pamplona - ‘Perfectos desconocidos’ llenó las salas de cine y ahora está haciendo lo mismo con las de teatro, ¿cuál es la clave del éxito?

-Supongo que tiene que ver con que es un tema de actualidad. Es una reflexión sobre lo que la tecnología y los teléfonos móviles están empezando a hacer en nuestras vidas, convirtiéndose en una parte de nosotros. Y lo bueno es que la obra aúna comedia y no tanta comedia (ríe).

Si en cine era fácil vivir los momentos de tensión con los personajes, en teatro esas sensaciones se multiplicarán.

-Sí, porque al estar tan cerca, la energía llega multiplicada por diez. Además, todo los actores hemos estado trabajando con Daniel Guzmán desde la verdad todo el tiempo. No se trata de hacer el show cómico y quedarnos ahí, sino que realmente los personajes se lo toman muy en serio. Hemos trabajado mucho la idea de que somos un grupo de amigos cenando en ese momento. Y al espectador le da la sensación de que está sentado con nosotros en la mesa. Es lo que nos dicen muchas veces cuando salimos de las funciones.

Es su primera incursión profesional en el teatro, ¿cómo está viviendo la experiencia?

-La experiencia está siendo muy gratificante. Ya intuía algo, pero cuando estás sobre el escenario es otra cosa. Se nota perfectamente cuando el público está contigo y con los personajes y cuando tienes que reconducir la situación para seguir creando interés y comunidad entre todos. Yo he aprendido a mostrarme mucho más. El actor se expone mucho en el teatro, siempre y cuando, claro, haga un trabajo comprometido para los demás.

¿Se preparó de una manera especial para afrontar el reto?

-Una de las cosas que más me preocupaba era la voz. Una compañera maravillosa, la actriz Elena Alférez, me recomendó a Verónica Ronda, actriz y profesora de canto, que me ayudó muchísimo. Luego hice un curso de interpretación y análisis de texto con John Strasberg y también estudié técnica actoral con Ana Gracia y en verano hice el curso para profesionales de Juan Carlos Corazza. Yo no paro de estudiar. No podemos permitirnos dejar de prepararnos, y esto se puede aplicar a cualquier profesión.

Acostumbrada a las grabaciones de televisión y de cine, el teatro, como dice, exige una mayor exposición, saltar sin red, ¿le gustan los retos?

-Siempre. Ha sido así toda la vida. Ahora estoy compaginando esta obra con la grabación de Cuéntame y recuerdo que el primer día que fui a grabar noté muchísimo la diferencia. Y me impresionó. En televisión hay un punto de intimidad, se expresa todo de manera más pequeña, y venía de hacer las funciones de teatro, donde todo es más grande, y me di cuenta de que tenía que cambiar el código. Fue curioso.

Está claro que los intérpretes están acostumbrados a trabajar en equipo sea cual sea el medio, pero seguramente en teatro esa unión es más intensa.

-De hecho, el teatro pone de relieve lo que es nuestra profesión. En cine y en televisión nuestro trabajo también depende del trabajo del resto de compañeros, pero no lo acabas de ver tan claro como en el teatro. En teatro tú sales al escenario y es tu absoluta responsabilidad llevar la historia y a tu personaje hasta el final. Por un lado, en el audiovisual te sientes más protegida, pero, por otro, el teatro te proporciona una libertad creativa que es maravillosa. Y lo que te da tu compañero es muy valioso, es diferente cada día y lo tienes que tomar como viene.

Seguro que les habrán pasado unos cuantos imprevistos en escena.

-Pues unos cuantos, algunos muy divertidos y otros no tanto. Recuerdo que Alicia Borrachero -hoy su personaje lo interpretará Inge Martín- se cortó en escena y se llevó casi toda la huella dactilar. Empezó a sangrar y a sangrar y tuvimos que reaccionar. Todos los personajes estamos en escena todo el tiempo, pero en un momento salió Fernando (Soto) y cogió una venda, yo le acerqué unas tiritas, ella se tapó con un trapo como pudo... Y, aunque el público no lo veía, allí se formó un charco de sangre impresionante. Pero Alicia es una jabata, junto a ella he aprendido tanto, nos conocemos desde que hicimos Periodistas, y al salir tuvieron que llevarla al hospital, donde le dieron puntos.

¿Y cómo dirige Daniel Guzmán; ayuda que sea actor?

-Sin duda. Él habla el lenguaje de los actores. Muchas veces los directores no saben cómo explicarte qué quieren y cómo creen que puedes llegar a una situación o a expresar una emoción. Dani lo tiene clarísimo y durante los ensayos estuvimos improvisando y haciendo un trabajo de análisis de texto que nos sirvió para poner en pie la obra en poco tiempo. Hay directores a los que es muy difícil traducir, quizá estaría bien que hicieran algún curso de interpretación para entender el código y para entenderles nosotros también.

En la obra es Violeta, la mujer de Jaime, una mujer más bien ingenua que va a vivir una noche difícil.

-Sí, la pobre cree que está perfectamente integrada en el grupo y todo el tiempo intenta dar soluciones a los problemas que se van presentando y no deja de meter la pata. Y descubre secretos que le hacen daño, como los demás, claro. El personaje me encanta porque hay una línea muy fina entre ser inocente y ser tonta. Encontrar esos matices sutiles ha sido muy interesante. Me lo he currado mucho.

¿Cree que llegamos a conocer a los demás del todo?

-Todos tenemos secretos, de mayor o menor importancia. Desde ocultarle a tu pareja que le has montado una fiesta sorpresa hasta que ves a una amiga y no se lo dices a otra porque no se llevan bien.

¿Y se prestaría a un juego como el que practican los protagonistas de ‘Perfectos desconocidos’?

-Yo creo que sí, en principio no tengo nada raro en el móvil. Quizá sí hay mensajes que podrían malinterpretarse si no se conoce el código que comparto con la persona con la que me los he enviado, pero poco más. Sí jugaría, ¿por qué no? Me da más miedo por los demás, por lo que me pueda encontrar (ríe). Igual tampoco me hace falta todo del otro (ríe).