ecidieron parar los ensayos el martes 10 de marzo, días antes de la declaración de estado de alarma. "Vimos que no tenía sentido seguir y también lo hicimos por precaución", comenta Igor Ijurra, director artístico del Orfeón Pamplonés, que, al igual que los cantantes del coro adulto, estos días ha tenido que ponerse las pilas con la tecnología y aprender a usar herramientas como Zoom, programa de reuniones on line con el que siguen ensayando tres días a la semana.

Se le ocurrió a Carlos del Río, jefe de la cuerda de bajos y catedrático de departamento de Ingeniería Eléctrica, Electrónica y Comunicaciones de la Universidad Pública de Navarra. La cosa era no parar con el objetivo de seguir practicando, pero sobre todo para seguir sintiendo que el Orfeón "es mucho más que un coro, es un medio de cohesión y relación social", insiste Ijurra. Y, como dice Mari Paz Arizkun, subdirectora artística, "si en 153 años el coro ha pasado por guerras y toda clase de conflictos y situaciones, esta epidemia no va a poder con nosotros".

Estas semanas están con la Sinfonía núm. 8 en mi bemol mayor, más conocida como Sinfonía de los Mil, de Gustav Mahler. La idea es interpretarla el 12 de julio en el Palacio de Carlos V en el marco del Festival de Granada. El coro navarro participó por primera vez en el certamen hace 50 años, estrenando la Octava en el Estado junto al Orfeón Donostiarra. El planteamiento es reeditar aquella cita, contando también con el Coro y la Orquesta Nacional de España, así como con un coro infantil y varios solistas. Es decir, con más de 250 personas sobre el escenario y con muchas más como público. ¿Demasiadas? "No se ha suspendido aun, pero será muy difícil", lamenta Igor Ijurra. En la web, el festival informa de que "continúa trabajando para que la 69 edición tenga lugar", pero ha suspendido la venta de entradas sine die.

Carlos del Río, que lleva 15 años en el coro, sabe que ese concierto pende de un hilo, pero pone buena cara al mal tiempo y opina que "si no es en ese momento, cantaremos la Octava en otro", así que sigue dirigiendo a los bajos en los ensayos que se celebran por cuerdas a través de Zoom. "Trabajo en la universidad como profesor y, aunque no la había usado, sabía que era la herramienta que utilizaban, así que investigué un poco y vi que la usan los coros". Y es que tiene una característica destacada para las actividades relacionadas con el sonido. "Normalmente, los programas de videoconferencia usan el compresor y descompresor de sonido, lo que distorsiona mucho las frecuencias y para música es horroroso", apunta. Y Zoom "permite desactivar esa compresión", de modo que el sonido "solo está límitado por la capacidad del micrófono de que dispongas".

La dirección del coro admitió de buen grado su sugerencia y se pusieron manos a la obra. En los ensayos, él canta o les pone grabaciones y sus compañeros le siguen desde sus casas con el micro cerrado, "si no, sería imposible". De momento, y "en eso estuvo de acuerdo todo el equipo artístico", lo importante es "no perder el contacto entre nosotros", y también "ir avanzando en la lectura y aprendizaje de obras". "No sabemos cuándo nos van a levantar el confinamiento, cuándo vamos a poder juntarnos a ensayar o no, pero hay que mantener a la gente enchufada, por eso mantenemos la rutina de ensayos de lunes, martes y jueves a las ocho de la tarde", como bien pudo comprobar este periódico en la sesión del pasado día 16 a la que la entidad nos permitió asomarnos. En ella, la dinámica es animada. Del Río reconoce que al principio costó "porque tenemos a gente que llega a los 70 años", pero luego todo se solucionó y "está todo el mundo conectado". En cuanto al material, los que tienen las partituras en casa las aprovechan y al resto se les ha facilitado en formato pdf. También textos y otros recursos. Y la asistencia es más que notable. "Teníamos dudas, pero hemos visto que la respuesta es muy buena, y el objetivo de socializar también se cumple", y recuerda que el primer día en que se conectó con su grupo "llevábamos una semana sin vernos y no hicimos nada, solo nos hablamos y pusimos la herramienta en marcha".

