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Pintura hecha poesía

Pintura hecha poesía

rte abstracto que, como la buena música, no necesita de discursos ni explicaciones. Llega directamente a la emoción, despertando sentidos e impresiones. Así es la obra de Jokin Manzanos, que, cinco años después de la última exposición individual del artista en Pamplona, puede disfrutarse desde ayer en el espacio Apaindu del casco viejo de Iruña (calle Curia, 7-9).

Hasta el 18 de julio puede visitarse esta muestra, que se inauguró justo antes de decretarse el estado de alarma y ha estado cerrada hasta ahora. Una selección de obra nueva aunque no recién pintada. “Trabajo mucho con módulos, y parte de estos los expuse en Ciudadela hace ya cinco años. Alguno se ha mantenido, pero otros han ido cambiando y combinándose con otros módulos para crear obras nuevas”, explica Jokin Manzanos. Un artista que persigue que la obra esté siempre viva, “que no sea cerrada y muerta, sino que tenga variantes, e incluso dependiendo del espacio expositivo, cambie. No creo en la obra acabada. Repinto y matizo mucho los cuadros para sacar a la luz las distintas pieles”. En este caso, la obra -entre la que hay cuadros que empezó a pintar hace diez años- dialoga especialmente bien con las formas limpias y racionalmente bellas de Apaindu. Tanto los cuadros en técnica mixta -principalmente en acrílico- como las piezas en madera, parecen concebidas especialmente para este espacio expositivo.

Lucen en todo su esplendor, transmitiéndonos el poder comunicativo del arte abstracto -pura forma, textura y color-, del que el público navarro sigue bastante distanciado. “Cuesta mucho lograr esa conexión, lo abstracto está infravalorado, la gente no se da cuenta del trabajo que hay detrás”, reconoce Jokin Manzanos, quien lamenta que “el tema de la figuración y de lograr la perfección mediante el dibujo y la pintura esté tan metido en la gente”. “Y creo que vamos a peor -apunta-, porque ahora en internet hay muchos tutoriales de cómo hacerlo todo perfecto. Pero, ¿qué es la perfección? ¿De qué sirve dibujar un ojo como si fuera real? Eso perjudica mucho”, opina el artista pamplonés, a quien le “encantaría poder hacer un cuadro de estos -dice señalando los suyos- en cinco minutos, pero me cuesta un año”. Quizá, reflexiona, “a veces tampoco sabemos explicarnos los artistas”. Pero, ¿hay que explicarse? “Ahí está la cuestión. Yo pinto, no cuento historias”, afirma.

La clave para disfrutar de este arte no narrativo es “dejarse de prejuicios”. “Tiene que ver más con la lírica, con la poesía, son impresiones, sugerencias, olores, aromas. Es otro mundo. Pero claro, también la gente está mucho más acostumbrada a leer novela que poesía...”, dice Manzanos, artista plástico que ha trabajado también el diseño gráfico y últimamente prueba con la literatura ilustrada.

“Es un momento difícil para el arte, pero siempre lo ha sido. No hay muchos espacios expositivos, pero resistimos”, dice este creador que ha ido iluminando últimamente su paleta de color. “Yo era mucho más apagado, más de grises. El color me importaba mucho menos que la forma, y me empezó a interesar un poco. Quizá era un hándicap que tenía y quería explorar en esa línea, y empecé a calentar la paleta”, cuenta. Así han salido amarillos, verdes, rojos incluso -aunque estos últimos no está en Apaindu- muy matizados, que no apabullan. Tonos aclarados a base de veladuras que funcionan como contrapunto a los grises, como destellos de luz o claros en un bosque.

El arte de Jokin Manzanos revela en cada cuadro una historia de texturas, de trabajo a base de arrastre de pintura, en unos casos con los propios dedos, en otros con herramientas fabricadas por el propio artista con corcho o poliespan; historias pintadas capa a capa, secado a secado, gesto a gesto o titubeo a titubeo, aunque, eso sí, “la última capa es siempre de una sola sesión”, destaca el autor de estos campos de color de composiciones racionales pero fruto de procesos creadores intuitivos y aventurados.

Pintura hecha poesía. O música hecha pintura. En cualquier caso, un deleite para la vista y el alma.