Una de las reacciones que más me ha llamado la atención del ex secretario del PSOE Santos Cerdán es su respuesta a los periodistas -en la puerta de su casa- poco antes de entrar a declarar en el Supremo en un tono conciliador y confiado: “Hablaremos después de la declaración, de verdad, hablaré con ustedes“, señaló sin perder la compostura.

En realidad no hubo nada que decir porque de los juzgados salió en un furgón policial que le condujo hasta la cárcel de Soto del Real en Madrid. Se me escapa si esa forma de encarar un momento tan delicado cuando se te acusa de ser el cabecilla de una trama de corrupción durante diez años tiene que ver con la confianza de quien todavía se siente impune (el juez habla de más personas físicas y jurídicas implicadas en la trama) o simplemente porque ha sido su manera de actuar con sigilo durante mucho tiempo, de fingir. De ser discreto, sin protagonismo, trabajando en la sombra al servicio del presidente.

Sin fanfarronear, sin señoritas de compañía y con apego a su pueblo natal, Milagro. “De esos temas no se habla, se escriben en un papel y se rompe”, reproducía días antes uno de los mensajes que se filtraron del informe de la UCO: encaja con el perfil. Cuánto debe saber el juez más allá de lo que ha trascendido que ve “consistentes indicios” e incluso ve riesgo de fuga y de destrucción de pruebas (tiempo ha habido para ello en todo caso). A la espera de que la justicia dictamine, el juez le acusa de ser el encargado de reclamar a las constructoras las comisiones, de recaudarlas y distribuirlas. Y va más allá porque estima que solo un 1% de los 537 millones adjudicados a las empresas investigadas serían más de cinco millones de tajada. El imputado lo ha negado todo (salvo lo que no puede como su relación- vínculo con el dueño de Servinabar), ha insinuado que los audios con Koldo pueden estar manipulados por Inteligencia Artificial, y se ha declarado víctima de una cacería política por haber negociado la investidura de Sánchez con los nacionalistas. Será su estrategia pero yo creo que solo se ha buscado más enemigos. No ha colado que sean audios trucados lo que hubiera sido facilmente detectados por expertos, según señala el juez que añade que están contextualizados al cruzarlos con mensajes de Watshapp. Ni la tecnología ni la política son excusas. Y vaya por delante la presunción de inocencia.