pamplona - Con tranquilidad. Así afronta Oskar Alegria (Pamplona, 1973) el inminente estreno de su nuevo filme, Zumiriki, en la sección Horizontes de la Mostra de Venecia. “Todavía estoy trabajando en la película y eso me distrae”, explica el navarro, en referencia a los últimos detalles técnicos antes de proyectar el documental mañana en la sala Darsena, con capacidad para 1.500 personas.

¿Qué supone para usted estrenar Zumiriki

-Es un sueño, aunque por lo menos, de momento, no soy muy consciente de ello... Sí que lo veo a mi alrededor, por ejemplo con mi padre, que está muy presente en la película, y veo en él lo que no veo en mí. No sé cómo decirlo. Por ejemplo, ayer -por el martes pasado- teníamos un pase privado para invitados especiales y yo estoy preocupado por lo técnico, por cómo se ve... Estoy trabajando todavía en la película y eso también me ayuda y me distrae. Aunque claro, luego a veces abro un ojo y digo: dios mío, qué es esto... (risas).

Será quizá, en el momento en que se apaguen las luces de la sala Darsena y comience la proyección, cuando surja todo.

-Sí, es que además es una sala... Imagínate: Zumiriki, que es una película que ha sido hecha en un espacio muy pequeño -en una cabaña de dos metros por dos metros y medio-, y de repente aquí, en una sala donde caben 1.500 personas, que es una catedral... Ahí ves un poco la dimensión que está tomando todo, que a veces me asusta, ¿eh? Lo reconozco.

Y una película tan personal, vinculada a Gorriza-Iriberri, en Artazu.

-Hasta ahora, yo también la definía como una historia muy personal, pero me gusta más decir que es una historia muy libre. Es una historia muy libre hecha en soledad y en secreto, que es como creo que mejor se trabaja. Y por eso que una historia tan libre llegue a un festival donde sí que hay muchas películas que vienen arropadas por mucha producción, mucha ayuda... Eso dice mucho también del festival, que acepten todavía películas que tienen un corte más artesanal. Es una película hecha como las películas que hacía mi padre, en una geografía muy reducida y con un presupuesto que ni me he enterado de cuál fue. Fue como hacer cine sin oxígeno, pero llegar de repente a una cima donde sientes algo muy poderoso.

¿Qué pensó cuando Alberto Barbera, el director de la Mostra, calificó Zumiriki

-Sólo decir eso, ya me parece una manera de definirla. También dijo otro adjetivo que me gustó: sorprendente. Y dijo que sólo iba a emplearlo para esta película. No sé cómo agradecer al equipo de Barbera el haber visto la película de esta manera. Cuando él la vio, me llamó personalmente por teléfono y me dijo una cosa que me pareció maravillosa: que la habían visto los siete del comité y que a cada uno les había gustado una cosa diferente: la naturaleza, la poética, el lenguaje que emplea... Que haya tantas ventanas para entrar... siendo consciente, claro, de que la película puede no gustar. Es una de las cosas de las que hay que darse cuenta cuando vienes a un festival como este: que de repente algo te bajo a a la tierra. Una crítica, en la sala hay personas que empiezan a salir... Eso pasa siempre y no es malo eso. Es bueno estar dentro de la realidad, de que es una película que se arriesga en su oferta y que puede crear un aplauso, pero también puede crear indiferencia.

¿Estrenar el largometraje en un festival como la Mostra, a priori un escaparate muy atractivo, es un impulso importante de cara a la distribución de la película en cuanto a estreno en salas o futuros festivales?

-Más de cara a una distribución en festivales, porque yo no hago un cine comercial. La película es una botella que lanzo al agua, al río Arga, y para mí lo importante que ese río se comunique con otras aguas del mundo. Y aquí ya estamos en una ciudad que está rodeada de agua. Pero por ejemplo, antes de que se estrene, ya tengo la confirmación de diez festivales, algo que no conseguí con la primera, con Emak Bakia (2012). Y muchos de ellos no sabían que venía a Venecia, eso me tranquiliza. Se están interesando y la historia está conectando. Venecia y la sección Horizontes es un aval grande y estoy curioso por ver qué pasa. Estar aquí es una plataforma, es el punto en el que tú no tienes que hacer nada y la película se mueve sola. Y es una comodidad, porque con Emak Bakia tuve otra experiencia, ya que era yo quien tenía que empujar y eso es mucho trabajo. Pero con Zumiriki, digamos, que al estar en Horizontes, hay festivales que te contactan solos y la película funciona con piloto automático.

Y además, si cayese

-Me parece tan increíble estar en Venecia que no me veo ganador, para mí el premio es estar aquí. El galardón es una estatuilla del león con alas, pero creo que las alas por lo menos ya las tenemos. También, que hay unas grandes producciones al lado que me parece demasiado. Hay gente que me ha preguntado por el premio y por si hay una cuantía económica y ni lo he mirado. Sí que hay un premio a la mejor interpretación masculina y como mi padre está acreditado como actor, es lo que más ilusión me hace: que esté nominado como mejor intérprete masculino.