pamplona - Acciones físicas, imágenes, danza, trabajo vocal y un espacio sonoro que lo envuelve todo. Son los mimbres con los que acostumbra a trabajar la Compañía Ferroviaria de Valencia, que con Antígona se adentra por primera vez en los clásicos griegos y lo hace apostando por una puesta en escena actual y renovada para presentar a esta mujer cuya valentía sonroja a todos los mortales que no se atreven, como ella, a defender lo que considera su derecho. El conflicto entre la moralidad y la legalidad, la crueldad de la guerra y la ausencia de justicia para los perdedores, el feminismo, la familia... Son algunos de los asuntos que aborda esta adaptación que suena a Niño de Elche. Paco Macià, director artístico de la compañía, desgrana los entresijos del montaje inaugural de Olite.

Esta es la primera tragedia griega de Ferroviaria, ¿por qué en este momento y por qué ‘Antígona’?

-Antígona habla de la mujer, de cómo se enfrenta al poder, pero la nuestra también habla del patriarcado, de la memoria histórica, de los muertos en las cunetas... A esto se le sumó que había varias actrices de la compañía que querían hacer la obra y, desde el punto de dirección, a mí me interesa mucho el trabajo de creación desde los clásicos, entendiéndolos como lo que perdura en nuestra conciencia, en nuestro intelecto y en nuestras emociones. En ese sentido, he seguido la línea de Jan Fabre, con Monte Olimpo, que me resulta muy afín porque vengo de la danza y del teatro físico. Había elementos y puntos de encuentro muy fuertes entre todos y por eso la hemos hecho.

La obra original la escribió Sófocles, aunque en este caso han realizado una propuesta intertextual, con fragmentos de otros autores.

-Hemos partido de Sófocles, del que hemos mantenido textos que hoy en día suenan tan actuales como hace tres mil años, pero también hemos cogido textos de las versiones que hicieron Anouihl y Brecht. A la vez hemos introducido otros que abordan nuestra memoria histórica reciente, como los de la obra Antígona furiosa, de la argentina Griselda Gambaro, y de otros referentes.

Es tremenda la resonancia de los clásicos en general y de ‘Antígona’ en particular en estos momentos.

-Resuenan y no nos queda más remedio que hacer caso a esas resonancias, porque siguen hablándonos de cosas que han sucedido desde entonces hasta ahora. Están impregnados en nuestra genética y en nuestra manera de entender la vida y el mundo.

Antígona es uno de los personajes femeninos más emblemáticos dentro del teatro universal.

-Sí, la verdad es que se han hecho muchas Antígonas. Nuestra aportación viene del teatro físico, del movimiento, y de una elección de textos que nos presenta a una Antígona intemporal. Es curioso, ha habido tiempos, por ejemplo los de los nacionalismos del siglo XX, en los que esta obra era un referente de la necesidad de respetar el orden establecido, el sistema, el grupo frente al individuo, presentando a esta mujer como ejemplo de lo que no había que hacer. Afortunadamente, después se rescató como referente feminista y como referente de la verdad frente a la mentira y la manipulación.

¿Cómo fue el proceso de creación de este montaje? ¿Qué papel ha tenido el Niño de Elche?

-Nosotros creamos a partir del teatro físico y de objetos, y en este caso ha tenido un papel muy importante Niño de Elche en la creación de la música y del espacio sonoro, para lo que estuvo muy cerca del proceso y presente en los ensayos. Ha generado unos ambientes extraordinarios que nos ayudan a contar la historia y que sobrecogen. Desde una música muy íntima a otra muy cercana al flamenco.

¿Cómo definiría a la Antígona a la que ha dado cuerpo y alma Eloísa Azorín?

-Eloísa ha creado a una mujer que se dirime entre la vida y la muerte. Este es uno de los grandes conflictos de la obra junto con la vejez, la comunidad, la juventud, la comunidad y el individuo, los dioses y los hombres. Pero este, sin duda, es el más grande, porque estamos ante una mujer que dice que no le importa morir por sus ideales, no le importa llegar hasta el final por aquello en lo que cree. Al final, lo que esta obra nos viene a decir es que, en la medida en que todos seamos capaces de ser Antígonas, podremos construir nuestra realidad a partir de la valentía, de luchar por aquello en lo que creemos.

¿Quién o quiénes podrían ser Antígona hoy? ¿Se han fijado en algún referente o personalidad histórica o actual?

-Juana de Arco es nuestro referente más claro. Rosa Luxemburgo podría ser otro. Hay Antígonas a nuestro alrededor, sin duda.

¿Y Creonte?

