en 2007, Abel González Belo fundó Belo & Los Susodichos, banda con la que ha publicado cuatro discos y ofrecido más de quinientos conciertos. Como buen grupo de rock, durante esta época las ha visto de todos los colores, tocando en festivales y garitos y llegando incluso a estar nominados a los premios Grammy Latinos en la categoría de mejor disco de rock (por su álbum Pisando lo fregao). Ahora, Belo ha decidido poner punto y final a la carrera del grupo. Pero que no se alarmen sus seguidores, pues la música no va a parar; a partir de ahora firmará los discos con su propio nombre. En cualquier caso, antes de que vea la luz su debut en solitario, que ya se encuentra en avanzada fase de preparación, El Dromedario Records (¿qué otra discográfica si no?) ha publicado un excelente testamento sonoro, titulado La última y nos vamos y compuesto por un deuvedé y dos cedés que recogen un concierto ofrecido en la sala Changó Live de Madrid en 2017 en el que colaboraron artistas como Iratxo, Kutxi Romero o Keko Re-Verso. Con el disco de despedida ya en la calle, Belo está ofreciendo una serie de conciertos acústicos en los que defiende sus canciones sin más ayuda que la que le ofrecen su guitarra acústica y su cazallera garganta. El de Pamplona tuvo lugar en el bar Bidezkairu. Estaba programado para las siete de la tarde, aunque empezó con algo de retraso, por lo que en el local coincidieron los que habían ido expresamente para disfrutar de la actuación con los que estaban tomando algo o cenando. Y todos ellos pudieron disfrutar de las honestas canciones del asturiano, que saludó con Al otro lado del infierno. Belo cantaba desde las entrañas y se desnudaba en las letras, especialmente en esa que se titula Breve descripción de mí, que, más que una autobiografía, parece un auténtico ejercicio de psicoanálisis. Aunque, para frases descarnadas y certeras, la que incluyó en Un poquito más viejo, en la que repasó los sueños y las realidades, las lentejuelas y el picar piedra del rock’n’roll: Amo tanto este oficio que lo odio por hacerme sentir.

Ese fue, si me apuran, el mejor resumen, la enseñanza más lúcida que nos dejó el concierto. Un tipo cantando su verdad, dejándose los dedos en las cuerdas de su guitarra, rasgando la voz hasta quebrarla, entre las mesas de un bar, sin escenario ni focos. Real como la vida misma. Estrenó alguna canción nueva (Tus besos sin mí), en la que demostró el mismo buen tino poético que en las ya conocidas. Conmovió con Solo tú, dedicada a su madre, y Besos de King Kong, escrita para su hija Leyre, con nuevo disparo de sinceridad: Si me preguntas qué es rendirse, no lo sé, soy músico, y dejó para el final los temas más esperados por sus seguidores, como Pan y circo o Aire, viento y dinamita. Y una primicia: tocó la canción que dará título a su próximo trabajo: La verdadera historia de todas mis mentiras. Gran velada de música sin ornamentos. Belo, dignificando el oficio.