Al final de la calle Paulino Caballero se encuentra un local que, sin llamar la atención pero tampoco pasando desapercibido, parece que siempre ha estado ahí. Un pequeño rincón donde enamorarse, donde reflexionar y donde, simplemente, dejarse llevar. Un lugar para emocionar. Y emocionar con arte, en pequeño y gran formato, de autores conocidos y desconocidos, locales e internacionales, de vanguardia o más tradicionales. Abrió sus puertas hace ya dos décadas y, este mes, sus fundadoras Maite Cengotitabengoa y Maite Díaz están de celebración. Celebran veinte años de idas y venidas, de alegrías, de lucha, de trabas y de amistades, pero sobre todo de ilusión. Y es que en todo este tiempo Ormolú se ha asentado como una de las galerías de referencia en la ciudad, un privilegio que se ha ganado con trabajo, entrega y devoción.

Si una palabra pudiera describir la emoción que se siente al cumplir veinte años al frente de una galería de arte es “orgullo. Se han quedado por el camino muchas galerías y salas que existían cuando empezamos, como Juan Amiano, Pintzel o Castillo de Maya, y solo quedamos nosotras”, dicen las galeristas Maite Cengotitabengoa y Maite Díaz, para quienes “parece mentira que hayan pasado ya veinte años; da vértigo y parece que fue ayer”. Para ellas, el paso del tiempo es relativo y está en base a lo que haces. “Y lo que hacemos nos gusta, con todos los grandes baches, y también grandes alegrías, que ha habido”, añaden. Lo hacen, además, con un trabajo que siempre se ha basado en una premisa: “Que sea gratificante tanto para nosotras como para el visitante que entra en la galería”.

Hace dos décadas que Ormolú abrió sus puertas por primera vez, aunque la relación profesional y de amistad de las Maites comenzó años atrás. “Nos conocíamos por trabajar juntas en restauración de pintura y muebles y cuando vimos que teníamos un bagaje detrás y una estabilidad en lo personal y lo profesional dimos el paso”, cuentan. No obstante, no fue un “estallido”, sino un “resultado de una serie de circunstancias favorables”, tales como estar en contacto con personas del mundo del arte o la posibilidad que ofrecía el espacio que ahora es la galería. “El proyecto comenzó, sin la pretensión de ser lo que somos ahora, a tener forma”, señalan. Y, desde entonces, la galería ha sufrido transformaciones, adaptándose a los nuevos tiempos. “Este es un proyecto que ha ido fluyendo como un río, como el Guadiana; ha habido veces que ha estado más bajo y otras más alto, pero es bonito, merece la pena y, lo más importante: nos gusta lo que hacemos”, sostienen.

Uno de los puntos fuertes, comentan, de este espacio, y quizás una de las razones por las que se ha mantenido en pie durante todo este tiempo ha sido la flexibilidad que las dos galeristas a la hora de plantearse objetivos. “No hemos tenido grandes fracasos porque nunca nos hemos puesto grandes metas ni tenemos grandes expectativas; nos hemos ido adaptando a las circunstancias y nos hemos ido curvando con el tiempo, aunque esto ha sido de forma inconsciente y podemos decirlo ahora que echamos la vista atrás”, apuntan, para aclarar que no se sienten “peores ni mejores” que otros galeristas. “Pero esa virginidad que nosotras teníamos en este ámbito nos ha permitido funcionar a nuestra manera, sin una idea fija, dejándonos guiar por nuestra intuición y siempre escuchando las peticiones de los artistas”, añaden. Sobre esto último, sostienen que ha sido fundamental a la hora de crear un vínculo especial con los creadores. “Las galerías siempre han sido las grandes malvadas y teníamos claro, desde un principio, que Ormolú no iba a ser una más, y la prueba de que lo hemos logrado es que hemos creado grandísimas amistades con los artistas”, puntualizan.

Crisis en el sector

Venta de arte a cuentagotas

La crisis azotó bastante fuerte al sector cultural y particularmente a las galerías y salas de exposición, que tuvieron que echar el cierre definitivamente porque el arte, en aquellos años, “se vendía a cuentagotas. Una galería que no tuviera otra actividad no se podía mantener, y si nosotras seguimos a flote es porque siempre hemos ofrecido más cosas, como la restauración de piezas o la enmarcación de cuadros”, dicen. También recuerdan cómo ellas pasaron de unos años bastante gloriosos, donde se vendía muchísimo arte, a “prácticamente nada. En aquellos años que una galería tuviera que cerrar no significaba que tenía mala gestión o que no lograra una buena relación con artistas y público, sino que la crisis se llevó a prácticamente todos por delante”, añaden.

Los ingresos con los que contaba Ormolú se redujeron, ya bien entrada la crisis, al mínimo. “Hemos estado manteniéndonos con muy poco dinero, el justo para cubrir los gastos; podíamos haber tirado la toalla pero si no lo hicimos fue porque amamos lo que hacemos y porque sabíamos que este proyecto podía funcionar y salir adelante”, indican. Y, desde luego, así fue. Ahora pueden afirmar que se nota una cierta recuperación del sector, aunque todavía hay un largo camino que recorrer para volver a una situación similar a los años previos a la crisis. “Se ha vuelto a vender, con más calma, pero el público vuelve a interesarse por adquirir alguna pieza de arte”, comentan, para añadir que hoy en día las personas que compran en la galería son “clientes que se emocionan con las obras, algunos de ellos vírgenes en este campo y otros no” pero que, recalcan, compran una pieza “por emoción, no por inversión”.

Ahora, los retos que se plantean Cengotitabengoa y Díaz van más allá de atraer a nuevos visitantes a la galería, ya que los años que llevan a cuestas les han permitido crearse un público fiel que espera con ansia la inauguración de una nueva exposición. “Continuar existiendo ya es un reto importante”, bromean, pero sostienen que su mayor objetivo es “seguir buscando artistas nuevos con la misma ilusión” con la que lo han hecho hasta ahora. “Aquí hay gente que lleva con nosotras desde el principio y que van a hacer su octava o décima exposición, pero más allá de estos artistas, que ya son parte de nuestra familia, buscar gente nueva nos motiva muchísimo porque hay artistas haciendo cosas maravillosas y nos gusta poder traerlos y darlos a conocer al mundo para que, más adelante, puedan llegar a la cúspide”, concluyen. Y con esa ilusión continuarán trabajando en pos de convertir a Pamplona en general, y su galería en particular, en un referente para el panorama cultural. A por otros veinte años más.