-Su texto en la obra es el discurso de investidura de Bashar Al-Assad. Decidimos sustituir ese fragmento de la obra de Sófocles por estas palabras porque cuando las leí me quedé impresionado, parecían propias del original, con la salvedad de que, al ser actuales, se nos hacían muy cercanas. Nos permitían mostrar que, centrándonos solo en la dialéctica, algunos discursos de Al-Assad o de Trump, por ejemplo, pueden parecer hasta convincentes si no tienes una contrainformación. Y lo que nos enseña Antígona es, precisamente, a saber leer esas palabras, a hacer esa contralectura y a ver a esas personas como los déspotas crueles que son.

Reconozco que Antígona es una mujer que me atrapa, pero que al mismo tiempo me intimida porque me saca los colores con su tremenda determinación y su valor.

-Nos saca los colores a todos. Si estuviéramos en su situación, seguramente reaccionaríamos de otra manera como los humanos miedosos que somos.

Y, sin embargo, el teatro tiene esa función de espejo, esa capacidad de mostrarnos modelos como este.

-Es la catarsis griega, que te emociona, te aterroriza, te sacude y te conmueve para que reacciones. El teatro griego es tan interesante porque los personajes llegan al límite siempre.

Esta obra en particular puede hablarnos también del papel que pueden jugar las mujeres en los conflictos bélicos y políticos.

-Hay que tener en cuenta que Antígona muere y en este punto nosotros hemos querido respetar lo que escribió Sófocles también por la cantidad de mujeres que acaban muertas por defender sus posturas ante el poder establecido del machismo. Pero, independientemente de eso, sí que es una obra que sirve para ver a una mujer valiente que da testimonio de lo que siente y de lo que defiende. Creo que poner Antígona sobre un escenario hoy en día puede servir muchísimo porque tiene un discurso muy veraz y también muy político. Antígona no solo es la hermana de Polinices, sino que defiende un derecho natural, de las personas de enterrar a sus muertos. Y de esta manera reclama un equilibrio en el paso de la vida a la muerte, diciendo que ya que el hermano está muerto, que le dejen enterrarlo según sus ritos y sus creencias, y que no se lo nieguen por muy traidor que haya sido. Antígona reivindica unos derechos que son muy íntimos, pero a la vez políticos.

Hay una contraposición clara en esta historia entre legalidad y moralidad.

-Eso es. Este es uno de los grandes conflictos de la obra. Por eso decía antes que en algunas épocas esta obra ha tenido distintas lecturas según los intereses del poder. Los griegos pusieron el punto de vista en la mujer como una heroína que defiende a la familia, frente a hombres tiranos. En ese sentido, fueron los primeros feministas. Antígona defiende aquello a lo que cree que tiene derecho moral y político. En ese sentido, podríamos decir que está cerca de Michelle Obama o de Michelle Bachelet, dos mujeres que luchan por que se respeten los derechos humanos.

Qué actual resulta en este país la historia de una mujer que pide enterrar dignamente a su hermano. Cuántos muertos aun sin localizar en cunetas y fosas comunes. Y cuánta incomprensión por parte de un segmento de la sociedad ante algo tan elemental.

-Cuando estábamos preparando el montaje éramos conscientes del paralelismo y sabíamos que podíamos llevar la obra directamente a la guerra civil española e incluso cambiar a Creonte por un general del ejército franquista, llamar Lola a Antígona... Pero no quisimos ser reduccionistas porque el personaje es un mito universal que por sí mismo iba a ir trayendo todas esas cosas. Y así fue. Primero llegó a través de las músicas de Niño de Elche, luego mediante documentos que aparecieron de las fosas de Paterna... El paralelismo es tan evidente... Aquí también hay hermanos enterrados en cunetas sin darles una sepultura digna y sin que algunos partidos políticos que han ostentado el poder se hayan interesado lo más mínimo en resolver el problema.

En este país hay incluso gente que niega que existan esas fosas o que directamente quieren silenciar el asunto.

-Y así no habrá manera de que llegue la paz. Es que hasta que no haya una reflexión histórica de lo sucedido y se permita a las familias recuperar a sus seres queridos esto no pasará, da igual si los que quedan son los nietos o los bisnietos. Cuando estrenamos la obra en el Teatro Principal de Valencia, celebramos un coloquio con la asociación de familiares represaliados de Paterna, donde hay una fosas franquistas enormes, y entonces me di cuenta de que los nietos vivían lo que contaban como si lo hubieran experimentado en primera persona. Esto no se les va a pasar. La herida no se curará si no hay sanación y la sanación nos corresponde a todos. En la obra hay un monólogo explícito de Antígona sobre los muertos en las cunetas.

Pues abren el Festival de Olite con esta obra tan vigente.

-Sí, y tenemos muchas ganas. Esperamos que la obra guste y sobre todo que la gente entienda la lectura, que hay que seguir reinterpretando el teatro griego en nuestra contemporaneidad. Porque nuestra versión es fiel y respeta el original, pero acercando temas de hoy en día y con una puesta en escena muy actual.