concierto de la orquesta sinfónica de navarra

Intérpretes: Orquesta Sinfónica de Navarra. Orfeón Pamplonés (director Igor Ijurra). Raquel Lojendio y María Hinojosa Montenegro, sopranos. Pablo García López, tenor. Tomeu Bibiloni, barítono. Director: Manuel Hernández Silva.. Programa: Primera sinfonía de Beethoven. Misa en do menor de W.A .Mozart. Programación: ciclo de la orquesta. Lugar: sala principal del Baluarte. Fecha: 4 de octubre de 2018. Público: tres cuartos de entrada (30, 24, 15 euros, con rebajas para jóvenes).

Ya desde la entrada de la orquesta en la primera sinfonía de Beethoven, se veía que el concierto inaugural de la temporada iba por derroteros de sonoridad grande, con un Beethoven concebido por H. Silva como el de las grandes sinfonías, con destellos de frescura mozartiana, sí, pero con una sonoridad y tempo de apertura romántica. La orquesta se presenta excelente en la sonoridad de la cuerda, muy disciplinada en el contraste -por ejemplo, cuando el director baja los brazos para pedir el piano súbito-; las maderas, excelentes -preciosos concertantes con la voz en el Et Incarnatus-; los metales, algo más indisciplinados al ir al piano, pero sin aturdir en los tuttis corales; y los timbales, con el predominio de las baquetas secas, sin pelusa, para aportar clasicismo. Como resumen: el final: dilatada expectación -adagio-, saltarín vivace, y rotundo.

La Misa de Mozart también se escoró más hacia una visión romántica, que hacia el clasicismo, aunque también hubo cuidado en resaltar las líneas puras. La orquesta estuvo, en todo momento, comedida y de sonoridad redonda y hermosa. El coro bordó el matiz piano, pero los fuertes, sobre todo al principio, fueron algo destemplados y abiertos. Los solistas estuvieron a la altura, con una soprano primera que hizo volar al Spiritu Sancto en el Et incarnatus. Kyrie: preciosa introducción de la orquesta. La entrada del coro, no tan brillante, debería haber tomado el colorido de la cuerda; el sonido de sopranos queda un poco atrás. El matiz piano muy bello, así como la voz en off con la solista; el segundo kyrie, mejor. El Christe de R. Lojendio tiene presencia y autoridad, aunque queda algo falto de dulzura. -Gloria: El coro se resarce con una entrada poderosa. Los piano súbito, deliciosos toda la tarde. En el Laudamus, M. Hinojosa tira hacia lo operístico: no queda mal, son arias comprometidas, de tesituras extremas y de lucimiento, pero, creo que hay que rezar un poco más. El Gratias del coro, algo abierto. El dúo femenino del Domine es correcto, pero sin ese plus de convivencia de las voces. El terceto del Quoniam tiene una escritura poco agradecida para el tenor (Pablo García): se avienen bien, pero con esa sensación de querer buscarse cada uno un hueco para que se le oiga. Coro de plenitud en el Jesu Chiste; y la fuga, correcta: Hernández Silva cuida varios planos sonoros y trata de aclarar -en matiz más piano- los estrechos. Credo: entrada del Orfeón potente, pero a mí, el colorido me gusta algo más redondo. Todo lo que sigue, se dice bien, ayudados por la orquesta, siempre como un magnífico bajo continuo, apoyando y sin aturdir. Hasta llegar a lo que fue la cumbre de la velada, el Et incarnatus: Lojendio se luce con filados en el agudo, toma un tempo calmo y reverencial, acaricia las palabras más trascendentales de la liturgia cristiana -no hay misa que no resalte este fragmento-, y consigue que el Espíritu baje y suba deliciosamente. Y con ella, las maderas, concertantes y compartiendo la profundidad del momento. Sanctus-Benedictus: grande y de alabanza en el coro. Bien. El cuarteto -primera y última intervención del bajo T. Bibiloni- está equilibrado y resuelve bien el Benedictus. Bien avenidos, dan empaque a su parte. Aplausos cerrados para todos. Y un comentario de vecino de butaca: ¿no sería más apropiado -y desde luego más litúrgico- hacer cada parte sin cortar el texto -coro arriba, coro abajo-, como se hacen ahora las pasiones de Bach, o sea attaca, en cada una de las partes de las cuatro, que componen la misa?