cannes - La radicalización religiosa de los jóvenes preocupa en muchos países de Europa y es el tema en el que ahondan los hermanos Dardenne en Le jeune Ahmed, una película presentada ayer en la competición del Festival de Cannes, donde fue recibida con frialdad. Un tema interesante pero que los cineastas belgas cuentan con demasiada distancia y sin explicar las razones que llevan al joven Ahmed, de 12 años, a abrazar el lado más fanático del islam, aunque no se tata de un fenómeno exclusivo de esta religión.

“Está en la historia del cristianismo, el asesino de Isaac Rabin en Israel era un fanático religioso judío, pero aquí (en Europa) hablamos del islam porque lo relacionamos con todos los atentados desde los de 2001”, explicó Luc Dardenne en rueda de prensa.

Lo que les interesaba a los realizadores belgas no era tanto mostrar los motivos sociales o económicos detrás de la radicalización de Ahmed sino el poder de la religión, ver cómo “puede invadir el espíritu de alguien hasta el punto de hacerle querer matar a alguien que no piensa como él”.

Pero es precisamente esa falta de contexto lo que se echa de menos en el filme, en el que es difícil empatizar con Ahmed porque se desconoce el proceso que le ha llevado al punto en el que está. Ahmed, interpretado por el debutante Idir Ben Addi, es un preadolescente belga que se aleja de su familia al mismo ritmo que se acerca a un imán extremista que le hace obsesionarse por la pureza propia y la impureza de los que no cumplen estrictamente los preceptos del islam.

En la película, los realizadores buscaban contar cómo “devolver a Ahmed a la vida”, mostrar el proceso en el que están implicados educadores, psicólogos o la madre para revertir esa radicalización.

Por eso eligieron a un joven, a un preadolescente, porque está en una edad en la que aún puede cambiar. Es un momento de la vida en la que se empieza a separar de su familia y trata de buscar su identidad fuera del entorno familiar. “Podría haber encontrado a alguien con ideales humanitarios pero encuentra a alguien que le conduce hacia el odio, que es también un ideal fuerte”, apuntó Luc.

Aunque Jean-Pierre resaltó que “una película no es un tribunal” y que no se trata de juzgar el comportamiento del joven.

Es más bien “una película de paz” con la que han querido demostrar que “la vida es siempre la más fuerte, que los fanatismos siempre han sido vencidos por la vida. A veces es difícil vencerlos, regresan, pero al final siempre pierden”, agregó.

Pese a que muchas veces da miedo el hecho de que “es imposible entrar en la lógica de los otros, que creen que tienen toda la razón”, precisó Luc. - Efe