pamplona - “No sabemos cuántas horas de sueño se han quitado para realizar estos trabajos quienes están hoy aquí, pero nosotros se lo agradecemos”. Así hablaba ayer Germán Esparza, de Katakrak, durante el acto de entrega de los Premios de las Librerías 2019 celebrado en el Museo de Navarra. Una cita organizada por segundo año consecutivo por la Asociación Diego de Haro en la que se destacó el trabajo de Santiago Lorenzo, autor de Los asquerosos (Blackie Books), considerado mejor libro en castellano; de Harkaitz Cano, artífice de Fakirraren ahotsa (Susa), mejor libro en euskera, y de Júlia Sardà, ilustradora de Los Liszt, mejor libro ilustrado.

Como explicaron Josune Larrañaga (Elkar Leyre) y Esparza al comienzo del evento, estos galardones pretenden poner en valor la labor de las/os libreras/os, un empeño “titánico” a juzgar por la cantidad de novedades que se publican cada año en el Estado español, que rondan las 60.000. “No podemos leer libros en nueve minutos”, incidió Esparza, que dijo que, en ocasiones, se convierten en “una reinvención moderna del mito de Sísifo”, aunque cuando llegan a la cima alcanzan una “recompensa” en forma de “joyas” literarias como las que han premiado este año. Títulos que creen que merecen ser “rescatados” de los “almacenes de celulosa, cola y ácaros” en los que acaban casi todos los libros cuando no los reducen a cenizas. Estas lecturas y los “momentos emocionantes” que proporcionan “nos dan energía para trabajar de lunes a sábado”, añadió el librero, que expresó su agradecimiento a los galardonados y, por extensión, a las editoriales, al Museo de Navarra por cederles el espacio donde por la tarde celebraron un encuentro con el público, y a la Escuela de Arte de Pamplona, ya que tres de sus estudiantes de Técnicas Escultóricas han diseñado y confeccionado los trofeos que recibieron Sardà, Lorenzo y Cano.

degustación de detalles Vicky Lizarraga, de Walden, y Marta Martínez, de Ménades, fueron las encargadas de entregar el premio a Júlia Sardà, cuyo trabajo en Los Liszt “enamora desde la portada”. Un trabajo al que hay que volver una y otra vez para “desgustar todos los detalles” de estas ilustraciones “a medio camino entre Wes Anderson y La familia Adams”. Sardà agradeció el reconocimiento, “el primero que me dan”, y lo valoró porque su oficio implica “muchas horas de trabajo y un camino de tinieblas sin seguridad de si llegarás a algo o no”. Además, subrayó que este “pequeño libro existencialista” es “muy especial” porque, aunque dé miedo, “es importante hablar del absurdo”.

la ficción ayuda a la realidad Marcela y Pablo Abarzuza, de Abarzuza y Elkar Comedias, hablaron de Fakirraren ahotsa, de Harkaitz Cano, novela de la que destacaron que “siendo ficción, ayuda a comprender la realidad” de un personaje del que conocíamos su música, algunas de sus opiniones, su mito, incluso, pero no cómo buscó su propia voz y las peripecias íntimas que atravesó a lo largo de distintas etapas de su vida. “Tiene un estilo y un discurso propios” y a la vez es una historia clásica, “sobre la vida”, de ahí que haya gustado tanto. Cano agradeció el premio y comentó que, aunque no siempre sucede, en ocasiones pasa que “se consigue provocar la reflexión en los demás, llegar a su interior, y parece que este libro lo ha logrado”. Sobre los galardones, apuntó que suelen ser accidentales, “así que cuando llegan hay que aceptarlos”, como una especie de “antídoto para sobrevivir en el mundo pomposo de la literatura”.

libreros y camareros Elena Eslava, de Arista, y Miguel Iglesias, de Letras a la Taza, fundamentaron el premio a Santiago Lorenzo en haber creado una novela, Los asquerosos, “canalla y divertida, llena de buenas dosis de humor y de filosofía”, en la que describe el día a día de “un Robinson Crusoe rural”. Se trata de Manuel, a través del cual “nos retrata al ser humano y sus necesidades básicas”, desnecesidades en su caso, ya que este personaje bien podría ser “el terror de actual sistema consumista”. El autor, nacido en Portugalete, contó que está intentando aprender euskera, aunque “no tengo con quién practicarlo, casi no puedo practicar ni castellano”, bromeó, aunque no tanto, ya que vive en una aldea de Segovia de 15 habitantes. Y sobre las librerías señaló que son “las únicas tiendas que siguen oliendo bien” y, aunque trató de compararlas con los bares y a los libreros con camareros, lo cierto es que los primeros “suelen ser personas vocacionales que no se explican sus vidas si no es estando allí, con tantas ganas de hablar y de aconsejar al cliente como este tiene de recibir consejo y de parlotear”.

Artífices de los trofeos. Diseñaron y confeccionaron los trofeos Mattin Macías, de 19 años; Itxaso Cabodevilla, de 20, y Julen Burguete, de 25. Los tres son alumnos de 2º curso de Técnicas Escultóricas de la Escuela de Arte de Pamplona.