De las dos grandes narraciones bachquianas de la Pasión, este año el Baluarte nos trae la de San Juan. Sobre el papel, el elenco elegido es uno de los mejores; por lo menos en cuanto a planteamientos historicistas y al prestigio que siempre aportó el ya desaparecido Brüggen a la orquesta Siglo XVIII. De entrada hay que decir que la versión de Daniel Reuss, el actual director, fue dinámica, con tempi apropiados a la teatralidad del relato, con súbitos attaca del evangelista, que dan fluidez a la sucesión de números, con algunos lentos emocionantes -viola de gamba, tiorba, aria- llevados al matiz en pianíssimo, y con una seguridad absoluta en todas las filas; esa seguridad que surge de la preparación concienzuda. Pero la versión no fue sublime -como todos esperábamos- porque fallaron -unos más que otros-, los solistas de las arias. Afortunadamente, el tenor evangelista, y el barítono que hacía de Jesús, salvaron las intervenciones a solo. El coro y la orquesta, también, estuvieron a la altura de la obra.

El tenor Thomas Walker bordó su rol de narrador imprimiéndole un plus de teatralidad que, a esta pasión, yo creo que le va muy bien, porque aquí hay menos arias que en la de San Mateo, y es el evangelista el que establece diálogos más dilatados, como el de Pilatos, por ejemplo, muy bien respondido por el solista del coro. Hay versiones más austeras en este papel; pero la de Walker me pareció muy rica y acertada, con una voz potente, pero de oratorio, unas subidas, en piano, al agudo dejadas en la trascendencia, y unos arrebatos -dando entradas a la chusma-, violentos e imprecatorios. El otro gran solista fue Henk Neven como Jesús: hierático, muy bien colocado delante del director, transmitió una autoridad, digamos, divina. Todo lo que salía de su boca fue dogma de fe. Voz lo suficientemente cavernosa para cimentar la autoridad, pero también clara y homogénea en toda su narración. Julia Doyle -soprano- tiene una voz de oratorio, salvó bien sus arias, aunque, quizás un poco justa de volumen: fraseó bonitamente su aria Ich folge dir, y puso sentimiento en la maravillosa Zerfliesse. Al contratenor Daniel Elgersma apenas le oímos: su primera aria Von den Stricken pasó desapercibida para la voz. Es verdad que siempre los contratenores tienen el problema del volumen en los grandes auditorios, pero es que no dio los mínimos. Se redimió un poco en el aria Es ist vollbracht, gracias a la tensión que pusieron la viola de gamba y la tiorba en la introducción -sublime molto adagio-, y a su mínimo volumen de acompañamiento. Tampoco estuvo a la altura el tenor Andrew Tortise: en Ach mein Sinn, golpeó y solo apreciamos lo más agudo; en la impresionante Mein Herz, estuvo opaco, una pena. El barítono Nicholas Mogg, salvó su parte, pero sin deslumbrar. La orquesta, con el detalle de tiorba en vez de clave, muy bien. Y el coro, que estuvo algo titubeante en el comienzo Herr -quizás porque ese tramo también sea un tanto enrevesado-, fue ejemplo de conjunción en los corales; y de claridad absoluta, en todos los roles que asume.