apoyar el cine que se hace para el cambio social. Es la premisa sobre la que se erige Filmmaking For Social Change, un proyecto que pretende ser mucho más que una muestra no competitiva de películas para convertirse en impulsor de debate en Pamplona y en cuantas ciudades les hagan hueco, en punto de encuentro entre disciplinas artísticas y en productor de propuestas cinematográficas “incómodas”, de esas “que muchos consideran que no son cool” y terminan por situarse “al margen del margen”. Así explica el artista Mikel Belascoain los fundamentos que hicieron nacer esta iniciativa en colaboración con el Festival de Cine Documental de Londres y que en Navarra cuenta con la ayuda financiera de Innova Cultural de la Fundación la Caixa y Fundación Caja Navarra y el imprescindible apoyo del hotel Maisonnave, que acogió ayer la primera de las dos jornadas del programa, que continúa hoy con el pase, a partir de las 19.30 horas, de dos títulos sobre migraciones y refugiados: Ebrahim (Elliot McKee, 2018), Calais Children (Sue Clayton, 2017) y Sea Angels (Simone Gandolfo, 2018).

La mecha de esta iniciativa se prendió cuando Belascoain mostró en el Festival de Cine Documental de Londres la película Persona, que codirigió con Miguel Goñi, en un apartado llamado Filmmaking For Social Change. “Esa mañana y esa tarde vi películas que me impactaron”, y desde entonces ha mantenido contacto con el director del certamen, Patrick Hazard, para montar el proyecto que estos días ha visto la luz en la capital navarra. “No buscamos crear una marca ni competir con ninguna programación, solo apoyar el cine que se hace para el cambio social y colaborar con otros”, dice el artista, para quien, en un momento como el actual, “en el que se requieren mayorías para todo”, esta cita pretende respaldar al cine minoritario, “que es más necesario que nunca”. A esas “películas incómodas” que, como señala el propio Patrick Hazard, que estos días está en Pamplona, hacen “un trabajo a largo plazo”, tratando de romper con la experiencia pasiva del espectador de cine y poniéndolo a dialogar con el realizador para que, finalmente, se genere un sentido crítico de la realidad. Porque, a juicio de Belascoain, “hay temas -la enfermedad, la política, las migraciones- que deben estar en la vanguardia de la cultura”.

manifiesto En esta línea, una de las acciones que se llevará a cabo dentro de este proyecto será la redacción y difusión de un manifiesto cinematográfico para fijar “una serie de principios”. Uno de los puntos principales se refiere al “desarrollo lento. A veces, con cambiar la perspectiva de una persona es suficiente”, señala el artista. Asimismo, Filmmaking For Social Change ofrecerá “una visión global y poliédrica del mundo contemporáneo” a través de distintos temas como los de este año, migraciones e infancia, y otros como el cambio climático o el auge de la ultraderecha en adelante. En tercer lugar, esta plataforma estará abierta a otras artes y disciplinas como la medicina, la política, etcétera, y, en cuarto, se centrará en provocar conversaciones entre los cineastas y el público, de ahí que “el formato pequeño será el más adecuado”. De este modo, “el director puede tomar el pulso del espectador” y este conocer algunos asuntos y profundizar en ellos. Por último, al menos de momento, este manifiesto defiende “la colaboración radical. Podemos ir a sitios grandes, a sitios pequeños, a espacios institucionales o a espacios alternativos; esta tiene que ser la forma de hacer cultura en el siglo XXI”, subrayó Belascoain, y puso como ejemplo de director “que adopta riesgos” y se implica económica y emocionalmente al navarro Natxo Leuza, del que ayer se exhibió Born in Gambia (2018).

el lugar de nacimiento marca Tras haber visitado muchos lugares de África, “viendo cómo vivían los niños” y su “futuro incierto, negro”, en su documental refleja la problemática que sufren nada más nacer, “porque depende de dónde nazcas en el mundo tu situación es una u otra”. En el caso de las/os niñas/os de Gambia, están sometidos a toda clase de abusos, rituales de brujería, matrimonios concertados, mutilación genital, “que pueden acabar en muerte”. Esta película “la hice por mi cuenta, me fui solo con mi cámara; no tenía ningún cliente ante el que responder”, por eso el final no es feliz ni mucho menos. En cambio, en el caso de Love, la película que hizo como ayudante de dirección de Raúl de la Fuente, los clientes eran los Salesianos, lo que, sin embargo, no quita valor al filme, que narra la vida de las niñas que en Sierra Leona tienen que prostituirse “para sobrevivir o incluso para pagarse una educación”. Toda esta situación está representada por Aminata, una de estas niñas que “son abusadas hasta por la policía” y “tratadas peor que los perros”. Para Leuza, esta “fue una de las experiencias más duras que he vivido”, compensada, siquiera un poco, por la figura de luz que emerge en esa oscuridad, que es el salesiano Jorge Crisafulli, “que intenta sacarlas de las calles”. El documentalista era “escéptico” cuando empezó, pero hoy piensa que el cine “es muy necesario”, y no solo porque “ayuda a profundizar en las historias”, sino también porque provoca cambios. “Gracias a Love -y a la campaña de sensibilización del que formó parte- se ha sacado a niñas de esta situación”, cuenta.