PAMPLONA - En esta propuesta de teatro documental verbatim, un profesor propone a alumnas/os de 3º de la ESO realizar un trabajo sobre las fiestas tradicionales para ayudarles a conocer la diversidad de orígenes que hay en el aula. Son Nate, de origen hispanoguineano; Kamila, de origen ecuatoriano; Farah y Mustafá, de origen marroquí; Hugo de origen español; Ionut de origen rumano y Xirou, de origen chino. El resultado es un espectáculo en el que el reggaeton se mezcla con Verdi, las chicas con velo son galácticas, las flautas no suenan, a Mustafá le gustan las cristianas, los siete magníficos nunca son siete y todos los adultos guardan un secreto.¿Qué le llevó a escribir una obra sobre estudiantes de la ESO de un instituto público actual?

-Tuve dos impulsos. El primero es que con Cross Border hacemos muchos proyectos educativos con Secundaria y conocía la problemática y las necesidades de los chavales. Y luego había una cosa que tenía en la cabeza desde hace tiempo. Yo viví tres años en Estados Unidos, también he vivido en Francia, y me daba cuenta de que la diversidad cultural de nuestras calles y nuestras aulas no está representada en los escenarios, en la ficción. Después de algunas funciones, había chicos que nos decían que no se habían planteado ser actores porque nunca habían visto a un latino o a una actriz china en el escenario. Estamos acostumbrados a que el teatro sea blanco y eso no representa a nuestra sociedad.

¿Cómo aborda el tema de la identidad en esta Europa que ya no tiene el mismo rostro de hace unas décadas?

-Yo siempre digo en los encuentros con el público que España ya no es blanca, y que no nos hemos dado cuenta que hay toda una generación de españoles que no es blanca. Aquí suele intervenir una de las actrices, Anahí Beholi, que dice que para ella nunca ha sido blanca. Anahí es afrodescendiente, nació en Ibiza y su madre es de Guinea, que era una colonia española hasta hace poco. Es curioso, porque cuando hablas con ella o con sus padres, que son españoles de Guinea, te dicen que no es que España no sea blanca ahora, es que no lo fue nunca. Otra cosa es cómo nos hayamos contado la historia.

Durante un tiempo se infiltró en un instituto para hacer entrevistas a estudiantes, padres, profesores... ¿Cómo la recibieron y cómo fue ese proceso de trabajo?

-Al principio fue difícil encontrar un instituto que quisiera que entrara con mi grabadora de audio. Y cuando por fin lo encontré, sus responsables fueron muy generosos y todo muy fácil. Me proporcionaron una salita donde hacía entrevistas individuales, pero antes de eso hice un taller con los chavales para que me conocieran. Algo curioso es que en la obra solo aparecen madres, no padres.

¿Por qué?

-Porque cada vez que a los adolescentes les preguntaba con quién de su casa podría hablar, me remitían siempre a sus madres. Eso ya cuenta mucho de cómo funcionamos en las familias en España y cuál es la relación entre la familia y el sistema educativo.

¿Qué curiosidad expresaban los entrevistados hacia su trabajo y lo que pretendía hacer con él?

-Mi experiencia haciendo teatro documental es que hay una media. Si entrevistas a cuarenta personas, sabes que habrá unos veinte relatos que podrás utilizar para la obra. No todo el mundo tiene las mismas ganas de contar, pero quien quiere contar te lo cuenta todo, porque ve que le puedes servir de altavoz para hablar de una realidad que casi siempre permanece invisible. Por lo general, tanto en Fiesta, Fiesta, Fiesta como en otros proyectos documentales he notado que quien ya se sienta contigo sabe a qué va. Además, en esta obra los personajes han elegido sus nombres, ninguno ha usado su nombre real, y también hemos mantenido al instituto en el anonimato. Eso permite que se cuente lo importante, pero si hay algo que puede resultar conflictivo, nadie queda en evidencia.

¿Y qué tipo de información le interesaba obtener en esas entrevistas que luego ha trasladado a la obra?

