Amaia Gracia busca belleza en los pliegues y las formas. En las relaciones y tensiones que ella misma pone en juego entre materiales e imágenes tan diversas como una manta de látex plegada, una lazada, un trozo de satén arrugado o los pétalos aterciopelados que brotan en primavera en los cerezos japoneses; y en acciones como experimentar con la tirantez que surge en el plástico, moldear el yeso o la escayola, soldar el hierro o recubrirlo de una película de látex pegajoso, creando una pieza con alma de acero casi dilatante.

Es la poética de los materiales, de sus cualidades, sus temperaturas y su tangibilidad. Un arte que la creadora pamplonesa despliega en el Polvorín de la Ciudadela, habitado hasta el próximo 5 de enero por su exposición Nada debería fallar. El título hace referencia a una canción del grupo donostiarra de indie pop La Buena Vida, que apasiona a Amaia Gracia y cuya música escucha una y otra vez mientras crea en su taller. Su taller, lugar de encuentros.

Quizá la canción que escuchaba mientras trabajaba en las posibilidades formales y sensibles de una manta de látex de 2 x 4 metros que a Amaia no le interesa extendida en el espacio, sino plegada, convertida en pieza estructuralmente sólida; una nueva vida para el material dada por el plegado del propio material. Por un abrazo que crea recogimiento, o retraimiento, quién sabe.

“En la búsqueda de esas relaciones entre objetos y espacio se sitúa el trabajo de Amaia”, decía ayer Iker Serrano, también artista y pareja de la autora de la exposición, en la presentación de la muestra a la que Amaia falló por encontrarse indispuesta. Piezas de suelo, de pared y fotografías dialogan en la sala del Polvorín, en un canto a las relaciones entre materiales -a veces complejas, rígidas y tensas, otras tiernas y suaves, fluidas, flexibles, como es el mundo que habitamos- y a las posibilidades que surgen al disponer los objetos escultóricos en el espacio; y, una vez en él, al entrar en diálogo con el visitante, que en palabras de Iker Serrano, “tiene que hacer en cierta manera un pequeño esfuerzo para introducirse en el trabajo” que aquí se muestra, que puede resultar un poco hermético pero que guarda muy gratas sorpresas para quien se anime a adentrarse en él.

punto de partida, 2009

Diez años de experimentación artística

“El primer espectador es el propio artista, y a partir de lo que uno siente en su interior, se trata de buscar esa relación con el material. Los artistas somos conscientes de la dificultad que supone para los espectadores entender qué es lo que se está cociendo en el interior de esas piezas, pero hay distintas vías por las que adentrarnos: la sensualidad hacia el objeto, la belleza en la relación simbólica y en la combinación entre materiales y objetos escultóricos, la temperatura de los materiales, su sensibilidad... son claves del trabajo de Amaia”, apunta Serrano al hilo de esta exposición, que se inaugura diez años después de la primera individual de la artista pamplonesa, que tuvo lugar en la Sala de Armas de la Ciudadela, a raíz de ganar, en 2008, el primer premio del Certamen Jóvenes Artistas del Ayuntamiento de Pamplona -concurso que volvió a ganar en 2010-.

En aquellos años establece Amaia Gracia Azqueta precisamente el punto de partida de su proceso creador. “Ahí empezó a construir su ecosistema como artista”, indica Iker Serrano. Desde entonces, esta creadora -cuya obra sugiere atisbos de la escultura de Ángel Bados- ha ido realizando diversos proyectos y en el año 2015 retomó la vertiente escultórica más simbólica y relacionada con los materiales, su sensibilidad y su disposición en el espacio.

En los últimos años, Gracia ha participado en programas artísticos y expositivos del Ayuntamiento de Pamplona como Mapamundistas 2014 con la muestra Memoria de una observadora; de la galería Espacio Marzana de Bilbao con el proyecto De besos y abrazos, el pasado 2018; y ese mismo año, en la colectiva que acogió Ciudadela bajo el título ¿Es o no es?, comisariada por Alexandra Baurès. De todo este tiempo de experimentación brota Nada debería fallar. Una exposición en cuya idea ha trabajado la autora durante un intenso año y para la que ha rescatado piezas de 2008 y 2009 que permanecían embaladas y guardadas en el almacén, y que ha puesto aquí en diálogo con otras que ha replanteado para esta muestra, así como con piezas inéditas, creadas expresamente para esta cita expositiva.

El tránsito escultórico de esta joven artista se hace patente en el Polvorín, y por lo que transmite a quien camina entre sus piezas -que llaman al tacto-, es un tránsito vivo, muy vivo. Maleable, como sus materiales. Abierto a nuevas posibilidades conceptuales y formales.

Diez años después, un renovado punto de partida.

Dónde, cuándo. En el Polvorín de la Ciudadela hasta el 5 de enero, de martes a viernes, en horario de 18 a 20.30 horas; los sábados de 12 a 14 horas y de 18 a 20.30 horas y los domingos y festivos de 12 a 14.

Formación. Amaia Gracia Azqueta (Pamplona, 1985) es licenciada en Bellas Artes por la UPV desde 2011; Máster en investigación y creación en Arte en esa misma facultad, cursó estudios en la Escuela experimental de Arte de la Diputación Foral de Gipuzkoa (Donostia). Ha estado becada por la Fundación BilbaoArte Fundazioa, Diputación de Bizkaia y Casa de Velázquez (Colegio Francés en Madrid), y en 2018 recibió las Ayudas de Artes Plásticas de Gobierno de Navarra.

Exposiciones. La que acoge ahora el Polvorín es su duodécima exposición individual entre Pamplona, Bilbao, Vitoria y Huesca, aunque obra suya ha colgado, además, en más de una veintena de exposiciones colectivas.