- "Fue muy divertido". Así recuerda Isaki Lacuesta (Girona, 1975) lo que pasó en 2012 en el evento OFFF Punto de Vista, que fue una protesta contra la posible cancelación del festival y del que fue uno de los principales impulsores. Afortunadamente, la presión ejercida por cineastas, medios y público logró, no sin dificultades, que la programación continuara. El director de títulos como Cravan vs Cravan, La leyenda del tiempo, Los pasos dobles y Entre dos aguas, entre otros, regresó a ella ayer y hoy pondrá el punto y final a su 14ª edición.

De vuelta en Punto de Vista, ya hacía tiempo...

-Sí, y vengo con muchas ganas. He ido siguiendo la programación de lejos y sé que el festival mantiene este espíritu vanguardista y de ganas de compartir cine y que continúa siendo un lugar de encuentro de cinéfilos de la Península y de muchos lugares del mundo. A ver si me queda algo de tiempo para ver películas. Hace un tiempo me sorprendió, por ejemplo, encontrarme en el Flaherty Film Seminar de Nueva York con directores, programadores y espectadores chinos, estadounidenses y de otros sitios que tenían a Pamplona y al Punto de Vista como un referente.

Sin duda, en este festival se ha apostado por algo que va más allá de exhibir películas.

-Lo sé. Para mí un festival tiene que ser un punto de encuentro, un evento donde las performances, la música y otras artes puedan convivir con el cine. Con películas que, además, no es el que habitualmente en salas.

Por suerte y por otros motivos menos azarosos, el festival cumplirá 15 ediciones en 2021. Pero hubo un momento en que estuvo en serio peligro. Isaki Lacuesta fue uno de los artistas que presionó para que siguiera.

-Y fue muy bonito. Cuando pasan estas cosas uno se da cuenta de lo frágil que es todo. A veces piensas que algo ya está ganado y basta un cambio de signo político para que veas que no es así. Hay una serie de asuntos, como las políticas culturales, educativas y sanitarias, que no deberían depender de las tendencias políticas, sino que tendrían que ser de todos, consensuadas. Espero que Punto de Vista no se vuelva a enfrentar a algo así y dure mucho. Aquello fue una gran fiesta en la que cineastas celebramos que si finalmente el festival no iba a tener contenido porque no lo dotaban de presupuesto, al menos nos quitaran lo bailao. Hay que preservar los lugares donde hemos sido felices.

Tiene mucha experiencia en festivales, algunos muy grandes y con alfombra roja y otros más pequeños como este. ¿Dónde se siente más cómodo? ¿Cuál es su ecosistema?

-Bufffff... Hace tiempo que los festivales en general me cuestan porque llega un punto en el que no tengo tiempo de ver películas. Antes, poder estar encerrado una semana empachándome de pelis me ponía las pilas. Ahora normalmente estoy dando clase, presentando peli o dando entrevistas y no puedo ver casi nada. Dicho esto, hay festivales que por naturaleza fomentan el encuentro y otros que no. Por ejemplo, Rotterdam, pese a ser grande, apuesta por eso, y Pamplona también. En estos lugares estoy a gusto.

Sin embargo, su cine no se proyecta solo en pantallas y con el público sentado...

-Siempre digo que no estamos en posición de renunciar a nada. La sala es importante, pero no es el único medio. Hoy en día, cuando hacemos una película sabemos que se va a ver de maneras muy distintas. Yo mismo dependiendo del día o de la película prefiero verla en mi casa, en el cine o en un festival. Hay piezas que he hecho en distintas formas, contenidos y duraciones.

¿Como la que veremos en la clausura?

-Sí. El material que se va a proyectar tiene su origen en una instalación que hice en París con ocho pantallas simultáneas que rodeaban al espectador. Era un tipo de experiencia que solo podías tener en ese lugar y en ese momento. Luego hice una versión monocanal de este proyecto que se puede ver en Internet, y mañana (por hoy) proyectaremos una versión monocanal, pero yo haré la voz en vivo y mi sonidista ha hecho un montaje de para la ocasión con sonidos de otros lugares, algunos de ellos en directo. Tendrá un punto de performance con un pequeño epílogo creado para la ocasión.

