de vez en cuando las series de producción propia pegan un aldabonazo por su creatividad, originalidad, interpretación y argumento. Ejemplos como Velvet o La casa de papel muestran la potencia de la producción autóctona, que ha vuelto a mostrar su potencia con la serie Matadero; una serie de crímenes, pasiones, truculentos momentos y sangre a borbotones, que triunfa en las noches de los miércoles.

Mezclar en la coctelera de guionistas un asunto de contrabando de cocaína al pormayor con relaciones personales/pasionales, complejas y variadas, desde una mujer despechada hasta otra perdida por las carnales tentaciones de su jefe, pasando por un joven mando de la Guardia Civil en un pueblo (Cubillo de Uceda) dejado de la mano del Señor, es prometedora combinación para una narración in crescendo, cuya finalización está próxima, y se desconoce por dónde irán los derroteros finales de protagonistas, antagonistas y otros muñecos del guion y trama. El ritmo impuesto a las secuencias permite al espectador regodearse en detalles, vestimentas y elementos de un paisaje mesetario, seco, plano donde la acción transcurre fuera del tiempo. En lenguaje cinematográfico estaríamos ante un producto de miedo, thriller, que te pone temblando, agitado de los nervios y acojonado terror, en coloquial lenguaje. En la última entrega asistimos a una escena de sexo, de calentura, de ardiente deseo carnal entre un mafioso (Pascual) y la viuda (Almudena), que quedará como una de las secuencias de tensión amorosa más intensa de la temporada. Cerdos, droga, asesinatos, casualidades, personal en ebullición amorosa, mafiosos procedentes de la vecina Portugal, relaciones sin resolver y la increíble presencia de Pepe Viyuela, que borda y mantiene la interesante trama con un excelente plantel de actores y acompañamientos musicales variados y sorprendentes que mejoran imagen y texto.