Cachondeo, ironía y confrontación conforman el repertorio teatral de Alfredo Sanzol (Pamplona, 1972), que protagonizó ayer un encuentro ante los medios y el público junto a la periodista de El País Rosana Torres en el Parador de Olite.

El autor, que en enero del próximo año tomará la batuta del Centro Dramático Nacional, confiesa que “la pólvora ya está inventada, yo solo trato de innovar con el material existente”, al ser preguntado sobre su fuente de inspiración al crear el argumento de sus obras.

“Un falso serio”. Así es como describe Rosana Torres al dramaturgo navarro que, si bien sus obras nacen del dolor y de la nostalgia, siempre guardan espacio para la comedia. Asimismo, Sanzol tiene predilección por los dúos en el escenario, ya sean de fantasmas o de hermanas, tal y como sucede en La valentía (2018), que presentó anoche en el Festival de Teatro de Olite. “En mi teatro siempre late el deseo de unir puntos que están separados. Para mí, la mejor forma de hacerlo es creando vínculos familiares o de amistad”, apunta. Asimismo, señala que “los dúos son los que sustentan el conflicto de una obra, sino la gente no pagaría por ir al teatro”. A lo que Torres añadió que “en varías de sus parejas literarias vemos a una misma persona desdoblada. Todos llevamos dentro un santo y un asesino, y en las parejas de Sanzol es palpable esa dualidad”.

‘LA VALENTÍA’ El pasado, las herencias y el miedo al cambio protagonizan La Valentía, la obra de Sanzol que abrió el festival la noche de ayer. El dramaturgo explica que el argumento de esta obra surgió a raíz de una casa que su abuela materna tenía en un pueblo de Burgos, y que era en dónde él pasaba los veranos de niño. No obstante, aquel “paraíso”, como él mismo lo llama, se destruyó en los años ochenta cuando construyeron una autovía a pocos metros de la vivienda. “Era obvio que lo mejor era vender la casa, pero mi madre y mi tía se negaban”, explica. “Le debía a esa casa una obra de agradecimiento por haberme acogido durante tantos veranos y a la autopista una obra de venganza”, confiesa. “Debemos saber desprendernos de las cosas, y en ocasiones de las personas, cuando es necesario. Solo así podremos pasar página”, comenta Sanzol. “Mi madre era víctima de la herencia emocional que te hace creer que debes una lealtad a los antepasados, caiga quien caiga, cuando eso es absurdo”, dice. Asimismo, Sanzol alude al derecho penal que “es personal, no familiar”.

No obstante, el montaje deja sitio para la comedia y la ironía, a la vez que invita al espectador a salir de su zona de confort para explorar lo desconocido. “Salir da mucho vértigo. Quedarte en lo que has conocido desde niño es siempre más cómodo, pero no es sano a largo plazo”. “Por más conservadores que seamos, cuando viajamos nos vemos obligados a hacer un esfuerzo extra para entender”. “Es entonces cuando se manifiesta la actitud adulta que trata de construir una nueva realidad y que se atreve a imaginar otra posibilidades”, añade el dramaturgo.

‘TEATRO DE LA CIUDAD’ Sanzol fundó en 2014 Teatro de la Ciudad, junto a Andrés Lima y Miguel del Arco, “uno de los proyectos más bellos del teatro contemporáneo español”, en palabras de Torres. Los dramaturgos estuvieron tres años investigando junto a expertos del mundo del teatro y otras disciplinas para profundizar en la tragedia como forma de expresión. Medea, Edipo y Antígona fueron las tres obras resultantes de la iniciativa y Sanzol posteriormente desarrolló junto a Lima un proyecto de comedia, del que nació La ternura (2018). “El gran problema que tenemos es compaginar las agendas de los tres. A pesar de ello, considero a Teatro de la Ciudad como un proyecto vivo, en el que seguiremos trabajando”, expresa.

“Es una experiencia muy peculiar el que tres directores-autores compartan un espacio. Ser paciente y saber escuchar son imprescindibles para que haya un ambiente sano”, añade. Asimismo, señala que “uno de los objetivos del proyecto es acabar con la soledad del director y compartir en el proceso de creación”. “Tenemos que tomar muchas decisiones por cuenta propia, a pesar de que contamos con un equipo artístico”, añade. “Hemos hecho lo más complicado que es crear una forma de trabajo y no dudamos en repetirla”, concluye.

Por otra parte, Sanzol considera el verano como una especie de tubo de ensayo, en donde los conflictos emergen a flor de piel. “Muchas cosas pueden pasar en una semana de vacaciones”, comenta. Por su parte, Torres apunta que “los festivales de teatro clásico que hay en el verano ayudan a que la gente se aficione, lo cual sería más difícil que ocurrirá en invierno”. A su vez, Sanzol destaca que “cuando se crean los festivales, tienes que ligarte a las administraciones de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos, y la mejor forma de hacerlo es ofreciéndoles una programación de teatro clásico, aprovechando que está de moda”. “Las autoridades van a confiar más en tu compañía si ven que tienes un programa de teatro clásico, antes que de teatro contemporáneo”, añade. Asimismo, el dramaturgo destaca el componente de incertidumbre que tiene la disciplina. “El teatro consiste en gente que se sube al escenario y que puede hacer cualquier cosa”, apunta. “Ahora estamos en una fase histórica en la que los festivales de verano están ampliando su oferta, de forma que el público puede ver las producciones que se hacen durante todo el año, que son muchas”. También subraya la necesidad de “no dividir el teatro por género o por épocas, sino darle al público la posibilidad de elegir”. No obstante, señala que “de vez en cuando nos puede apetecer ir a una hamburguesería, donde solo hay hamburguesas”. “Esto es muy común, sobre todo en aquellos que prefieren un género concreto”, añade a la vez que advierte de que su intención “no es ser dogmático sobre estos asuntos”. “Yo soy más como Groucho: “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”, dice entre risas.

En armonía con la opinión común que cataloga a la comedia de Sanzol como “jardielesca”, él afirma que Enrique Jardiel ha sido su mayor inspiración junto a Woody Allen y los Hermanos Marx. Asimismo, advierte de que “el tipo de comedia de Jardiel no es únicamente suya, pues se venía haciendo por todo el mundo antes de que estallase la Segunda Guerra Mundial. “Tras el conflicto, Jardiel empieza a tener problemas con el público, por éste ser mucho más conservador”, explica. “Empecé a leer a Jardiel gracias a Sergi Belbel, que montó por el año 97 Madre (el drama padre), en el Centro Dramático Nacional”, añade.

Sanzol debutó en 1999 con su espectáculo Como los griegos y fue galardonado tres años consecutivos con el Premio Max de las Artes Escénicas por Delicades (2011), Días estupendos (2012) y En la luna (2013). También recibió el Premio Nacional de Literatura en 2017 por su obra La respiración, en la modalidad de literatura dramática, y en 2018 ganó el XII Premio Valle-Inclán de Teatro por La ternura.