La tarde del 11 de abril de 1815 el volcán Tambora arrojó millones de toneladas de parti?culas de polvo tan finas, que tardarían an?os en caer. Empujadas por los vientos del este dieron varias veces la vuelta al globo provocando el enfriamiento de la tierra.
Villa Diodati es una inmensa casa a orillas del lago Lemán con corrientes de aire no aptas para ese año sin verano. Mary acaba de enterrar a su hija recién nacida ignorante de que los años siguientes dará sepultura a dos hijos más. Recorre con sus dedos la nueva cuna hecha por un artesano local. Pese a que es junio, el viento, la intensa lluvia, pero sobre todo, la oscuridad, hace que recuerde unos ojos del pasado y comience a escribir una novela de frío, viajes, y de una criatura creada a partir de muertos.
Un ser parecido al que siendo una niña resbaló del carro que trasladaba los cadáveres robados para ser vendidos a la ciencia, y que la miró con ojos huecos, muy negros, como de pipas de sandía, unos ojos terribles que solo descubrirá en los muertos o en los locos.
Y es que ella sabe de ojos y de muertos. Aprendió a leer sobre la tumba de su madre fallecida al darle a luz. Su padre fue el primero en comprar una cuna y cavar una tumba.
Mary no olvida aquellos ojos de pozo de su infancia. Son exactos a los de su marido que ya se deshace entre las llamas de la playa. El corazón de Percy. B. Shelley queda intacto, lo envuelve en uno de sus poemas y lo guarda en un pañuelo de seda junto a los cabellos de sus hijos.
A su lado hay un niño, el único que se meció en una cuna. Ambos permanecen quietos, con los brazos colgantes, uno muy cerca del otro en medio de una gran tormenta. Se cogen de la mano ante el sonido de los truenos retumbando en un día negro parecido al del volcán que años atrás convirtió el cielo de verano en ojos de muerto.
Mary coge una cuna y la arroja a la hoguera. Da la espalda y se aleja sin apartar la mirada de los ojos azules de su hijo.
Mary acaba de enterrar a su hija recién nacida ignorante de que los años siguientes dará sepultura a dos hijos más
Ella sabe de ojos y de muertos. Aprendió a leer sobre la tumba de su madre fallecida al darle a luz