¿Tiene algo que ver con Pamplona ese pequeño montaje del final?

-La pieza parte de la idea de mostrar lugares que he filmado que te hacen pensar que son lugares o épocas en las que no he estado. Todo partió de unas imágenes que grabé en Johannesburgo y que, cuando las enseñaba a mis colegas, estos pensaban que eran de archivo. En aquel viaje filmé a unos chavales vestidos de los años 50 en un sitio y, al cruzar la esquina, a unas chicas peinadas al estilo de los 70. Y me dio por pensar que eran jóvenes que estaban viviendo de forma casi vicarial lo que no habían podido vivir sus padres y sus abuelos en la época del apartheid. Toda la pieza va de estar en dos tiempos y en dos lugares a la vez. Y la parte final ocurre en Pamplona entre dos tiempos, uno de los cuales es el festival.

Siguiendo con los distintos espacios para exhibir cine, en los últimos tiempos, al margen de 'Entre dos aguas', hemos visto más su trabajo en museos y salas de arte.

-De hecho, preparando la clase de hoy (por ayer) me he dado cuenta de que hace tiempo que no hago documental para cine. Hago mucho trabajo documental, pero ha sido más para museos, galerías, festivales... Y creo que tiene relación con la necesidad de hacer películas, porque para mí siguen siendo películas, que se despliegan en el espacio e implican un recorrido que hace que el espectador acabe siendo el último montador. Otro motivo es que hoy en día hay un público audaz, atrevido y más abierto a convenciones distintas que las que ofrecen las salas. Estoy generalizando mucho, pero creo que, hoy, quizá por la incertidumbre política y económica y por el cambio radical de vida que implica todo el mundo de las redes sociales, cuando vas al cine o miras series buscas una zona de confort, algo seguro; en cambio, cuando vas al teatro, a un museo o abres un libro estás abierto a experiencias más novedosas.

Trabaja bastante con otros creadores como pintores o arquitectos, ¿qué le aportan esos intercambios?

-Me encantan. El cine por naturaleza lleva eso dentro. Llegó tan tarde que heredó la tradición literaria, pictórica, arquitectónica... Y yo cuando trabajo con otros artistas conozco formas de pensar y de mirar que luego puedo aplicar a mi trabajo. Me interesa, me inspira y creo que en general cuando trabajas con otra gente acabas llegando a lugares adonde de otra forma no llegarías.

Recientemente hizo una serie para Movistar+, 'Bajo escucha. El acusado', sobre el crimen de Almonte, que al final no se ha emitido.

-Está paralizada y es posible que no se emita nunca porque entre los abogados había discrepancias de criterio sobre algunos contenidos y ahí se ha quedado.

¿Y cómo fue la experiencia?

-Tenía mucho de encargo que acepté porque me pareció que es importante intentar que el documental ocupe un lugar mainstream. Esto es algo que hablo mucho con Simiani. Hace tiempo que me decía que las plataformas podían ser una gran ventana para los documentales. Yo no me lo creía, pero cuando surgió la oportunidad pensé en que tenía que intentarlo sabiendo que no iba a trabajar con la misma libertad que cuando hago mis películas. Y es verdad que pude encontrar algunos espacios interesantes. Por ejemplo, estoy muy satisfecho con el trabajo de retrato del entorno del Rocío, de Huelva, de los cazadores, de la religión... De hecho, esa parte la he mostrado en instalaciones. Lo que pasa es que era un caso muy complicado. A día de hoy no hay culpable y eso genera mucho dolor en la gente.

¿Volverá a probar con la tele?

-No lo sé. Ahora pienso en otros caminos. Creo que la tele tiene unas posibilidades increíbles que no se están explotando del todo. Supongo que será cuestión de tiempo.