¿Se imagina que el alma fuera una llaga en la que pudiera meter el dedo e indagar en lo más profundo de la misma y descubrir qué es lo que nos hiere? Pensando que el ser humano tiene un potencial muy especial y único que todavía no hemos descubierto, Zita Ayala explora sobre el mundo que le rodea y, también, su mundo interior, a través de una serie de cuadros que ahora se exponen en el Horno de la Ciudadela en la primera muestra de la artista en Pamplona. “El mundo podría ser mucho mejor de lo que es ahora si supiésemos encontrar esa esencia del ser humano, tan desconectada ahora de la naturaleza y de las mismas personas”, subraya Ayala, quien pretende “sacudir la humanidad para despertar lo que de verdad importa”.

Esencia eta existence puede parecer una presentación convencional en cuanto al formato, pero nada más lejos de la realidad. Los cuadros buscan esa tercera dimensión, un viaje hacia el interior y hacia el alma, en un intento de reconectar con la naturaleza. Para darle forma, Ayala ha creado un lenguaje propio, orgánico, donde la luz tiene un papel esencial. Parte de un material humilde, sencillo y dúctil, para recordar “lo efímeros que somos y lo eternos que nos sentimos”. Así nació L’Art de la Lumiére Cachée, obras de arte en papel de seda con caseína que se caracterizan por poseer dos dimensiones en un mismo soporte: una dimensión natural, opaca, minimalista y orgánica, que incita a la meditación; y una dimensión oculta, con luz, en la que al emanar la luz del interior afloran cuentos, magia y sueños que contrastan con su dimensión natural. “Así se consiguen generar sorpresas, contradicciones, dilemas o respuestas inesperadas”, resalta la artista, cuyo propósito es “provocar en el espectador lo que debería ser una gran necesidad, la de cuestionar nuestra destructiva relación con la naturaleza”.

La exposición está planteada como un recorrido circular en el que cada obra transporte al espectador a diferentes situaciones. Por ejemplo, en un cuadro la artista habla sobre la esencia de las personas, que va mucho más allá de su apariencia. En otra pieza, titulada Memoria, habla sobre cómo configuran al ser humano sus recuerdos y lo hacen ser de una manera u otra. También trata temas contemporáneos, como las migraciones y las fronteras, u otros más atemporales, como la leyenda de la Eguzkilore, siempre acentuando la idea de que el hombre es naturaleza. “No somos un ente aparte y por eso en mis cuadros el hombre y la naturaleza siempre bailan juntos, de la mano”, cuenta. Todos ellos, además, se iluminan y muestran la imagen escondida cuando el espectador se acerca, lo que pone más de manifiesto que nunca que el arte necesita al espectador. “Es que el arte, sin el espectador, no funciona”, concluye Ayala.