pamplona - Quizás su proyecto más importante, o al menos el proyecto de su vida, sea Súpermujeres, Súperinventoras, que rescata la historia de mujeres que marcaron historia gracias a sus inventos y, también, su lucha. En el Salón del Cómic de Navarra, Sandra Uve echa la vista atrás, a su época como dibujante de fanzines y autoediciones, para ofrecer hoy un encuentro con el público (18.00 horas, en Librería Chundarata, firma de ejemplares; 19.00 horas, también en Chundarata, encuentro con el público) y mañana un taller de cómic autoeditado (de 10.00 a 14.00 horas en Civican).

Vemos que deja a un lado la ilustración para mostrar en el Salón del Cómic de Navarra, donde está por primera vez, un recorrido por toda su obra en cómic, que no es poca.

-Es que yo sigo siendo muy amante del cómic aunque ya no haga. Tenía ganas de venir, y fue una sorpresa cuando me llamaron para contar conmigo. Y todo lo que se ve en la exposición es, como has dicho, un recorrido por mi obra en cómic, que tengo mucha porque yo ya soy mayor y empecé a dibujar desde muy pequeña. Esta exposición es una oportunidad para ver y navegar por todo el trabajo que he hecho a lo largo de mi vida. Y, bueno, se llama Mi vida en esta galaxia por dos razones: primero, porque mi obra se centra en la autobiografía, el intimismo y el destape; y, segundo, porque es el mismo nombre de una de las autobiografías que considero más importantes de la historia, que es la de Carrie Fisher, la Princesa Leia de Star Wars.

¿Por qué decidió en sus primeros años de andadura centrarse en el fanzine?

-Fue algo natural. Cuando estaba en la Escuela de Arte coincidí con Jon Álvarez (guionista y escritor) y Rubén Lardín (escritor) y entre los tres empezamos a hacer fanzines. Nos apetecía hacer lo que nos diera la gana, que es la máxima de una autoedición. Pero no era ninguna reivindicación de nada, porque no habíamos publicado de forma profesional con lo que no podíamos tener quejas de algo que no habíamos vivido. Simplemente era un “voy a hacer lo que me dé la gana”. Así que empezamos con Annabel Lee, que fue todo un éxito e incluso ganó un premio del Salón del Cómic de Barcelona.

¿Qué le enseñó esta experiencia?

-Lo bueno que tienen los fanzines, y es precisamente sobre lo que voy a hablar en el taller de mañana, es que te enseñan no solo a encontrar tu voz interior, que es algo muy importante, sino a saber qué quieres hacer y cómo lo quieres hacer. La autoedición es de las mejores escuelas que hay porque aprendes no solo a dibujar y narrar, que eso ya lo sabes, sino a diseñar, maquetar, distribuir, producir, vender y promocionar. Vaya, a buscarte la vida.

¿En qué momento una dibujante de fanzines decide dedicarse a la ilustración?

-Creo que desde el primer momento. Al menos, desde ese momento en el que estás muy agobiada por hacer tantas viñetas y empiezas a hacer páginas de una sola viñeta muy grande. Sin quererlo, tu cómic se está convirtiendo en un álbum ilustrado. Vas cambiando el formato sin darte cuenta y es entonces cuando te alejas del lenguaje secuencial para meterte más en una ilustración única que por sí sola diga y cuente muchas cosas. En mi caso, también fue una decisión laboral, ya que por las ilustraciones me pagaban mejor que por el cómic.

Hacer un recorrido por su trayectoria permite observar que siempre ha estado muy implicada con la lucha de las mujeres, con situarlas en el lugar que merecen.

-Esto ha sido así porque cuando empecé a dibujar cómic me di cuenta de que no había mujeres. Bueno, sí que había, el problema era que no se les veía. Yo me he criado con las diosas del cómic, leyéndoles desde pequeña, y sin embargo nunca veía una exposición suya o no estaban invitadas a los salones de cómics. Siempre veía a hombres a mi alrededor; parecía un mundo de hombres y para hombres. Claro, cuando empiezas a ser consciente de ello lo primero que haces es verbalizarlo y pensar: “¿Pero qué coño pasa aquí?”. Así que fue una necesidad que sentí. No entendía por qué a las autoras de toda la vida no se les daba una visibilidad en ningún sitio o por qué, aún teniendo los mismos trabajos que los hombres, tenían peores condiciones y estaban peor remuneradas. Ahora esto está cambiando, por suerte, pero todavía hay mucho trabajo por delante. Hay que tener constancia, mucha fuerza y, sobre todo, paciencia, porque las grietas son muy profundas. Entre los que nos dedicamos a esto no pasan estas cosas, porque todos tenemos una cosa clara, que es que a todos nos gusta dibujar y que lo pasamos mal dedicándonos a ello. Sabemos que cuesta mucho vivir de esto y eso impera sobre todas las cosas, y más aún sobre qué tenemos cada uno en la entrepierna. Pero en el resto de sectores el trabajo que queda por hacer es enorme.

Uno de sus proyectos más importantes, si no el que más, es Súpermujeres, súperinventoras. El año pasado se materializó en un libro, pero este comenzó en 2015. ¿De dónde le surgió la idea de adentrarse en este mundo?

-Creo que es el proyecto más importante de mi vida. Y fue una casualidad, como la penicilina. Un día, me llegó la típica notificación de Google al móvil con la efeméride de Ada Lovelace, a quien yo conocía como Ada Byron, la hija del poeta Lord Byron. Resulta que esta mujer estaba especializada en Álgebra y fue la creadora del primer algoritmo de la historia. Y aprendió de manera autodidacta, porque claro, las mujeres en el siglo XIX londinense no podían entrar en las bibliotecas. Vaya, el colmo del despropósito. Empecé a pensar que esto no me lo habían enseñado en la escuela y después de 24 horas de investigación sin descanso descubrí que había una cantidad enorme de mujeres que habían cambiando el mundo con sus inventos. Ahí empezó todo.

Relaciona, además, sus inventos con su lucha...

-Claro porque el invento en realidad es la clave de cómo cambió su vida. Para inventar una cosa, hace falta un derecho político. Es decir, es necesario tener un derecho social a la educación, porque estas mujeres no lo tenían, un derecho político para que un juez te deje investigar y un derecho civil para patentar. Vaya, los tres derechos que se consideran universales los consiguieron gracias a tener una idea para un invento. Y esa es la idea vertebral del proyecto.

¿Se trata de una publicación dirigida al público infantil? Al menos, la estética parece indicar eso.

-Es un proyecto enfocado a la educación y por eso tiene esa apariencia. Los textos son muy breves pero precisos, adecuados a los tiempos en los que vivimos. Pero vale para todo el mundo. El hecho de que esté enfocado para los colegios responde a que a día de hoy estas mujeres siguen sin salir en los libros de texto, y si Marie Curie sale es porque fue la mujer de Pierre Curie, algo que a día de hoy me sigue pareciendo alucinante.