pamplona - Para Javier Ariano, dar vida a Tony, el líder de los Jets, coprotagonista de West Side Story, es "un sueño". Formado en interpretación musical en su tierra, Murcia, y bregado también en teatro de texto, cree que, en estos tiempos, actores y actrices deben ser todoterrenos, como, de hecho, sucede desde hace tiempo en otros países. Y más si hay que afrontar "un reto físico y artístico" de las dimensiones del musical cuyas melodías imaginó Leonard Bernstein y a las que puso letra Stephen Sondheim. Sin olvidar las exigentes coreografías de Jerome Robbins y el libreto de Arthur Laurents. Después de triunfar Broadway, Robert Wise dirigió la historia de estos modernos Romeo y Julieta en una película que terminó de lanzar a Natalie Wood.

En Pamplona, el equipo técnico trabaja sin parar para montar esta súperproducción que necesita siete trailers para transportar los decorados de las 22 escenas que componen el espectáculo, así como el vestuario, que consta de 200 trajes y 40 pelucas. En escena, 32 intérpretes, 15 músicos en directo y más de 20 técnicos. Sin duda, una vorágine de tres horas que el actor sigue disfrutando aun cuando lleva ya cientos de funciones a sus espaldas.

¿Pesa la responsabilidad cuando escucha eso de 'el mejor musical de todos los tiempos'?

-Sí, pero porque es un gran reto. Tanto el elenco como los técnicos y el equipo directivo coincidimos en que es un desafío enorme que ya en su momento marcó a una generación, que todavía conserva la historia en la retina. Además, sigue estando muy vigente hoy en día, y nunca es tarde para seguir defendiéndola y seguir poniéndola sobre un escenario. Tiene canciones que muchas personas tienen en su memoria, pero la responsabilidad no recae solo en que todos los números estén bien cantados y bailados, sino también en que la interpretación sea la que tiene que ser para defender esta historia.

¿Fue muy difícil hacerse con el papel de Tony?

-Fue un casting muy duro. Participamos alrededor de tres mil personas, algunas llegamos a hacer tres audiciones en las que había que cantar muchísimo, durante muchas horas, para ver si el cuerpo resistía interpretando estos temas de Bernstein tan virtuosos y tan difíciles de cantar. Los responsables tenían que ver que podíamos cantarlos muchas veces por semana y se fijaban también en el feeling y en la conexión con los compañeros y con las compañeras. Poco a poco iban dejando que la historia se apoderara de nosotros para ver cómo luego nosotros nos apoderábamos de la historia.

¿Y qué sintió cuando le dijeron que era el elegido?

-Yo me formé en Interpretación Musical en la ESAD de Murcia, y cuando llegué a Madrid, hace como cinco años, empecé a trabajar en la Joven Compañía haciendo teatro de texto. Pero había algo en mí que me pedía cantar en alguna obra o incluso contar una historia cantando, y cuando llegó West Side Story fue como una señal. Es como si esta obra me hubiera estado persiguiendo. Había hecho ya algunas versiones de Romeo y Julieta y un año antes me había encontrado un libro de West Side Story en la calle... Yo soy muy de señales (ríe). Recuerdo que estaba de gira en Tenerife cuando me comunicaron que iba a ser Tony y tuve que salir a la calle a pasear por la playa durante una hora para asimilar la noticia. Protagonizar un musical era mi sueño y encima era West Side Story...

¿Tiene claro que el musical es el género en el que quiere centrarse o está abierto a todas las opciones?

-Tenemos que empezar a acostumbrarnos a que la formación del actor debe ser mucho más integral. De hecho, así está siendo ahora mismo. Yo mismo aparte de interpretación he estudiado canto y danza. La gente está cada vez más preparada.

De hecho, en países como Estados Unidos, esto es muy habitual.

-Claro, aquí todavía venimos de una inercia de pensar que en el musical no hacen falta buenos actores. Quizá por eso en España hasta hace poco existía solo un reducido grupo de profesionales que dominaba todas las disciplinas, pero eso, afortunadamente, ha cambiado y ahora hay muchos más. Siempre pienso en Hugh Jackman, que lo mismo te hace Los Miserables que Lobezno, así que no le veo mucho sentido a hacer distinciones entre géneros.

