ópera king arthur’ Programa: King Arthur, ópera en versión concierto con música de Henry Purcell, sobre libreto de John Dryden. Solistas: Dennis, Lawson, Pierce, sopranos; Budd, Way, Castle, tenores; Farsnsworth, Riches, barítono/bajo; Fitzgerald Lombard, contratenor. Orquesta: Gabrieli Consort and Players. Dirección: Paul Maccreesh. Programación: Programación de Baluarte. Lugar: sala Principal. Fecha: 26 de octubre de 2019. Público: no llegó a tres cuartos de entrada (de 45 a 17 euros).

Creo que, en esta ocasión, la unanimidad fue total entre los aficionados. Asistimos a una insuperable versión de la ópera de Purcell. Paul Mccreesh -que incluso en varios momentos se incorporó a la escena- mantiene el pulso musical tan característico de esta música: hirviente siempre, tan extraordinariamente pegada al texto inglés, que es capaz de elevar la canción popular a los altos estamentos de la ópera, sin desvirtuar su frescura, su luminosidad, su optimismo. Y lo hace con una orquesta de mínimos, -5,2,2, clave, guitarra barroca, tiorba-, impecable, de timbre historicista, pero con fortaleza motriz de toda la función -virtuosismo en la rapidez, delicadeza en el acompañamiento-. Y unos solistas excepcionales, cada uno en la voz de su personaje, en el estilo, matizando hasta la emoción, con ductilidad y riqueza, pero en la misma gama de color en toda la escala; que, si nos deslumbraron en solos y dúos, nos sorprendieron cuando se manifestaban como conjunto coral; porque es francamente raro lograr tal equilibrio y homogeneidad vocal, en coro, partiendo de voces solistas. Y la escena: no hace falta más, cuando todo el mundo es tan bueno. Merece la pena que recordemos sus nombres. Anna Dennis: magnífica soprano, límpida de timbre, y además con volumen y cuerpo en la voz; no se puede cantar mejor el aria “Dulces susurros, delicados lamentos”: derroche de sensibilidad; o la de “Falsas luces”, bravura y fortaleza. Su voz encaja prodigiosamente, en los dúos, tanto con el bajo o con el barítono, como con la soprano -Hijas del río-, una cumbre de vuelo musical, acompañada de las tiorbas. Mhairi Lawson: soprano un poco más blanca de timbre, pero igualmente convincente en su aria Bellos cantos. Rowan Pierse, también soprano, con menor rol, pero perfecta en su acariciante Oh tu te has dormido, y el despertar que proporciona al resto del reparto. Ciertamente es gozoso disfrutar de colores tan distintos, aún en una misma cuerda. Pasará lo mismo con los dos tenores, muy distintos pero muy buenos: Jeremy Budd, tenor ligero, -(un acierto, mejor que contratenor para el rol)-, de esos que, en el agudo parecen sostener en el aire una pluma; soberbio en el aria de la trompeta; y muy bien emparentado con el otro tenor y el bajo en el aria Rebaños guardados, con unos matices piano-fuerte marcados, pero dentro del estilo. James Way es el otro tenor, de timbre más grave, fue magistral su dosificación; del poderío del aria Victoria, con la que irrumpe en la escena, a la intimista balada que cante sentado en el proscenio, pasando por la descripción bucólica del rebaño. Marcus Farnsworth, barítono, y Ashley Riches, bajo, van a dar un empaque fundamental a todo. Marcus hace un dúo amatorio con la soprano lleno de hermosura, “todos están hechos por el amor”. Y de Ashley Riches vamos a disfrutar, por fin, de un timbre de bajo, con esos graves cavernosos pero, a la vez, nítidos y afinados: rotundo en el aria Despertad; sereno en la que sigue al fragor; inquisidor en la de Apresuraos; formidable, vocalmente, siempre. En coro -ayudados por el contratenor C. Fitzgerald, y el tenor Tom Castle-, dieron una lección de coordinación, precisión y sonoridad coral: por ejemplo, en el tramo onomatopéyico de la tiritona del invierno; o en el fragmento de los borrachos, donde sacaron banderas del Reino Unido y de la Comunidad Europea, con regocijo del respetable. Un bis, por parte de la orquesta sola y sin director, respondiendo a los más de cinco minutos de aplausos, puso fin a una velada operística inolvidable.