Es difícil definir en una sola palabra a Alfredo Díaz de Cerio. Se trata de un artista polifacético y nada fácil de encasillar, con una gran sensibilidad ante la vida y una inquietud por la experimentación de nuevas técnicas, con las que expresó su forma de ver la vida y su mundo interior. Sus obras pasan de la abstracción a la fidelidad al mundo real y muestran con fuerza una personalidad creativa e independiente en la que. Realizar un recorrido por toda la trayectoria de este pintor, escultor y poeta nacido en Mendavia en 1941 nos permite observar una evolución constante en su obra, en la que nunca se pierde su estilo. Y esto ahora es posible con la retrospectiva que el Ayuntamiento de Pamplona ha organizado sobre este artista en el Palacio del Condestable que, bajo el nombre de Habito en mi memoria/Nire oroimenean bizi naiz, permanecerá abierta al público hasta el 7 de abril.

A través de 101 cuadros, dibujos y esculturas, la exposición recorre las cuatro décadas de trabajo de Alfredo Díaz de Cerio, fallecido en 2008 en Pamplona, en una evolución por diferentes estilos. En el catálogo, el crítico de arte José Corredor-Matheos apunta cómo este artista fue un creador singular, con una dedicación poética, plástica, intensa y fructífera. “En todas sus obras se puede apreciar su estilo; sabemos que esta exposición tan grande está formada por piezas creadas por el mismo artista, y no todas las exposiciones dan esa sensación”, dijo ayer, durante la presentación de la muestra ante los medios. Para el crítico, siempre ha habido una relación “muy estrecha entre la pintura y la poesía”, y una buena representación de ello es Alfredo Díaz de Cerio, ante cuyas obras “hay que detenerse y dejar que entren en nosotros y nos impresionen, aunque no las entendamos, porque eso es lo que realmente vale”.

La exposición refleja “el carácter multidisciplinar de un artista que fue creador plástico y poeta al mismo tiempo, dos facetas que fueron una constante en su trayectoria”, subrayó el hijo del mismo y comisario de la muestra, Alfredo Díaz de Cerio, para quien el visitante podrá reconocer un intento “por explicar su visión particular del mundo, así como la profundidad de su vida”, y que de sus poemas surgieron “una cantidad de colores, formas, materia en su esplendor, así como ligereza y delicadeza”. La muestra comienza con el óleo sobre lienzo Puente sobre el Rhin, Colonia, de 1973, en el que los edificios, el agua y el cielo se desvanecen en una línea procedente del impresionismo. Aquellos fueron los años de su fructífera estancia en Alemania, en la que aparecen obras continuadoras del surrealismo, sin llegar a la descomposición de la imagen de la realidad. Corredor-Matheos recoge en el catálogo la voluntad de recrear las formas y recuperar su sentido sin que el autor se abandone a las tendencias predominantes, inclinadas a la disolución de la realidad. En la evocación del mundo figurado que hace el artista se encuentran formas claras y de un significado simbólico como el triángulo, siendo menos directa la representación de lo real en pinturas que tienen carácter orgánico.

Las formas orgánicas continúan durante los siguientes años, con diferentes tonos de gris combinados con otros rojizos, azules y crema claro, hasta que se produce un cambio importante: empieza una serie con técnica mixta en la que incorpora diversos elementos tomados directamente de la realidad. Las figuraciones en óleo sobre lienzo se mantienen y diversifican sus formas orgánicas, mientras que la materia se hace más realista y funde más las formas con los fondos. “Arropa el metal y lo introduce como un elemento más”, dijo el hijo del artista, para quien las obras de esta nueva época “presentan una vida interna fuerte que siempre estuvo en relación con la poesía”. Pero a mediados de los años 90 recupera una visión figurativa, muy realista, en la que se adivinan las experiencias y aportaciones hechas durante sus etapas más experimentales. Muestras de este tipo de pintura son algunos bodegones, plenamente figurativos, y los paisajes. Ya iniciado el nuevo siglo reaparecen visiones en las que la realidad no tiene la nitidez de aquellos años, con fondos nublados y formas pequeñas que parecen continuar las líneas de la pintura matérica.

“A pesar de pasar por diferentes tendencias, Alfredo Díaz de Cerio fue un artista que siempre miraba hacia delante; su obra fue un germen en continua evolución, no destrucción”, apuntó el comisario, a lo que José Corredor-Matheos agregó que la exposición permite observar una “acción positiva que va en crecimiento constante”, que sigue el “desarrollo de la vida”. En este sentido, el hijo del artista comentó que durante toda su vida ha visto a Díaz de Cerio como “desde una visión muy particular. Siempre he visto a una persona muy trabajadora, que vivía en libertad, sin estar acotado por ningún movimiento ni institución”, contó, y concluyó: “Espero que la gente disfrute de esta libertad del artista plástico”.

La muestra, que está incluida en la serie Revisiones. Artistas navarros del siglo XX del Ayuntamiento de Pamplona, se puede visitar en horario de lunes a sábado, de 10.00 a 14.00 horas y de 17.00 a 21.00 horas.

Faceta como poeta. Alfredo Díaz de Cerio compaginó su tarea plástica con una faceta poética y publicó nueve libros de poemas y obtuvo numerosos premios. Sus temas cantan el ansia de amar y ser amado, la presencia de la muerte y su negación en la sed de permanencia, como la otra cara de vivir. Sus escritos muestran, igual que sus obras, la “particular” visión que tuvo del mundo este autor.