Describir un espectáculo como los del Circo del Sol nunca es fácil. La magia que se crea sobre el escenario es algo que pone los pelos de punta a cualquier espectador; las luces, los sonidos y, sobre todo, las acrobacias, crean la composición perfecta. Ayer el Navarra Arena brilló con un jumelage perfecto que trasladó a todos los presentes hasta el mundo de Pandora y los convirtió, en cierta manera, en unos habitantes de aquel planeta. Turuk, el primer vuelo aterrizó en Pamplona a las 21.30 horas para ofrecer la primera de nueve sesiones que se prolongarán hasta el domingo en una función donde nadie quedó indiferente.

Las luces son, probablemente, uno de los platos fuertes del espectáculo. Colores fríos y cálidos en constante transformación permiten que el escenario se convierta en diversos mundos diferentes. Las voces y los sonidos en directo nos acercan todavía más a esa realidad que se recrea sobre el Navarra Arena, donde los acróbatas, unos 40, se multiplican. Resulta curioso observar cómo la acción principal sucede en un punto concreto del escenario, pero allá donde el espectador fije el ojo verá movimiento, se asombrará con las luces y escuchará los sonidos que desprenden cada uno de los personajes recreados.

El espectáculo comienza cuando una catástrofe natural amenaza con destruir el árbol sagrado de las almas. Ralu y Enti Omaticaya, los protagonistas, son dos muchachos al borde de la adultez que deciden tomar el asunto en sus propias manos. Al enterarse de que Toruk puede ayudarles a guardar el árbol de las almas, parten juntos con su amigos Tsyal en una búsqueda en lo alto de las montañas flotantes para encontrar al poderoso depredador rojo y naranja que gobierna el cielo de Pandora. La profecía se cumple cuando un alma pura se eleva entre las alas de Toruk por primera vez, evitando el terrible destino de los Na’vi. Inspirado en la película Avatar, de James Cameron, el espectáculo ofrece algunos efectos a gran escala como un terremoto, una erupción volcánica, ríos de lava creciendo desde dentro o visiones del chamán proyectadas en un velo etéreo y flotante. Todo ello gracias una iluminación que permite crear un imponente ambiente para los artistas, en el que algunos efectos de vídeo se sincronizan con sus movimientos, como el rastro de luz propia que ellos dejan en su despertar mientras deambulan en la jungla. Otros efectos son pura sensación de los estados de ánimo, como cuando las criaturas hacen un círculo en el cielo aparentando solo la forma de una sombra en el suelo.

Y qué decir del vestuario. La vestimenta más que trabajada parece hecha por las mismas manos de los Na’vi, con texturas y estampados orgánicos que respetan a la perfección a los personajes animados creados por James Cameron para Avatar. También los cambios de vestuario son uno de los aspectos que consiguen crear esa falsa ilusión de que por el escenario del Arena pasan más de cien artistas, que a las complicaciones que ya tienen de por sí las acrobacias le suman la incorporación de otros elementos como marionetas o cometas multicolores.

Toruk, el primer vuelo prometía y cumplió. Su espectacularidad no dejó indiferente ayer en la primera de sus funciones y, seguro, sorprenderá al público de las ocho restantes, donde más allá que disfrutar, se podrá interactuar. Bienvenidos a Pandora.