburgo, Beethoven Viola Competition en la República Checa o Yuri

Bashmet Viola Competition en Moscú.