-Yo iba con una lista de preguntas, que eran las mismas para todos los adultos y las mismas para todos los jóvenes. Y lo que más me sorprendió es que entré para reflexionar sobre la construcción de la identidad cultural, que tiene que ver con la memoria y con los referentes y me encontré con una gran crítica al sistema educativo. Tanto los profesores como el resto de adultos y los chavales querían hablar de ello; de las dificultades que existen a la hora de manejar la diversidad cuando desde la Administración se han eliminado las aulas de enlace o de los traductores en las reuniones entre padres y profesorado. Yo ni sabía que eso existía y fui integrando cómo en el sistema han ido desapareciendo un montón de cosas desde los recortes que empezaron en 2010; recortes que hacen que creemos ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Porque si no tienes el idioma, no puedes acceder a la educación y si no accedes, estás condenado a ser mano de obra barata o a estar en la calle.

No sé si esta obra superaría el pin parental de algunos y en algunas partes.

-(Ríe) El otro día estuvimos en Madrid y salió bastante el tema. Aunque la obra no habla de diversidad sexual, habla de diversidad, y al fin y al cabo es lo mismo. Hay temas, muchos, en la educación que podrían derivar en el pin parental pasado mañana. Por ejemplo, la teoría de la evolución; ya hay alumnado que defiende que lo de Darwin es mentira. O en esta obra, cuando hablamos de cómo encauzar las relaciones emocionales y personales. Porque dependiendo de la religión a la que pertenezcas, es normal que te busquen marido a los 16 años o es una aberración. Está claro que pensamos de manera muy diferente.

¿Y qué le parece que esto pueda estar sucediendo ahora mismo en España?

-El pin parental es volver a las cavernas. La diversidad cultural y sexual debería ser respetada, y más en un colegio público. Si alguien quiere llevar sus hijos a colegio privado, ya sea católico, del Opus o liberal, es su elección, pero cuando llevas a tus hijos a la pública, esta debe regirse por valores relacionados con los derechos humanos, que dicen que hay que respetar a todo el mundo, independientemente de la raza, la religión, el género, la orientación sexual, etcétera. Lo triste es que se manipule el sistema educativo con estos fines. La democracia debe velar por que la diversidad permanezca, y el pin parental pone eso en peligro.

Cross Border opta por el teatro documental verbatim, ¿en qué consiste?

-Cuando trabajo con los actores, estos reciben el texto y la obra en audio. El texto está escrito siguiendo la forma de hablar del personaje y todo lo que sucede en su testimonio. Es decir, el verbatim respeta las toses, las risas, si dicen un 'ejque', se escribe como 'ejque'. El actor trabaja tanto con el texto como con el audio y se aprende la obra como si fuera una canción. Se pone unos auriculares e incorpora esa manera de hablar, de respirar, de reír, a su manera de hablar, de respirar y de reír. Una de las cosas que el verbatim defiende es que el lenguaje es identidad, con lo cual al mantener la forma de hablar de una persona, estás manteniendo su identidad, su experiencia, su nivel educativo... Muchas cosas.

¿El teatro documental es la línea de trabajo que más le interesa en este momento?

-Sí, me interesa el teatro documental y el teatro foro. Sobre todo el trabajo de participación con el público y con comunidades; que las historias que contamos vengan de gente de verdad, que como artistas vayamos de la mano de personas que quieren o necesitan que su historia sea contada. Es el teatro con el otro.

DE UN VISTAZO

La obra. Fiesta, Fiesta, Fiesta.

Fecha, hora y lugar. Hoy, a las 20.00 horas, en el Teatro Gayarre.

Encuentro con el público. Al finalizar la función.

Compañía. The Cross Border Project nació en Nueva York en 2010 como un proyecto personal de Lucía Miranda para crear un teatro global y multicultural, para contar al público las historias de otra manera. Desde 2012 el Cross se establece en España, contando con un grupo de artistas estable que trabajan en el ámbito del teatro, la educación y la transformación social.

Autora y directora. Lucía Miranda.

Reparto. Anahí Beholi, Huichi Chiu, Miriam Montilla, Ángel Perabá y Efraín Rodríguez. Con la colaboración de Laura Santos (voz).

Propósito. El gran valor de Fiesta, Fiesta, Fiesta es que es una obra que da voz a realidades verídicas y que nos invita a reflexionar sobre la identidad de una nueva Europa y de sus aulas de mano de sus protagonistas.