pamplona - Elvira Lindo exprime al máximo la posibilidad que brinda la literatura de vivir varias vidas en una. Esta autora de espíritu feriante que se reconoce como “chica de barrio” y mujer “de carácter” en el buen sentido del término, fue ayer la escritora más esperada por las más de 300 lectoras -había varios hombres, pero eclipsados por el torrente de mujeres- que se dieron cita en el IX Encuentro de Clubes de Lectura de Navarra, celebrado a lo largo de la mañana en el Auditorio Barañáin. La autora de El otro barrio y 30 maneras de quitarse el sombrero, entre otras obras, y creadora del popular personaje Manolito Gafotas, mostró su personalidad al enfrentarse a una pregunta incómoda que surgió del público y que le interpeló sobre si su marido, el también escritor Antonio Muñoz Molina, le corregía y había influido en su evolución y mejoría como escritora: “Me ofende esa pregunta. Yo no soy una alumna de mi marido. Soy una escritora, y mayor de edad”.
¿Se está avanzando en la visibilidad de mujeres escritoras? Hay tanto que rescatar...
-No solo hace falta una labor de rescate sino también de consideración. Es decir, hay que seducir al lector varón para que se acerque al mundo de las mujeres, que probablemente ha frecuentado muy poco en su vida como lector. Esa labor es más lenta, pero es algo en lo que tiene que trabajar la prensa, la crítica, para que no se vea la escritura femenina como una cosa específica para mujeres, que no se vea como un apartado o un estante especial, porque esa puede ser al fin y al cabo una manera de invisibilizarla también. De separar, de crear una especie de género, la literatura escrita por mujeres y leída por mujeres. Y yo creo que tenemos que jugar en la misma liga.
Como deja patente este encuentro, la lectura es terreno especialmente femenino...
-Sí, lo notas mucho cuando vas a los clubes de lectura. Pero en casi todos los actos culturales la mayoría de asistentes son mujeres. Por eso las personas que escribimos debemos un respeto enorme a las mujeres, y de cierta edad, que tienen tantísimo interés, curiosidad, entusiasmo? no sé si la cultura de este país podría existir sin ellas. Además ahora hay una especie de despertar que me gusta mucho de mujeres que quieren hacer muchas cosas que no han hecho.
El feminismo está de moda, y eso es un peligro también. Se corre el riesgo de que se banalice, de que se vea engullido por el capitalismo.
-Sí, se vuelve comercial. Las grandes firmas sacan camisetas con eslóganes con frasecillas feministas? a mí eso me irrita un poco, la verdad. Porque todo lo que engulle la sociedad de consumo ya no es que acabe siendo banalizado, es que al final vuelve conformista una reivindicación que es mucho más profunda. No puede ser solamente que tengamos un mensaje complaciente feminista con las chicas jóvenes, sino que hay que transmitirles el coraje, el arrojo, el brío que hay que tener en la vida para muchas cosas.
La literatura puede jugar un papel importante en esa labor de profundización.
-Yo creo que la época de la vida más difícil para contagiar el entusiasmo por la lectura es la adolescencia, en la que uno tiene la cabeza en demasiadas cosas, entonces siempre he pensado que es en la infancia donde hay que influir, enseñar, compartir? Es el momento en que la mente es más fantasiosa, más proclive a la ficción, a todas las artes, la música, la pintura, los cuentos... ahí es donde deberíamos poner todo nuestro interés. Y ese fomento de la lectura no puede ser solamente una cuestión del sistema educativo, los padres tienen muchísima responsabilidad, y hay que decírselo a ellos, tienen que perder ese tiempo con sus hijos.
Hablando de infancia, ¿qué opina de la demonización que se hace desde algunos sectores de los cuentos clásicos, diciendo que son nocivos por los modelos de mujeres y hombres que transmiten?
