los estadounidenses son los inventores de la tele como medio de información y como espectáculo de masas, tras la Segunda Guerra Mundial, produciendo programas, estilos de presentadores en una catarata sinfín de éxitos y modelos que posteriormente han sido copiados en el mundo entero. El talent show es uno de los ejemplos meridianos de producto televisivo de éxito. La tele permite el juego intenso y competitivo de talentos a la búsqueda de su descubrimiento y notoriedad. Ejemplo en la tele de nuestros días, los tenemos a montones, comenzando por MasterChef celebritys que acaba de finalizar en La 1 con el triunfo sonado y polémico de Ona Carbonell, nadadora olímpica que ha sabido mantenerse en la pugna por el triunfo, fase tras fase, a base de constancia y pundonor. Disputar el triunfo en las cocinas, en los platós cantando o mostrando talentos y habilidades de los concursantes es un modo eficaz de construir programas televisivos, buscando personalidad, estilo y carácter del personal, que desde el anonimato o la notoriedad se plantan en los estudios con ganas de dar espectáculo y ponerse el entorchado de campeón. Operación Triunfo, el mencionado MasterChef celebritys o La Voz son muestras que avalan el éxito de estos formatos de producir diversión, entretenimiento y pasarlo bien en la tele. En ocasiones los talent show se mezclan con contenidos y dinámicas de realitys, y producen una mezcla explosiva en función de los concursantes que compiten mezclando habilidades con estilos personales de ser, estar y competir, encerrados en una cárcel mediática, durante un largo tiempo. La televisión pública del Estado ha encontrado un excelente filón de consumo y éxito con una producción cuidada, satisfactoria para la audiencia y notoriedad de la cadena.