27-XII-1819. Nacía en Pamplona el pianista más importante de la segunda mitad del siglo XIX español y posiblemente de todo el siglo: Juan María Guelbenzu Fernández.

Figura musical bastante olvidada actualmente, a pesar de haber brillado con luz propia en esa época.

Al celebrarse este año el segundo centenario de su nacimiento, es la fecha adecuada para levantar su memoria y recordar a los navarros, y especialmente a los pamploneses, la relevancia que tuvo Guelbenzu en la música española, un pionero, junto al violinista santanderino Jesús de Monasterio, en la introducción de la música de cámara en España, desconocida totalmente por los melómanos españoles. Gracias a su impagable labor, Haydn, Mozart, Mendelssohn y Beethoven, en su faceta camerística, podían escucharse en España.

La Sociedad de cuartetos creada en Madrid por Monasterio y Guelbenzu e imitada en varias ciudades españolas, supuso la entrada de aíre fresco en aquel ambiente musical español fuera de las corrientes modernas y muy italianizado, que despreciaba el Romanticismo de Liszt, Chopin, Schubert, Beethoven, Berlioz, etc.

Guelbenzu, en su juventud, asistente a las tertulias parisinas de algunos de los músicos citados, mostró a la élite de la música española cual era el camino a seguir. No solo era presenciar las repetitivas puestas en escena de las óperas de siempre de Donizetti, Bellini y Rossini, y el género zarzuelero, el germen y la exquisitez de la música estaba en una íntima sala de conciertos con la compañía de un piano, un violoncelo, una viola y dos violines, instrumentos de la Sociedad de cuartetos.

Un hombre calificado como el señor del piano por su manera de tocar, su elegancia y caballerosidad. Se granjeó la admiración de la aristocracia y de la familia real (de la que fue profesor musical). Eran muchas las fiestas musicales en los palacetes de la burguesía y familias de raigambre que contaban con su aportación. Cualquier acto de gran importancia en el Palacio de Oriente: visitas de reyes, fechas señaladas y conciertos, era imprescindible su presencia.

Como organista de la Real Capilla, cargo reservado a lo más selecto, participó en la mayoría de las instituciones y organismos que se montaban para la buena marcha de la música. Sarasate y Gayarre , deseosos de demostrar su arte en las dependencia del Palacio Real ante los reyes y séquito, así como de estos en oírles, tuvieron que contar con Guelbenzu como su introductor y acompañante al piano.

Hombre de profundas convicciones monárquicas, se vio obligado a exilarse a París al declararse la 1ª República, regresando con el reinado de Amadeo I. Lo que hizo resucitar con todo su esplendor a la Sociedad de cuartetos, a pesar de haber sido sustituido en ese interregno por otro gran pianista navarro, el iruritarra Dámaso Zabalza.

Guipúzcoa fue para él su segundo hogar, casi todos los veranos los disfrutaba en Donostia, Zarautz y Getaria; tierra a la que dedicó varias de sus composiciones pianísticas.

Sería interminable citar todas las primorosas críticas que le dedicó la prensa madrileña: “pulsación aterciopelada”, “las teclas se movían a impulso de una corriente eléctrica”, “el hombre de los matices inverosímiles, sin rival en la expresión, en la delicadeza y el sentimiento”, “hace hablar al piano, llena de armonía el espacio”, escucharle una sonata de Beethoven “es una de esa victorias reservadas a pianistas como Guelbenzu”, etc, etc.

No podemos olvidar que vivió en medio una generación de músicos navarros que lideró la música española, como jamás se ha repetido: Eslava, Gayarre, Sarasate, Zabalza, Gorriti, Íñiguez, Arrieta, Gaztambide, etc, con los que compartió días de gloria y de admiración de la música navarra por el resto de las regiones españolas.

Creemos los abajo firmantes, por todo lo escrito y más, que Juan María Guelbenzu merece el recuerdo que nos proponemos ofrecer con la conferencia-coloquio y el recital pianístico hoy día 4 a las 19.30 horas en el Nuevo Casino Principal, con la colaboración impagable de esta institución y de la Sociedad Cultural Pregón.

Lector, esperamos tu presencia como un homenaje a Juan María Guelbenzu.

Jesús María Macaya (conferenciante) y Pascual Jover (pianista)