-A los cuentos clásicos hay que dejarlos en paz. Ahora se tiende demasiado a que los personajes estén de acuerdo con la ideología del autor, no les dejamos volar libres. Los cuentos clásicos no creo que sean tan nocivos como se quiere hacer ver. Cuando un niño varón lee Blancanieves o la Cenicienta, va con ellas, con la protagonista, no con el príncipe. Los cuentos clásicos provocan emociones muy puras. Y resumen muy bien las emociones. Ahora los padres y las madres somos sobreprotectores, parece que tenemos miedo a que los niños estén sometidos a esas emociones, a que tengan miedo, a que sufran por una historia triste, o a que les parezca que tiene una mala enseñanza... Pero yo creo que los cuentos que han sobrevivido a los siglos tenían algo muy profundo, y tenían muchísimas enseñanzas. Cuidado con convertirnos en policías de la ficción. He llegado a escuchar por parte de sectores animalistas que las fábulas son terrorismo... Hay que dejar la ficción un poco libre de consideraciones morales. Y los niños tienen que aprender que la ficción puede provocar miedo, pavor, risa, no te tiene que dejar simplemente indiferente. Los padres tienen que arriesgarse a que sus hijos sientan eso y aprendan que la ficción es algo que puedes controlar, es una historia en que tú tienes que saber distinguir lo que es lo que existe en la realidad y lo que no, y eso es importantísimo en nuestra vida.
Si hubiese nacido en otra época, quizá habría sido invisible como escritora. Más siendo pareja de un escritor hombre. Hubo una época en que dos escritores parecía que no cabían en la misma casa, que no podían convivir...
-Sí, sobre todo que había que eliminar a la mujer? Pues sí, en otra época habría quedado invisibilizada. En ésta me ha costado mucho también tener una presencia individual, teniendo en cuenta que yo tenía un oficio en la radio, tenía una vida plena profesionalmente. Por muchas razones es posible que me haya costado más tener mi espacio que a otras personas, pero creo que al final he conseguido ser distinguible porque he trabajado mucho y porque tengo carácter. No se puede estar en esto sin tener carácter, que es algo que se ve mal, parece que significa tener mal carácter. No, tengo personalidad, y he tenido que ser fuerte para no dejarme llevar por la corriente.
¿Escribir es para Elvira Lindo un disfrute?
-Sí. A veces no. Es algo que haces porque quieres pero al mismo tiempo tienes que dedicarle horas, disciplina, trabajo exclusivo? es difícil. Primero la disciplina y luego el que a veces es ingrato, no te salen las cosas como tú quieres, o a veces estás narrando cosas que te resultan difíciles.
¿Y el acto de leer?
-Bueno, yo tengo que leer muchas cosas, mucha prensa, y a veces cosas que no me interesan nada? A mí me contaron cuentos de niña antes de dormirme y ahora tengo mi libro para introducirme en el sueño. Y cuando noto que estoy tomando los personajes del libro que estoy leyendo y los estoy llevando a mi cotidianidad, me doy cuenta de que ya me estoy durmiendo y entonces suelto el libro ya. Es una manera de entrar en el sueño.
El humor está muy presente en su vida y su obra, ¿cómo valora el lugar que ocupa?
-Ocupa mucho lugar. Forma parte de mi carácter de manera innata, con lo cual no sé separarlo de otras cosas de la vida. Hay humoristas de oficio, y yo el oficio lo he aprendido escribiendo humor, pero en realidad es algo más hondo en mí, y no siempre satisfactorio, es como una vis cómica que yo tengo y que no puedo evitar. De pequeña a veces hacía gracia sin querer hacerla? Es una presencia cómica que tienes muchas veces y que no sabes en qué consiste.
Está escribiendo un libro sobre sus padres. ¿Cómo se siente haciendo memoria sobre ellos, mezclando esa memoria con imaginación?
-Siento que estoy en un mundo que a veces me resulta doloroso pero otras es como un cobijo, y me resisto a terminarlo porque estoy a gusto. Nunca había mirado a mis padres de esa manera, como dos personas ajenas a mí. Siempre observamos a los padres en su papel de progenitores. He querido verlos como si hubiera tenido la oportunidad de observar a unos personajes desde pequeña, y entonces los observo con mi mirada de niña, con mi mirada de adolescente, voy cambiando el punto de vista. Es una observación constante de ellos como protagonistas de una historia de amor.
¿Es una novela?
-Sí, es una novela. Esta cosa de explicar si todo es real o no está empezando a ser fatigosa, siempre ha sido la vida de los escritores materia prima de su literatura, pero ahora se ha convertido en una especie de debate...
También prepara otro libro de relatos sobre la época de sus veintitantos años...
-Sí, vuelvo a la chica de barrio que fui, y que siempre he sido, para narrar aventuras amorosas, mis ligues... me apetecía recordar esa época procelosa a nivel sentimental de los veintitantos desde una perspectiva jocosa. Da mucho de sí.