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Exagerada pachanga mediática

Exagerada pachanga mediática

El cambio de ubicación de los restos mortales de quien asfixió las libertades políticas durante cuatro negras décadas ha generado un jolgorio mediático de considerables dimensiones a tenor de la cobertura y dimensiones del despliegue informativo, sobre todo de los medios televisivos, que se inflan con imágenes repetidas hasta la saciedad y adobadas con comentarios más o menos jugosos, más o menos acertados y oportunos.

No cabe la menor duda de que todos los detalles de recorrido, ritmo de los movimientos y escenarios han sido rigurosamente estudiados y transmitidos por la señal institucional de la tele, de lo que ocurrió de cementerio a cementerio, en un viaje espectacularmente filmado, que ya lo quisiera para sí cualquiera de los grandes de Hollywood.

Jolgorio, fiesta y pachanga en los platós con el tema de marras mediante, en un ejercicio de acumulación de ruido, griterío y dialéctica perruna. Está claro que la presencia de las cámaras le da otro sentido iconográfico a lo que se ve, sea la sala del tribunal penal juzgador, el cementerio del valle o las calles ardiendo de la capital catalana. Todo gira en torno a las imágenes ofrecidas en un aparente e inocente juego combinatorio de planos y secuencias.

Parece evidente a estas alturas de nuestro tiempo que la mentira forma parte de la narración de actualidad en la Red, y que trolas, embustes, manipulaciones y otras variedades de la estafa mental viven en cómoda existencia en las historias, noticias y sucesos que se ofrecen en internet sin criterio alguno de verosimilitud, contraste o confirmación, principios éticos de una información verdadera. La verdad debe seguir siendo reivindicación de profesionales y consumidores que se ven asaltados en cualquier momento por historias mendaces, carroñeras y viles. Demasiado ruido en el patio informativo y desprecio manifiesto a la verdad de hechos, procesos y personajes. Así no vamos bien.