Ese planteamiento requiere de mucha preparación y de tener la herramienta muy a punto en todo momento.

-Totalmente. Por ejemplo, este musical requiere mucho compromiso y muchísimo nivel en todas las disciplinas. Porque no solo se trata de contar una historia de unos jóvenes que se ven envueltos en algo que no son capaces de controlar, sino que las canciones son muy virtuosas y hay que estar siempre muy en forma y muy preparado. Y con las coreografías pasa lo mismo. Los bailarines no solo bailan, sino que te cuentan esas luchas callejeras que hay entre los Jets y los Sharks. Tenemos que estar siempre como si fuéramos atletas, preparados para afrontar funciones de tres horas.

¿Y cómo acaban después de esas tres horas?

-Pues muchas veces hacemos otra (ríe). El cuerpo se va haciendo. Al principio, todos llegábamos al fin de semana con la sensación de que no podíamos más, pero luego nos fuimos acostumbrando. Es verdad que es una función agotadora, y por eso hay que llevar una buena alimentación, hacer deporte, descansar mucho y estar muy a punto.

El suyo es un personaje al que conocemos por el musical de Broadway, pero sobre todo por la película, ¿pero cómo es el Tony de Javier Ariano? ¿Le ha podido dar algún toque personal?

-Tony, María, Anita, Bernardo... Todos son personajes icónicos y la gente los conoce bien. La base fundamental sobre la que trabajamos la historia fue la historia de Romeo y Julieta, pero no solo eso, sino que con el director fuimos viendo qué parte de Romeo o de Julieta tenemos cada uno de nosotros. Y, por supuesto, tuvimos claro que la historia es muy potente, tanto que estará sucediendo ahora mismo entre los jóvenes de hoy en día. Fíjate que Spielberg va a estrenar su versión de West Side Story este año, lo que demuestra que estos personajes están muy vivos. Es evidente que el tema del amor sin barreras está completamente vigente. En mi caso, me identifico mucho con Tony, sobre todo con ese mundo onírico y ese deseo de perseguir los sueños que tiene. A veces es un poco tozudo y no quiere escuchar lo que le dicen alrededor, pero él se empeña y decide luchar por ese amor que es incondicional. Para él no hay barreras y para María tampoco.

Trabajar la complicidad con Talía del Val, que da vida a María, habrá sido clave.

-Sin duda. En esta historia hay que abrirse en canal y entregarse por completo. Y, como nos dice el director, Federico Barrios, todos los días tenemos que hacer que el público se enamore como si fuera la primera vez.

Ya lo ha dicho antes, la historia está totalmente vigente, y puede interesar tanto a público joven como a espectadores adultos.

-Por supuesto. Para el público que se enamoró viendo la película hace 60 años, esta función resulta muy especial. Pero es que esta historia es para todos. No solo es un romance dulce, también hay enfrentamiento entre razas, lucha territorial, homofobia, machismo, empoderamiento de la mujer. Es muy importante que venga todo tipo de público, pero sobre todo el joven, porque los que están sobre el escenario tienen su edad y los jóvenes de ahora deben decidir si quiere que siga exisistiendo una sociedad así.

En cuanto a la música, hay temas mágicos como María, Tonight, MaríaTonightAmérica

-Toda la música envuelve. Bernstein hizo una partitura muy virtuosa y muy difícil de cantar (ríe). Son temas muy arriesgados para los cantantes y para los músicos. María para mí es la canción más complicada porque pasa por muchos estados y tienes que tener mucha calidad vocal o al menos mantenerla igual en todo el tema. Es muy difícil, pero me enamoro cada día de esta canción, así que también es un gusto. Y mi número favorito es el Tonight Quinteto. Es el primer momento en que todo el elenco se sube al escenario, se mezclan las voces, los motivos melódicos... Cada personaje sabe que esa noche algo va a pasar. Es un momentazo.