partiendo del zortziko, generar una coreografía a partir de lo que uno es y sus aprendizajes y de lo que aportan los demás. Desde lo propio a lo contaminado. De la raíz a la fusión. Es lo que propone Soliloquios, un proyecto ideado por Jon Maya a invitación del Museo Universidad de Navarra al que se sumaron otros dos bailarines, Israel Galván, procedente del flamenco, y Cesc Gelabert, maestro de danza contemporánea, y el músico Luis Miguel Cobo, que ha generado una experiencia sonora de gran carga emocional. Se trata de una producción exclusiva para las salas del centro de arte de Pamplona, con cuyas pinturas, culturas e instalaciones se mezcla y dialoga y donde podrá verse mañana, el viernes y el sábado. Los tres días a las 20.00 horas. Las entradas cuestan 16 euros.

“Este espectáculo tiene mucho que ver con el ADN del museo”, explicó ayer a los medios su director, Jaime García del Barrio. “Aquí tratamos de que las artes convivan y en este caso la danza no solo dialoga con obras de arte, sino también entre sí, entre tres tipos de danza diferentes”, agregó. Teresa Lasheras, responsable de producción de artes escénicas del MUN, contó que el encargo a Jon Maya surgió en 2017 poco después de que Kukai, la compañía del coreógrafo guipuzcoano, estrenara Oskara, que le valió el Premio Nacional de Danza. “Entonces descubrimos que había algo que nos unía mucho a su trabajo, que es el modo en que a partir de la herencia cultural, del patrimonio y de las raíces propias se generan nuevos procesos creativos”. En ese momento le invitaron a que visitar el MUN y a que “se inspirara con total libertad”. “Poco tiempo después nos propuso esta pieza, que para nosotros ha sido un regalo”, y más con la incorporación de Gelabert y Galván, subrayó Lasheras. A los tres y a Luis Miguel Cobo, “el músico de la danza”, les agradeció la generosidad que han tenido al abrir el proceso durante estos meses a estudiantes y a algunos espectadores “interesados en conocer cómo se monta un espectáculo de danza desde la idea”.

zortziko en los cimientos Jon Maya declaró que si bien se conocían de colaboraciones previas, nunca habían trabajado los tres juntos. Y se mostró agradecido por “la libertad” que le dieron desde el MUN para pasar unos días y ver las obras y los espacios. “Fue un placer”, incidió el de Errenteria, que el lunes por la noche estaba en Valladolid en la ceremonia de los Max, donde Sharon Fridman fue premiado por la coreografía de Erritu, lo último de Kukai. En aquella visita las ideas fueron surgiendo “de manera intuitiva”, y así como él se siente “identificado” con artistas como Chillida, Oteiza o Manu Muniategi, “cuando vi la sala de Tàpies pensé que podía ser la casa imaginaria de Cesc Gelabert y me lo imaginé bailando en ella”. Y lo mismo le pasó con Israel Galván. “Esto es un encuentro entre diferentes miradas a la danza, entre personas que trabajamos desde la raíz y a la vez desde un lugar abierto desde el que poder cruzar distintos lenguajes”, señaló Maya. Sobre la música, apuntó que la composición de Luis Miguel Cobo, con el que ya había colaborado en Erritu, “es una instalación sonora, una obra de arte en sí misma”.

Los tres bailarines ejecutarán su solo a partir del zortziko. Maya fue el primero en crear el suyo, dirigido por Gelabert, luego este hizo una versión de esta primera pieza y Galván otra a partir de la primera y de la segunda. “Ha sido muy bonito ver cómo se iban sumando capas al proceso”, comentó Maya, que si bien no podrá bailar en la sala dedicada a Oteiza por sus reducidas dimensiones, sí lo hará en la que hay una pieza de Chillida, uno de sus referentes. “Chillida hablaba de que el árbol tenía que tener las raíces muy fuertes para que las ramas luego se abrieran libremente al mundo, y Oteiza apostaba por ser universal profundizando en lo que es uno; yo comparto esas ideas”, de manera que bailar junto a estas obras está siendo una experiencia “muy rica”.

Por su parte, Cesc Gelabert recordó que Rafael Moneo fue profesor suyo de arquitectura y que, aunque “el edificio del museo no me gusta mucho por fuera, por dentro es impresionante, muy poderoso”. Respecto a su solo en la sala Tàpies, dijo que este espacio respira “una coherencia museística brutal” con el artista, y permite realizar muchos gestos que recuerdan a sus obras. “Cuando tenga a todo el público a mi alrededor sucederá algo interesante”, añadió. Para Israel Galván, esta era una oportunidad que no podía perderse. “Que me paguen por bailar con Cesc Gelabert...”, bromeó, y se sintió “afortunado” de poder “bailar en espacios como estos en los que habitualmente no se bailar” y a los que quiso llegar “totalmente limpio”, para “vivir el encuentro y que la contaminación me diera de lleno”. “La contaminación es constante”, retomó Maya. En cada ensayo, con las obras de arte, con los otros bailarines y sus bagajes, con la música, con la energía del público... “Adoro la tradición. Este año escribí el manifiesto de la danza en Cataluña, en el que decía que tenemos que poder sumar en el presente, acumular a lo largo del tiempo, para tener memoria y entonces imaginar el futuro”, aseveró Gelabert. “Detrás de los movimientos de los tres hay mucha cultura de la que no somos más que pequeños herederos”, continuó.

experiencia inmersiva Luis Miguel Cobo valoró positivamente las posibilidades técnicas que le han ofrecido para trabajar. “Esta idea era muy difícil desde el punto de vista técnico, porque se trataba de encontrar la resonancia propia del museo”. Y artísticamente también tiene su complejidad, ya que “supone un viaje del público a través de las salas”, de manera que había que generar “una experiencia inmersiva”, en la que la fusión y la mezcla son fundamentales. El resultado es “un festival para los sentidos, con referencias en 360 grados y una realidad sonora artificial que va a rodear al público y va a ponerle en un estado emocional único, irrepetible”, terminó Cobo.

La propuesta. Soliloquios.

Lugar. Museo Universidad de Navarra.

Funciones. Jueves 23, viernes 24 y sábado 25 de mayo, a las 20.00 horas.

Para 150 personas. Es el aforo máximo para cada día. El público se distribuirá en tres grupos de cincuenta personas cada uno y asistirán a los distintos solos de manera consecutiva, uniéndose en el número final en la sala de la instalación El no retorno de Cecilia Paredes.

4 espacios. Sala Palazuelo, Sala Rothko, Sala Tàpies y Sala El no retono de Cecilia Paredes.

Entradas. 16 euros.

Idea. Jon Maya.

Bailarines. Jon Maya, Cesc Gelabert, Israel Galván.

Música y espacio sonoro. Luis Miguel Cobo.

Iluminación. David Bernués.