pamplona - "Nosotros al Ibex 35 lo llamamos el 30+5; hay cinco que salen y entran como Zara o Mercadona, y los otros somos las treinta familias que mandamos aquí desde hace 200 años". Esta frase de un conocido empresario de cuyo nombre Benjamín Prado prefiere no acordarse inspiró al escritor madrileño para dar forma a la historia de su última novela, Los treinta apellidos, sobre la que hablará esta noche en Civican. La cuarta de la serie -que llegará a sumar diez novelas- protagonizada por el profesor de lengua y literatura e investigador Juan Urbano, y en la que el poeta y novelista bucea en el colonialismo sobre el que se construye el presente más injusto de nuestro país.

¿España es de treinta familias?

-En todos los países hay una oligarquía financiera. Como alguien dijo, podría ser peor, Argentina es de cinco familias (ríe). Uno de los mensajes que quería dar con la novela es que, evidentemente, ni todas las riquezas son ilegítimas ni todos los descendientes de negreros siguen siendo censurables, pero algunos sí, porque siguen haciendo lo mismo.

Quitando la parte más brutal y sanguinaria de lo que ocurría en el pasado, como los latigazos, los cuerpos marcados al hierro y las personas metidas en bodegas de barcos, sigue habiendo esclavismo y neocolonialismo: hoy hay niños cosiendo balones o ropa de marcas deportivas durante 16 horas al día por dos céntimos. De eso sí creo que se tiene que avergonzar el mundo, y hay que luchar contra ello.

Luchar, ¿cómo? Cualquier idealismo es sometido y absorbido por el capitalismo, por el materialismo.

-Bueno, yo creo que cualquier idealismo es imprescindible. Lo que pasa es que hemos empezado estropeando las palabras. Vivimos en un mundo en que parece que todo es una cuestión de números, todo se reduce a una cifra, a un tanto por ciento, y sin embargo lo que nos distingue de los otros bichos son las palabras, la capacidad del lenguaje y sobre todo la capacidad de escribirlo. Empezamos convirtiendo en ridículo las palabras que se suponía que nombraban cosas nobles: antes decías de alguien que era una persona utópica y estabas piropeándole, ahora te estás riendo de él. La palabra solidaridad se ha convertido en un asunto de miembros de ONG locos, cuando antes era uno de los principios de la razón humana, y como eso tantas cosas... Primero vaciamos las palabras de sentido, las ridiculizamos, y después parece que cometer los actos terribles que a veces describen esas palabras, pues ya no es tan grave sino una cosa medio graciosa.

Pero todos los días tenemos poder de elección para no alimentar esa rueda de devaluación humana: podemos, por ejemplo, apagar la telebasura y coger un buen libro.

-Pues es muy complicado porque estamos en uno de los países con peor índice de lectura de toda Europa, parece mentira porque al final es el país de Cervantes, y de Quevedo y Góngora y la Generación del 27... Tenemos dos grandes maravillas: nuestra geografía y nuestra cultura. Y la cultura la descuidamos completamente. Nadie lee a Cervantes, ni siquiera se lee ya El Quijote en los colegios e institutos, a los alumnos les mandan unos capítulos bajados de Internet, y eso es un desastre completo. Y yo creo que no es un problema de Internet; un poema de Poeta en Nueva York de Lorca sigue siendo igual de bueno leído en smartphone. No es un problema de soporte, es un problema de educación. Es un problema de entender que El Quijote lo tienes que leer, y Poeta en Nueva York también, y que lo leas en un libro o en una tablet o en un ordenador es lo de menos, mientras lo leas. Lo que es un drama es no leerlo.

Aunque lo bueno es leerlo por gusto, no por obligación, ¿no?

-Pues mira, yo no estoy tan seguro de eso. Ya sé que esto siempre causa polémica, pero sí que se puede y se debe obligar, lo mismo que en el resto de asignaturas. Yo no sé si a todos los niños les entusiasma aprender matemáticas o saberse las fórmulas químicas, sin embargo damos por hecho que hay que saberlas y las aprendemos. No entiendo por qué hacer a alguien leer El Quijote es poco menos que torturarlo. El problema es que partimos de la idea de que las Humanidades, la literatura en concreto, parecen lo prescindible. Mi opinión es que la cultura en general, el arte y la literatura en particular, son una necesidad para hacer personas mejores en aquello que hagas, sea de ciencias o de letras. Porque la cultura sensibiliza, nos convierte en personas más inteligentes, más empáticas, con mayor capacidad de comprensión y de análisis.

La literatura en particular nos da autoconocimiento...

-Claro. Lo que importa de un libro es lo que cuentas acerca del lector, no lo que cuentas acerca del autor. A mis alumnos suelo decirles que los buenos libros no son autorretratos, son espejos; te dan palabras, ideas y emociones que necesitas para explicarte cosas sobre ti mismo. Incluso escribir como terapia, sin pretender ser novelista ni poeta, es maravilloso, porque cuando escribes ya tienes que someterte a un proceso de reflexión mínimo, mucho más que cuando hablas.

En este sentido, esta serie de novelas en la que investiga en páginas del pasado de España que han sido arrancadas, ¿le ayuda a comprender mejor el presente?

