Antón Hurtado es inquieto por naturaleza. Siempre ha estado en movimiento. Como artista plástico y, de joven, como militante político. Es "muy amigo" de hacer el Camino de Santiago. Le seduce caminar solo, pararse a pintar cuando quiere y, al final del día, disfrutar de la compañía de otros caminantes en un albergue. También gusta de moverse por los montes bajos de Navarra e ir "pisando espliego, matojos", y quedarse con las tonalidades de estas plantas, unos "colores complejos" que le inspiran porque "no son chillones. Gritan para adentro".

Antón Hurtado se realiza, sobre todo, en el arte de pintar. "Es ahí donde ocurre lo más importante. Para mí la pintura es un encuentro conmigo mismo. Necesito comunicarme conmigo más que con nadie", dice sobre esta experiencia de "disfrute en solitario teniendo sensaciones" y materializándolas físicamente en el lienzo. Aunque el tema no es lo más importante ahora mismo en su obra, por supuesto, en ella cuenta cosas: "Es como mi diario", dice el artista navarro, que expone hasta el 1 de marzo una muestra de su pintura en el Polvorín de la Ciudadela. Encuentros y desencuentros en el caminar es el título de esta exposición, que recoge las piezas emanadas de la investigación geométrica realizada por el artista en los últimos años, junto a creaciones anteriores como punto de referencia. Lo que puede verse en el Polvorín es, en palabras del autor, su "trabajo diario, que se puede convertir en investigación".

Quien recuerde su anterior exposición en Ciudadela verá un cambio sustancial: "Aquella muestra fue hace casi veinte años... Entonces detrás de mi pintura siempre había un tema más o menos figurativo, y se llevaba a una posición ideológica que en realidad sigue teniendo mi obra. Pero entonces venía más desde el gesto, mi forma de hacer era más expresionista, pero el tema predominaba sobre ella: trataba de contar mis neuras sobre la situación social en la que vivo.

Eso sigue ocurriendo ahora, pero el tema no es lo importante; lo realmente importante es el disfrute de hacerlo, el tener sensaciones, el hecho de pintar y lo que sucede entonces, más que representar temas o cosas", explica Antón Hurtado. "Lo que pasa es que soy un paisajista y generalmente siempre estoy influenciado por formas que veo en el paisaje", matiza. "Por ejemplo, soy muy amigo de hacer el Camino de Santiago, lo utilizo como una infraestructura para mi trabajo plástico. Si me dices que de Navarra me tengo que ir a Soria, de inmediato me seduce, pero no lo hago porque no hay una infraestructura en cuanto a servicios: tengo que buscarme una pensión, tengo que ir a un restaurante a comer solo, y más que entretenerme me deprimo. Entonces en el Camino de Santiago es al contrario: ando solo, que es como quiero estar, solo, y me paro a pintar, pero al final del día voy a ir a un albergue y me voy a encontrar con gente que ha hecho casi lo mismo que yo, y entonces me resulta sugerente", explica el artista. En sus cuadros ya no inmortaliza las iglesias ni los cruceros, patrimonio y seña del Camino. "Ahora voy al paisaje, me sitúo ante él, pero más que lo que estoy viendo delante, que sí lo estoy mirando, lo que me seduce es sentir cómo están pasando las cosas, cómo se funde el color, cómo van resultando formas, las acciones que tengo que tomar para que aquello me satisfaga... pero no estoy tratando de resolver físicamente lo que tengo delante", cuenta.

Un proceso creador que tiene mucho de intuitivo y que da como resultado cuadros de una geometría muy viva y abierta, dispuesta al "juego inagotable" que, como escribe Francisco Javier San Martín en el catálogo de la exposición, propone Antón Hurtado, ya que "la invisible cuadrícula subyacente en su pintura geométrica permite infinitas posiciones, combinaciones, contrastes o relaciones entre sus partes". Muestra del carácter vivo y abierto de sus cuadros es el hecho de que les pone títulos que no son definitivos. "Si vuelvo a mover el cuadro le pongo un título completamente distinto, lo que me sugiere en ese momento. Es algo vivo ante lo que respondes según tu estado de ánimo. Ambiguo, de alguna manera", dice Hurtado, quien pese a haber recibido formación artística se considera autodidacta.

De soledad a sociedad

El arte, nexo de unión

Ha pasado por diferentes fases en cuanto a formas geométricas, y la que ahora le inspira es una L, "a modo de espigón de un puerto que termina en un faro". "Pero a esa L le voy dando vueltas, mira para arriba, para abajo, le doy distintas perspectivas, y puede terminar siendo una división de un campo o un grupo de personas funcionando en un lugar, deambulando por él. ¿Por qué me sugiere esas cosas? No sé, porque es como veo a las personas ante una situación social, por ejemplo en una concentración de todas ellas. Son formas aleatorias, según cómo están puestas te generan unas cosas u otras. Si logro ese carácter vivo, el cuadro funciona", apunta Hurtado, quien reconoce que exponer "es un acicate para pintar". "Porque si no tienes proyectos te dispersas, y si los tienes concentras tus ideas para hacer una cosa que acaba teniendo una fisicidad, y de alguna manera se consolida tu trabajo".

Y aunque considere la pintura una vivencia solitaria de autoconocimiento y autocomunicación, en su caso siempre está relacionada con la sociedad en la que vive, "con cómo me encuentro ante el día a día en ella". "En esta sociedad convulsiva, por la situación de división entre las clases sociales...", apunta avivando el espíritu reivindicativo que conserva de sus tiempos jóvenes de militancia. "Con los años me he vuelto más sereno, pero siguen doliéndome muchas cosas. "¿Lo que más? Que los empresarios digan que se ha generado muchísimo empleo, y al mismo tiempo las personas que tienen trabajo no lleguen a cubrir el mes, y estén en la pobreza. Es muy grave, y es de locos mantener una sociedad en estas circunstancias", critica y lamenta.