barcelona - La escritora granadina Cristina Morales ganó ayer el 36º Premio Herralde de novela con su obra Lectura fácil, en la que reivindica el papel protagónico en la literatura de “los llamados administrativamente discapacitados intelectuales” o con diversidad funcional. El jurado del premio escogió la novela ganadora entre las siete novelas finalistas de las 445 presentadas al galardón, dotado con 18.000 euros y convocado por editorial Anagrama.

Lectura fácil narra la historia de cuatro mujeres con vínculos familiares y con diversos grados de discapacidad intelectual que comparten un piso tutelado en una Barcelona mestiza y opresiva con paro, desahucios, mentiras, okupas, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y los ateneos libertarios como telón de fondo.

Por su parte, la autora confesó que Lectura fácil es “una novela sobre la Barcelona que me ha tocado vivir desde que me vine hace seis años”. Y para Morales, es reconfortante pensar que “la visión que una tiene sobre las cosas puede ser trasladable a la sensibilidad de los demás”.

La ganadora del Herralde reivindica el tratamiento narrativo con personajes con lo que se considera administrativamente discapacidad intelectual: “La literatura ha dado poca cabida a voces protagónicas de este tipo y aunque existe tradición literaria en torno a la locura, no así a lo que los castellanos denominaban el idiota o el tonto del pueblo”. Las cuatro protagonistas, que proceden de un ambiente rural indeterminado, pasan “peripecias frente a una administración pública buenista y paternalista” y la novela quiere “confrontar la retórica de lo institucional frente a la retórica del analfabeto o de aquel al que se le acusa de hablar mal”. A pesar de la “seriedad” con la que aborda el tema, Morales asegura que la novela “está hecha desde la gracia, la fiesta del lenguaje, desde el humor, porque una escribe para pasarlo bien”.

El título, continúa Morales, alude al movimiento de lectura fácil que nació en el centro y el norte de Europa en los años 70 en algunas bibliotecas pensando en la adaptación de clásicos para personas que tenían discapacidad intelectual, y desde entonces se ha ido ampliando el espectro de los depositarios de este tipo de literatura a “personas con dificultad lectora, como migrantes que no conocen la lengua, población reclusa que no ha tenido acceso a la lectura o personas con fracaso escolar”. - Efe