-Sí, la clave de toda la serie, que van a ser diez novelas, es esa. Se trata de combatir esa tentación tan española de arrancar las páginas de la Historia, dejando ésta llena de medias verdades, de realidades oficiales, de impunidades poco deseables. A través de estas novelas toco temas de nuestro pasado más o menos reciente sobre los que parece que todo el mundo lo supiera todo, pero donde yo veo todavía rincones a oscuras y bombillitas por encender. Siempre he escrito desde ahora, con lo cual el juego es de ida y vuelta: por qué somos como somos, por qué nos pasa lo que nos pasa y dónde está el origen de algunas cosas. Por eso una novela habla de los bebés robados, otra de la Transición, otra de la famosa España del pelotazo, esta última del origen de algunas fortunas...

Venimos de ese imperialismo.

-Bueno, toda Europa, ¿eh? Tampoco nos flagelemos, que esto también es muy español (ríe). Toda Europa está construida sobre la esclavitud, sobre el colonialismo, y todos la liaron parda allá donde fueron. El problema es que vivimos en un planeta donde hablamos de primer mundo y de tercer mundo, y están a tanta distancia que el segundo ni existe; nos hemos tenido que saltar un mundo para expresar las diferencias de toda naturaleza que hay entre el primero y el tercero. Es terrible si lo piensas bien.

El protagonista de esta serie de novelas, Juan Urbano, tiene el proyecto de escribir biografías a la carta. Poner a salvo nuestros recuerdos sobre el papel se vuelve muy interesante hoy, en la era de las redes sociales e Instagram.

-Pero fíjate que la literatura es el único territorio donde lo digital ha fracasado. Lo digital ha arrasado en el mundo de música, los medios de comunicación, el cine... Pero en la literatura y la lectura, aquí y en cualquier país del mundo, el número de libros que se leen por Internet es ridículo. Debe ser que los libros se leen con más cosas que con los ojos. Y en la poesía en concreto, fuimos muy apocalípticos pensando que con las redes sociales esto iba a ser un desastre, y ha pasado justo lo contrario: la poesía se ha puesto de moda, la poesía mola, y si antes los poetas soñábamos con que un cantautor nos musicara, ahora son los cantautores los que quieren publicar libros de poemas. Es inaudito. Ha habido un cambio extraordinario. Pues felicidades a la poesía y a la gente, porque leer poemas te vuelve más listo y, por lo tanto, menos manipulable; y si en este mundo sobra algo es manipulación.

Pero sí hay un peligro de esta época asociado a Internet: estamos creando, como dice en su novela, sociedades que se conforman con el grado más bajo del saber, que es el estar enterados.

-Sí, completamente. Estamos en esta cultura del picoteo. Todo el mundo quiere saber un poquito de cada. Y eso es una gran pérdida. Todo el mundo quiere conocer el single de cada cosa. El single del libro, el single del disco, el single de la película... Hay películas en las que es mejor el tráiler que la película en sí misma. Y en Estados Unidos están haciendo ya periódicos a la carta, es decir, la gente recibe el periódico con aquellas noticias que coinciden con sus intereses y sin aquellas noticias que lo desagradan. Siempre se ha dicho que la gente cambia de canal cuando dan noticias duras sobre inmigración, porque ver niños ahogados en nuestras playas nos estropea la cena, y entonces eso que molesta a la gente desaparece. Da un poquito de miedo, se hará invisible el sufrimiento de mucha gente.

¿Escribir novelas como Los treinta apellidos o Los treinta apellidosMala gente que camina

-Bueno, yo creo que lo que puede hacer un libro es despertar conciencias. Luego lo que cada uno haga una vez está despierto, ya es otra cosa. Pero siempre es mejor estar despierto que dormido. Porque no querer ver ciertas cosas te vuelve de alguna manera cómplice de ellas. Hay demasiada gente mirando para otro lado en el mundo del neoliberalismo donde lo único que parece importar es que a ti te vaya mejor que al vecino de abajo. Creo que la literatura, sobre todo determinado tipo de literatura, sí que puede despertar conciencias, y además creo que las despierta mejor si lo hace desde el entretenimiento. Cuando se me acerca la gente con un libro suelo preguntarle: ¿Lo has pasado bien? Porque entiendo que en el pasarlo bien entra todo, entra la ilustración y entra la diversión. Y yo aspiro a las dos.

Y en el próximo libro de la serie, que verá la luz el 14 de mayo, ¿hacia dónde mira con ojos abiertos?

-Soy tan supersticioso que nunca cuento nada de los libros que estoy haciendo porque me da la sensación de que los estropeo... A ver qué te puedo contar... Hay dos personajes reales que son dos mujeres del ámbito de los deportes, de hecho una de izquierdas, otra de derechas, y las dos han sido proscritas de la Historia, una por motivos ideológicos, otra por motivos morales. Deberían ser ahora mismo muy importantes y tener muchas páginas a su nombre en los libros del deporte y de la sociedad española, pero no las tienen. Ha sido fascinante buscarlas, sacarlas a la luz y contar por qué en este país tan tremendamente machista para tantas cosas, a tantas mujeres se les ha prohibido el paso, se les ha puesto una valla diciéndoles: vosotras esto no podéis saltar porque con faldas no se saltan vallas.