pamplona - Javier López de Guereña es una pequeño genio escondido que siempre ha estado a la sombra de Javier Krahe, pero su faceta artística y musical va mucho más allá de ello. Con él charlamos sobre lo humano y lo divino del ínclito Krahe y sus las andanzas de sus huérfanos.

Todos añoramos a Krahe, y la pregunta cae por su propio peso, ¿por qué vosotros, su familia musical, habéis decidido seguir adelante con su legando a pesar de su ausencia?

-Por la sencilla razón de que le echamos de menos. Y si no, no teníamos mejor motivo para juntarnos que un repertorio tan sólido como el que nos ha dejado. Lo que no sabíamos era cantar, pero nos pusimos y aprendimos, porque lo que sí sabíamos era estar. En realidad, ese es el verdadero motivo, que si no fuera por esto, Andreas, Fernando y yo no nos encontramos tan fácil, porque cada uno tiene sus movidas. Y después de estar prácticamente todas las semanas juntos... esta era la mejor forma de seguir viéndonos y sacando adelanto un repertorio tan interesantes.

No nos vamos engañar, y Javier Krahe tenía una voz muy particular, especial, única... pero no es que fuera un cantante excelso. ¿Cómo le habéis dado la vuelta a esa genial forma de relatar las canciones que tenía él?

-Más o menos, cada uno ha elegido una vertiente. Y luego hacemos cosas corales, ya que muchas de sus historias eran teatrales, con varios personajes en cada canción, pues esas nos las repartimos entre los tres. Desde luego, ninguno canta como Krahe ni quisiéramos. Krahe cantaba de maravilla, pero digamos que la afinación no era su fuerte. Es muy curioso. Tú dejabas solo cantando a Javier y era imposible saber el tono en el que estaba cantando, te lo prometo, pero luego le ponías el play back con los instrumentos, y todo estaba en su sitio. Era un verdadero misterio. Efectivamente, el hecho de afinar o del ritmo, es otro mundo para nosotros y no tenemos ninguna dificultad, y aun así, te das cuenta de ese relax y esa manera de llevar las cosas que hace que lo más importante sea lo que uno está diciendo no lo que uno está afinando. Así, la música se estira, va y viene respecto al placer del cantante. Y eso mismo es lo que seguimos haciendo porque es una actividad muy divertida. En este sentido, también me puse a cantar por mi cuenta y aprendía a descubrir que los cantantes son seres humanos muy débiles, que tienen enfermedades desconocidas para los demás, cosas que a un instrumentista no le pasa. Pero lo que sí que aprendí fue a decir las cosas, algo que afecta sobre todo a Fernando, ya que el contrabajo ata bastante. En mi caso, es algo más mecánico. Y creo que puedo decir con toda autoridad cómo se tiene que cantar la canción mejor que nadie en el mundo, otra cosa es cantarla.

Probablemente Javier haya sido el cantante más anárquico sobre un escenario en muchos aspectos, uno de los más conocidos era que nunca respondía las peticiones del público. ¿Cómo habéis afrontado ahora esa anarquía teniendo en cuenta que ofrecéis en directo lo más granado de su repertorio?

-Es un poco difícil de establecer porque debemos andar por las 180 canciones. Y aunque tenemos un montón en la cabeza, aprendérselas es otra castaña, así que nosotros ahora manejamos cerca de treinta temas. Pero aun así tenemos el ímpetu de estrenar cosas nuevas, sobre todo en Madrid, donde tocamos una vez al mes; eso quiere decir que nos queda mucho recorrido dentro de la propia obra de Krahe como para divertirnos. Pero cuando dices anárquico, tampoco era eso; Krahe decía que era ácrata pero de cinco a siete. Sí que no era complaciente ni convencional, y tenía clarísimo que quería enseñar las novedades y no las antigüedades. Y eso, en cierto modo, lo mantenemos. Hacemos algunas de las canciones viejas pero hacemos lo que nos parece, como una que hago yo, que casi nadie conoce Encefalogramas. Por otro lado sí animamos a que alguien solvente, profesional, se anime a cantar una de Krahe, sin caer en la Marieta de turno, eso sí. Andreas ha cogido los temas más líricos, dándoles un toque cómico; Fernando lo más racial y a mí me ha dado por lo poético o lo estrambótico.