Mari Paz Arizkun coincide en que el tema social es crucial. "La actividad coral es esencialmente grupal, habitualmente nos vemos tres veces a la semana y cuando tenemos conciertos con la Sinfónica llegan a seis; yo lo echo mucho en falta", reconoce la subdirectora artística del Orfeón y jefa de la cuerda de sopranos. En su caso, "como somos muchas", hacen dos turnos de ensayos. El funcionamiento, solucionados los problemas técnicos que se producen en cada inicio de sesión, es fluido. "Tenemos que confiar en que ellas hagan primero su trabajo en casa, antes del ensayo, y la respuesta es muy buena; si en circunstancias normales estar en el Orfeón ya exige un gran compromiso y entrega, en estas circunstancias mucho más. Estoy muy contenta", afirma, aunque confiesa que cada vez que les comunican una cancelación a los cantantes "les afecta", como es lógico. "No sabemos tampoco cuándo vamos a poder volver a cantar todos juntos, pero si en 153 años el Orfeón ha sobrevivido a guerras y a todo tipo de situaciones, también podremos con esto", afirma, consciente, además, de que ahora es preciso echar mano de la imaginación y reinventarse.

Reinvención es el término que más emplea Igor Ijurra cuando se le pregunta por el momento que atraviesa el Orfeón. Personalmente, lleva el confinamiento dependiendo del día, la hora y el momento. Y del viento sur que sopla estos días en Sakana. "Duermo fatal y me afecta al humor, necesito norte y fresco", indica. Respecto al coro, "cancelamos los ensayos antes de que entrara en vigor el estado de alarma" y el equipo directivo se tomó los primeros días "para pensar por dónde ir en medio de la incertidumbre", y para saber qué hacer con los compromisos. Algunos ya se han cancelado o aplazado, como el Ivan el Terrible de Prokofiev que iban a interpretar con la Orquesta Mariinsky bajo la batuta del maestro Gergiev el 4 de abril en Baluarte. También el traslado de la Dolorosa en Pamplona, la actuación en Laredo el 9 de mayo, "y quedan pendientes los conciertos con la OSN el 4 y 5 de junio en Baluarte y el 6 en el Gaztambide, y el megaconcierto del 12 de julio en Granada, que sabemos que será difícil que se celebre".

Así las cosas, y después de varias reuniones entre el equipo artístico, de administración y la junta "decidimos reiventarnos", continúa Ijurra. De este modo, se distribuyeron partituras en pdf entre los cantantes y se habilitó la herramienta Zoom para ensayar. Con un triple objetivo. El primer, "mantener la cohesión social, que sintamos que seguimos siendo un colectivo". El segundo, "seguir teniendo músculo musical", de ahí todo el material repartido y las clases e indicaciones de la profesora de canto, María Echeverría. Y tercero, "ensayar las obras de los compromisos musicales programados". Puede que estos no tengan lugar o se aplacen, lo importante es estar preparados, opina el director, muy contento con las 88 personas -de un total de 103- que se dieron cita el jueves por la noche en la primera asamblea virtual celebrada en tiempos de confinamiento. "Se nota que teníamos ganas de juntarnos, aunque fuera así", dice. Ahora mismo, el Orfeón desconoce si las citas canceladas se reprogramarán o no. Tampoco qué pasará con la próxima temporada, "que ya estábamos diseñando"; más que nada porque "nadie se atreve a cerrar nada". "Los espacios no saben qué presupuestos van a tener, los patrocinadores se han retirado... Y hay condiciones inviables: cómo van a cantar los miembros del coro separados los unos de los otros", señala. Y sigue: "Igual en esto también hay que reinventarse y empezar a dar conciertos virtuales hasta que todo pase. Estamos pensando en todo tipo de opciones, quizá en verano hagamos actuaciones a capella", cuenta. Y demanda a las instituciones que "no se nos deje de lado". "El sector de la cultura da de comer a mucha gente, que lo tengan en cuenta", concluye.