madrid - Cuenta Joan Báez que quiso “cambiar el mundo” antes de saber cantar, un espíritu combativo sólido que, tras 60 años de carrera musical, la acompaña en una última gira mundial que pasará esta semana por España, sin pelos en la lengua a la hora de denunciar lo que considera injusto. “Sí, sigo pensando que en España hay presos políticos”, dice al recordar su última actuación en el festival de Cap Roig, en 2018, cuando les dedicó una versión de Viatge a Ítaca de Lluís Llach.

Báez (Staten Island, 1941) regresará en unos días a la Península, en donde actuará el miércoles en el Jazzaldia de San Sebastián con motivo de su gira de despedida Fare Thee Well... Tour 2019. El evento, de libre acceso, tendrá lugar en el Escenario Verde situado en la playa la Zurriola. Tras la actuación de Báez, donde será más que probable que interprete el clásico de Mikel Laboa Txoria Txori, incorporada hace años a su repertorio, será el turno de Jamie Cullum, “uno de los más populares y clamados representantes del jazz vocal”, según enfatizaron los responsables del festival.

Por otra parte, la cantautora ofrecerá un concierto en el Festival Jardins Terramar de Sitges el jueves y el sábado en el Espai Port de Sant Feliú de Llobregat (Barcelona), antes de plantarse el domingo en el escenario del Teatro Real de Madrid como gran cabeza de cartel del último Universal Music Festival.

“Estoy muy satisfecha con todo lo que he hecho en mi vida, estaré muy feliz de estar en España y lo estaré también cuando termine esta gira”, subraya la artista estadounidense de orígenes mexicanos, que destacó tanto por su faceta de música como por la de activista por los derechos humanos. A este respecto, relata precisamente que el otro día rescató una carta dirigida a sus padres con unos 14 años, cuando aún no había aprendido a cantar, en la que ya les manifestaba “lo importante que era cambiar el mundo. De alguna manera hubo cambios que provoqué y cambios de los que fui parte, como todo el movimiento de los derechos civiles”, señala orgullosa, al rememorar por ejemplo su implicación en la lucha “del doctor (Martin Luther) King”, cuando rechazó actuar en recintos que discriminaran a la población negra y ofreció una gira por el sur de EEUU que solo recaló en universidades de negros.

Víctima ella misma del racismo y educada en una familia de profundas convicciones sociales, Báez piensa sin embargo que no cabe aplicar la ley del talión con los intolerantes. “No hay que aplicar la censura, solo educación”, afirma.

En 1960 publicó su primer álbum, Joan Baez, y pronto se convirtió en un icono de la música folk y del feminismo. “En esta industria, la auténtica lucha era la de una mujer que, por ejemplo, quisiese ser ingeniero de sonido, algo que solo eran los hombres, y es ahí donde sigue, por eso no soy un ejemplo representativo”, señala, restándose méritos quien ha sido modelo para otras artistas como Emmylou Harris o Joni Mitchell.

Debutante con tan solo 18 años, fue además una de las famosas participantes del festival de Woodstock, del que este año se cumplen 50 años. “A veces cuando tomas parte de algo sabes que perdurará. Fueron tres días en una situación extraordinaria. Allí estaba la gente fumando hierba por todas partes y la Policía no podía arrestar a nadie. Para mí, Woodstock representa un período de la historia y fui muy afortunada de vivirlo”, rememora. Fue también una experiencia irreproducible, por lo que no duda en calificar de “negocio estúpido” los recientes intentos por aprovechar el aniversario para montar un nuevo Woodstock.

Además de por su faceta de compositora, Báez pronto destacó por su ojo para versionar canciones de algunos de sus compañeros de generación, como Bob Dylan, cuya carrera ayudó a impulsar cuando ella ya era una estrella y al que acompañó entre 1975 y 1976 en la gira Rolling Thunder Revue, sobre la que Martin Scorsese ha dirigido un documental para Netflix. “Echo mucho de menos de aquellos tiempos y me lo pasé muy bien, aunque no volvería a hacerlo. No soy alguien que se regodee en la nostalgia, más bien son esos recuerdos los que a veces me asaltan a mí, cuanto más mayor, con más frecuencia”, reconoce.

Entre sus éxitos figuran temas como We Shall Overcome, escrita por Pete Seeger y Guy Carawan y que ella convirtió en un himno cuando lideró una marcha por Washington en 1963. “Diría que es la reina de las canciones protesta. Sé que no la canto muy a menudo, a no ser que sienta que la necesito realmente y ahora es uno de esos momentos”, apunta. A ese respecto, advierte de que el presidente estadounidense, Donald Trump, “alienta a la gente a comportarse como abusones y supremacistas blancos” y alerta: “Muchos países piensan que eso no podría pasar en sus territorios, pero es posible, muy posible, y creo que deberíamos estar dedicando un 80 por ciento de nuestro tiempo a pararlo”, sostiene.

La responsable de Diamonds and Rust lleva casi un año despidiéndose de las tablas, al tiempo que presenta su último trabajo, Whistle Down The Wind, en el que insertó dos temas de Tom Waits y otros tantos de Josh Ritter. - Efe