El álbum Paradÿsso, publicado en 2002, supuso todo un punto de inflexión, no ya solo en la carrera de Sôber, sino en la música nacional. Pocas veces antes un grupo de metal había alcanzado semejantes cotas de popularidad, llegando al disco de platino y actuando ante multitudinarias audiencias. Tal fue su importancia que, tres lustros después, la banda madrileña ha decidido regrabarlo. Una decisión como esta siempre es arriesgada, pues suele resultar difícil estar a la altura de la propia leyenda, pero, al menos en este caso, el resultado es más que satisfactorio. Para esta nueva lectura, Sôber ha contado con el acompañamiento de la Orquesta de Cámara de Siero. A diferencia de otros grupos que han emprendido grabaciones orquestadas, los madrileños han querido que las cuerdas y los metales no sean mero acompañamiento, sino que tengan un papel protagonista. Por eso, para la gira de conciertos en la que ahora están inmersos, han ido contactando con orquestas de los lugares en los que tocan, de tal forma que puedan preparar el repertorio e interpretar en directo el concepto y los arreglos del disco.

Así, en su actuación de Burlada contaron con la inestimable colaboración de la Joven Orquesta de Pamplona. La vimos aparecer, entre aplausos y tras una intro en la que una enigmática voz en off iba recitando fragmentos de letras del disco homenajeado. Se situaron, mirando hacia el escenario, las cuerdas a la izquierda y los vientos a la derecha. Una vez se hubieron colocado, fueron los rockeros los que se dejaron ver, y sin más dilación dispararon a bocajarro Animal y Reencuentro. Como ocurre en el álbum, el sonido seguía conservando la contundencia y la dureza que se le presuponen a un grupo como Sôber, pero además añadía los matices, la sutileza y la elegancia de los arreglos orquestales. Prosiguieron con un tema muy apropiado para la invernal noche en que estábamos, Blancanieve, de su disco Letargo. Aunque la respuesta del público estaba siendo muy positiva, el primer momento de comunión total llegó con Eternidad, con brazos al aire y cientos de gargantas cantando al unísono.

Si bien la orquesta rayó a gran altura durante toda la velada, su labor fue especialmente disfrutable en los momentos en los que más presencia tenía, como en Lejos o en la hermosa Náufrago, en la que se llegaron a ver mecheros entre el público. Después, los jóvenes músicos locales volvieron a brillar en el final de El viaje o en el comienzo de Hemoglobina. Aunque, independientemente de los virtuosismos de la banda o de la orquesta, lo más destacable fue el resultado global y el efecto que este produjo en la audiencia. Incluso quienes disfrutaban del concierto en la parte de arriba del auditorio, sentados en sus butacas, se pusieron en pie para los bises, cuando Carlos Escobedo bajó del escenario para cantar Estrella polar entre sus seguidores. El final llegó con Diez años y la operística Superbia. Sôberbio concierto.