como si hubiese abierto esa caja de fotos que hasta hace no tanto era habitual encontrar en cada casa, Imaginario-Irudiak, recoge más de 200 instantáneas obtenidas por doce fotógrafos entre 1900 y 1950. Miradas diferentes, y a su vez personales, que se acercan a momentos de ocio, de trabajo en el campo, de deporte, de posados grupales... con protagonistas anónimos, pero siempre con Navarra como escenario. Porque el libro que acaba de presentar y editar el Gobierno de Navarra casi se asemeja a un álbum familiar: el de toda la Comunidad Foral.

En 220 páginas y bajo los títulos de infancia, trabajo, el campo, ocio, deporte, salud, transporte y progreso, Imaginario-Irudiak. Fotofragmentos de vida. Navarra 1900-1950 reúne en ocho áreas las más de 200 fotografías que conforman la obra, presentada ayer ante los medios de comunicación. Las imágenes han sido recopiladas en su mayoría a partir de los fondos del Archivo Real y General de Navarra y del Museo de Navarra, gracias a las donaciones de los autores o de sus familiares -algunos de ellos presentes en el acto que tuvo lugar ayer-.

Por ello y aplaudiendo esa “generosidad”, la Consejera de Relaciones Ciudadanas e Institucionales, Ana Ollo, agradeció la colaboración con los archivos públicos del Gobierno de Navarra. Asimismo invitó a “conocer mejor nuestro pasado y matrimonio” mediante la obra editada y una pequeña muestra de fotografías de la misma que acoge el Archivo.

una ventana abierta Doce son los fotógrafos cuyas instantáneas conforman el libro: Agustín Zaragüeta, Gerardo Zaragüeta; José Martínez Berasáin; Gregorio Pérez Daroca; Félix Mena; Julio Altadill; Nicolás Salina; José Galle; y Nicolás Ardanaz. Y en una decisión quizá llamativa, que no casual, las instantáneas de Imaginario-Irudiak se presentan sin título, ni firma o fecha. La razón, según desveló ayer la encargada de realizar la selección de fotografías, Celia Martín Larumbe, es “huir de pautas y cortar ataduras para dejar que las personas, desde el siglo XXI, sean libres para interpretar esas imágenes desde el ahora, porque su potencial comunicativo es mucho mayor cuando nos quitamos un poco el peso de saber cómo hay que interpretar esa imagen”.

Y es así, como si se tratase de una ventana abierta al siglo pasado, donde escenarios y décadas conviven en cada apartado, en un retrato de la vida cotidiana y familiar en la que figuran desde cuadrillas en la feria, hombres de ocio urbano o en su descanso laboral en el campo, retratos y posados de gran variedad, o niños que a ratos juegan y otros acuden a la escuela.

“Nos interesaba la funcionalidad que tienen las fotografías como elementos de comunicación”, apuntó Martín Larumbe, aludiendo a ese imaginario “como la imagen mental que una comunidad o un grupo de personas tiene sobre si mismo en cuanto a su identidad individual y sobre su identidad colectiva”.

De ahí que reivindicase cómo “la Navarra rural era muchísimo más compleja de lo que creemos, y durante la primera mitad del siglo XX sufrió una transformación impresionante”: una convivencia entre lo cosmopolita y urbano, con lo rural y tradicional. Era, en definitiva, “un mundo rural orgulloso de sí mismo, de gente orgullosa de su identidad y de su presencia en el mundo”, donde las mujeres “trabajan en la ciudad, en el campo, en lo doméstico y en lo público o hay niños sin apenas tiempo para serlo pero espontáneos en vitalidad”.

Todo desde una selección realizada, en su mayor parte, a partir de fondos y colecciones integradas por material en negativos: imágenes de origen en placa de vídeo, acetato o nitrato de celulosa, rollos de película flexible de paso universal en diferentes formatos... “Un mundo”, concluye Celia Martín en la introducción del libro.

Por ello ayer destacó la necesidad de “recuperar los documentos fotográficos de los archivos personales, ya que muchos de ellos se van a perder, si no se han perdido ya”. Y es gracias a estas recopilaciones, continuó, cuando uno puede “estudiarlos, disfrutarlos y ser consciente de este imaginario colectivo”. Y a modo de conclusión, invita a acercarse a ese pasado en el que conviven imágenes heterogéneas que retratan la existencia de una diversidad de gentes, realidades, coexistentes en tiempo y espacio, bajo un: ¿Qué imágenes dejaremos como sociedad para el futuro?

acompañamiento de textos Además de las fotografías, cada apartado se completa con textos en castellano y euskera realizados por Maite Pérez Larumbe que recrean un ambiente y contexto para el lector. Una tarea abordada desde la literatura Y como “un reto”, ya que implicaba “abordar el dato, pero sin hacer una descripción muy cerrada”, con la intención de ofrecer varias lecturas, detalló su autora.

Y es que a sus ojos, “si cada uno recurre a su propia caja de fotografías, puede completar la obra”. Todo ello desde el concepto de entender la Comunidad Foral como una familia, ya que como reza la introducción del libro: “Navarra guarda todavía algo de esa familiaridad que mostraban las sociedades tradicionales, donde primaba la relación cara a cara, donde todos se conocían y este vínculo primario está basado también aquí en un núcleo de vivencias visuales comunes que nos hacen sentirnos, por debajo de una gran diversidad, más o menos lo mismo”. E Imaginario-Irudiak busca ser el álbum navarro.