“Vivimos en un mundo más sombrío, más cínico, en el que criticamos a la gente”. El retrato de la sociedad contemporánea que hizo la directora y guionista de Il pleuvait des oiseaux, Louise Archamboult, en la sala de prensa del Kursaal fue oscuro. En el tono contrario de la película que se acababa de proyectar en el cubo grande, en la que busca “dar algo de luz a través de personajes que quizá no son perfectos pero tienen un bagaje importante”.

Tres personajes ermitaños de más de 80 años cada uno (Gilbert Sicotte, Rémy Girard y Kenneth Welsh) llevan el peso del largometraje aislados en un bosque y cuando el mayor de ellos fallece (Boychuck, al que encarna Welsh), su lugar lo ocupará otra octogenaria (interpretada por Andrée Lachapelle).

Junto a las relaciones que se generan entre ellos, la película -basada en la novela homónima de Jocelyne Saucier- recoge la evolución de dos protagonistas más jóvenes: la fotógrafa Raffaelle que interpreta Eve Landry se dedica a entrevistar a víctimas del Gran Incendio que asoló años atrás la región y da con las cabañas en las que viven los octogenarios, que a su vez tienen relación con Steve (Éric Robidoux), el gerente del hotel en el que se hospeda la artista.

Cada biografía simboliza subtemas que Archambault volcará sobre la pantalla durante las dos horas del metraje. Una paleta de pequeños temas que, como repasó la propia directora y guionista en la sala de prensa, va desde la vida a la muerte pasando por el amor a diversas edades, las consecuencias de desastres medioambientales y el trato a la tercera edad, entre otros.

“Son subtemas que abordo a través de los personajes”, reconoció Archambault, que quería “mostrar la esperanza, pase lo que pase en la vida y hablemos de jóvenes o mayores, no es cuestión de edad, lo importante es abordar cómo utilizamos las posibilidades que tenemos en la vida, con lo que somos y a través de los encuentros que vamos trabando en la vida. Hablamos del amor y también del deseo”.

“Se trata de mostrar cómo todos estos personajes podrán decir que tienen que ser valientes, atreverse, hablar de la libertad”, resumió Archambault la trayectoria de unos personajes que, como aseveró Gilbert Sicotte, “a una edad avanzada deciden refugiarse en el bosque para terminar allí su vida, sin medios. Es una tendencia cada vez más frecuente, que en lugar de hacernos la vida más cómoda deciden lo contrario, refugiarse en la naturaleza, que es fuente de sanación e inspiración”.

El peso principal lo llevan los actores veteranos, pero el personaje de Robidoux tampoco escapa a las dudas. Archambault ha buscado “mostrar su bondad: es generoso, tiene buen corazón, pero no confía en él, ni en el amor ni en el resto de su vida”.

“En un momento dado pensé que somos libres, que es importante poder elegir. En este caso, mis personajes dicen me voy a atrever, voy a hacer algo más que ganar dinero con una plantación de cannabis”, ejemplificó Archambault, que de la novela de Saucier extrajo el guion de la cinta: “La estructura era diferente comparada con la película. He desarrollado quizá más el aspecto dramático de cada personaje, pero siempre me centraba en los temas”.

Cuestiones que los personajes, “atípicos”, representan: “Son personajes que están al margen, porque todos somos parecidos, pero también diferentes. Se trata de dar voz a quienes menos voz tienen”.

En un mundo “cada vez más sombrío”, Archambault confió en que “todos podamos identificarnos con esta idea y abrir las puertas, tender la mano al otro, sin importar el pasado, el físico o la religión. Ser capaces de decir aquí estoy y te escucho”.