Orquesta Sinfónica de Navarra Martín Ariztimuño y José Luis Fraile, gaitas. Jon Oroz, tambor. Miguel Romea, dirección. Programa: Preludio de La Revoltosa de Chapí. Selección de Melodías vascas, y preludio de El Caserío de Guridi. Fantasía sobre Poleas de Julián Romero de Urkizu. Navarra de Apolinar Brull / Urkizu. Bandas sonoras: Hans Florian Zimmer (Alemania 1957), Gladiator. Ramón Djawadi (Alemania 1974) Juego de Tronos. John Williams (N.Y. 1932), Indiana Jones y Star Wars. John Barry (Inglaterra 1933-Usa2011) Memorias de Africa. John Pawell (Inglaterra 1963) Cómo entrenar a tu dragón. Programación: OSN. Fecha: 4 de enero de 2020. Público: casi tres cuartos de entrada (16,26,38 euros, con rebajas).

Toca salirse un poco de los programas habituales de la orquesta; no diré relajarse, por parte de los intérpretes, porque en música, nada es fácil; pero, es el concierto de Año Nuevo, y se exploran otros campos, como el atractivo y destellante sonido de las gaitas, con sus muy bien afinadas cañas; y el de las bandas sonoras de películas. Fueron los puntos álgidos de la velada, que comenzó con un bien llevado preludio de la Revoltosa, tanto en el pianísimo de la cuerda, que prepara el tema de ¡Ay Felipe!, como en el garboso final. Las cuatro melodías -de las diez- de Guridi no convencieron: sonido un tanto agreste, sensación de pesadez en lo más danzable, y algo confuso el final; lo mejor, el regulador de chelos en la Amorosa, y las intervenciones solistas de maderas. En el preludio de El Caserío se lucen los píccolos. Pero son Martín Ariztimuño y José Luis Fraile, con las gaitas (también Oroz con el tambor), los que se llevan la ovación de gala. Y con razón. Porque es evidente que el compromiso de afinación, de encaje con la orquesta, de estos instrumentos, es muy grande; y los gaiteros lo salvaron espléndidamente, imprimiendo ese colorido tan festivo y esa tímbrica que, regulada y controlada, se mete como culebrilla en el conjunto sinfónico. En La Fantasía de Urkizo, después de esa preparación casi wagneriana, saltan las gaitas, luminosas; es magnífico el contrapunto en trombones, entre solemnes y jocosos. En la jota de Brull, el dúo perfecto entre ambas gaitas es una delicia de encaje. La orquesta, con su acompañamiento, recibe al popular instrumento, complacida.

En la segunda parte, predominan los habitantes del ático: o sea, toda la abundante percusión y metales; dispuestos a dar la batalla. Y nunca mejor dicho, porque entre gladiadores, tronos, dragones, aventureros y galácticos está el juego; con el maravilloso remanso de la ondulante música de Memorias de África y el romántico tema de la princesa Leia. Andrés Amorón (Tócala otra vez, Sam. Fórcola 2019) dice que la música del cine es la música clásica de nuestro tiempo. No sé si sólo esta música, pero sí es la que más conecta entre los compositores vivos y sus contemporáneos; me refiero a la música orquestal. Y, la verdad, las músicas propuestas para este concierto se escucharon con sumo placer, y el público así lo rubricó. La orquesta estuvo grande, con extraordinaria fuerza en ese sonido de Walze de batalla que prevalece en las partituras guerreras, con esos acompañamientos obstinados de bajos percutidos y marciales. Dramatismo y elegía en Gladiator. Percusión cavernosa y cuerda grave magnífica (claro, siempre un poco corta de efectivos) en Juego de Tronos. Lucimiento de trompetas en la irónica Indiana Jones. Remanso de vuelo de garzas de Memorias de África, después de tanto jaleo de batallas. El matiz un tanto heroico -creo, porque no la he visto- y desde luego de acción, de Cómo entrenar a tu dragón. Y, por supuesto la planetaria -en territorio y temas- Star Wars. La dirección de Miguel Romea aquí si que se explayó a su gusto y sacó el brillo cinematográfico de la orquesta; con un resultado que desde luego llena el espacio, llena la pantalla y nos evoca sus mundos. Trompa, flauta, arpa, concertino?, mucho compromiso. Son músicas sólidas porque al fondo subyacen Wagner, los rusos, Holst, etc. Tanto que H. Zimmer (Gladiator) tuvo que enfrentarse a una demanda de plagio de los herederos del compositor de los Planetas. Como felicitación de Año Nuevo: la inevitable marcha Radesqui (como solía decir Umbral, no pienso levantarme a ver cómo se escribe).