picasso. Le Tricorne es una exposición que refleja el trabajo de Pablo Picasso vinculado a las artes escénicas; unas creaciones que no solo fueron meros encargos sino que influyeron notablemente en su pintura. La muestra que presenta el MUN, vinculada lógicamente a la representación de El sombrero de tres picos que hoy pondrá en escena el Ballet Nacional, reúne 33 piezas (32 fototipias y un grabado al aguafuerte) pertenecientes a la Fundación Bancaja. Obras que reproducen los diseños originales de los figurines, decorados y telón que el artista malagueño realizó para el ballet Le Tricorne. Esta obra fue producida por Serguéi Diágilev para los Ballets Rusos, con coreografía de Léonide Massine y música de Manuel de Falla, y se estrenó en el Teatro Alhambra de Londres en 1919. La exposición, que se podrá visitar hasta el próximo 1 de julio, cuenta además con conjunto de materiales pertenecientes al programa oficial de los Ballets Rusos de la temporada 1919-1920.
La muestra fue presentada ayer a los medios de comunicación por Jaime García del Barrio, director del MUN, junto Rafael Llano, comisario de la misma y director artístico del área de Programas Públicos, Investigación y Docencia del centro, quien contextualizó artística y temporalmente las creaciones del artista malagueño.
Llano explicó que Picasso no solo se hizo cargo del vestuario, decorados y telón, sino también del maquillaje, del que lógicamente no queda constancia documental. Con todo ello buscaba “anticiparse a lo que iba a ocurrir en escena. En los figurines hay una jerarquía y así se puede ver en los diseños del molinero, la molinera, el corregidor, la corregidora y el secretario. Son cinco trajes especiales. Hay una estructuración de los colores en función del rol que va a adoptar cada personaje”.
Juego tridimensional Según se destaca en la información accesible al público que complementa la obra, “como escenógrafo, las líneas, los colores, las figuras, los volúmenes, las texturas, las sombras y las luces que Picasso creaba y componía sobre el papel o el lienzo, habían de aparecer y moverse también en un espacio de representación imaginario, y, sin embargo, tan poderoso o más como el real: el espacio pictórico. Además, el espacio escénico era también un lugar real, tridimensional, tan limitado como un lienzo, que permitiría a los actores y bailarines aparecer y desaparecer, danzar y saltar”. Por otra parte, se destaca que “tanto el ballet como los figurines realizados por Picasso recogen la riqueza de la cultura popular española, reflejada en sus trajes, vestuario influenciado por la tradición goyesca, principalmente en los cartones para tapices. Mientras que el diseño de los decorados recogían formas cubistas, los del telón del escenario y el vestuario, reflejan el giro hacía lo clásico, sobre todo en los volúmenes de las figuras, que el artista estaba experimentando en esas fechas. Todo ello venía a complementar la compleja coreografía de Massine, basada en movimientos geométricos de los bailarines sobre el escenario”.
Las piezas. Las fototipias o colotipos son reproducciones fotográficas monócromas, que han de ser luego coloreadas a mano, como hizo en este caso Picasso con cada una de las que editara Rosemberg.
Picasso. Según se recoge en la correspondiente hoja de sala de la muestra, “la responsabilidad de Picasso como escenógrafo no se limitaba al diseño de los decorados y vestuario del ballet. Le otorgaba también derecho -así lo entendía él- a participar en decisiones artísticas claves para el conjunto de la producción. Picasso se sentía coautor de la obra total, en pie de igualdad con el compositor y el coreógrafo”. Así, se atrevió incluso a proponer una obertura musical para su telón pintado, otro elemento que introdujo en la producción ya que el malagueño buscaba que el arte pictórico ejerciera de introducción, moldeado por la música, al ballet propiamente dicho.