Haciendo de abogado del diablo, ¿qué les decís a aquellos que os estáis subiendo al escenario para seguir sacando tela con las canciones de Krahe?

-¡Qué graciosos! Que yo sepa no lo ha dicho nadie. Pero, en realidad es lo que llevamos haciendo toda la vida, solo que el cantante nos ha traicionado. En realidad, Krahe hacía las canciones con nosotros, no con nadie más. El asunto de esto es que ha habido gente que ha hecho homenajes, lo que quizá no esté tan bien ese que casi todos se han centrado en el modelo de La Mandrágora, que a Krahe le importaba un pito. Lo interesante de Krahe no es eso, sino todo lo posterior. Y difícilmente se nos puede negar autoridad. Si esto fuera un grupo tributo, sería un tributo a nosotros mismos.

Acaba de salir editada una canción inédita de Krahe editada por Sabina, ¿por qué no la habéis sacado vosotros?

-De hecho la cantaré en Pamplona. Y hasta que la cantó Joaquín, yo decía que era el único que la cantaba en el mundo y, por lo tanto, el que mejor la cantaba. De hecho, Krahe la llevo a este mar, pero como ya sabes, nosotros no ensayábamos nunca, en realidad montábamos los temas y luego los ensayábamos en público, y así la primera vez que la tocábamos siempre salía mal. Y así fue. La intentamos una segunda vez, pero ya no seguimos con ella. Así que, la realidad es que existe una versión, no definitiva, de esa canción cantada por Krahe en el Galileo. Ahora la canta Sabina, y a día de hoy yo sigo siendo el que mejor la canta del mundo, solo que él es mucho más famoso y nos ha hecho el favor. Y es que en esta canción ha cantado mucho, aunque sea por respeto a Krahe, afinado.

¿Os habéis planteado componer nuevas canciones para ampliar el repertorio?

-No tenemos la menor intención de hacer seudokrahes. De hecho, no nos queda tanta vida como para afrontar todas las canciones de Krahe, porque ya somos mayorcitos. Hay un montón de temas por tocar, ¡que una actuación solo dura una hora y media! Eso son solo 14 canciones. Sí me planteé retomar dos cosas que Javier dejó acabadas. El 11 de julio yo fui a parasitar de vacaciones a su casa como todos los años, en 2015, y esa misma noche murió. Pero la tarde previa la empleamos en charlar de todo y en ver las últimas canciones que había escrito, ya que el resto de cuadernos los habían tirado antes de salir de Madrid. Eran temas con sus correcciones que, posteriormente, a la hora de leerlas, no ha habido manera de reconstruir. La única que en realidad sí está entera y reconstruible tiene un impedimento, y es que está dedicada a su viuda. Y eso no me hizo ni la menor gracia, en su momento; aunque realmente sí era graciosa. Y por eso no la hemos publicado. Eso sí, hay un blues que está escrito para una amigo, incluido en el homenaje que saca Sony, pero, entre tú y yo, la letra es muy graciosa pero el blues no vale una castaña. En resumen, no tenemos excesivo afán en hacer cosas nuevas, primero porque hay material de sobra y porque vamos a ocupar su sitio.

En cualquier caso, ¿tenemos huérfanos para mucho tiempo?

-Como dice Andreas, nosotros somos los auténticos bastardos pero anda que no hay gente que se siente huérfana... ¡Y viva la juerga! Porque yo me acuerdo del mismo día de su muerte, en el patio, todos desechos y a la vez partidos de la risa al recordar sus cosas.