No ha sido lo mismo estar confinada con balcón que sin balcón. Esta diferencia que marca la posibilidad de estar o no conectada al aire libre, al mundo exterior, de poder o no mirar al horizonte y nutrirse del espacio abierto ha inspirado a Alicia Otaegui (Pamplona, 1963) en su nueva creación: un poema visual que rinde homenaje a todas aquellas personas que durante el confinamiento forzoso por la pandemia del coronavirus no han podido disfrutar de un balcón.Balcón para todos es el título de esta instalación efímera e inmediata, además de sostenible, que se emplaza en una huerta del paseo del Arga, en ese aire libre tan anhelado y necesitado durante el estado de alarma. Esta obra, que surge de la actualidad extraña e incierta que nos toca vivir, puede ser disfrutada desde ahora y durante dos meses desde el exterior, mientras se transita por el paseo del río en el tramo de Oricáin a Sorauren.

"En el confinamiento estuve bastantes días atrincherada en mi estudio, pero me tocaba salir para asistir a mis padres, y vi que para ellos el balcón era un lugar importante, la oportunidad de salida y relación con el vecindario. Además, el balcón ha sido para muchos en ese tiempo escenario para aplaudir, denunciar, compartir talentos que estaban dormidos, amenizar o entretener.

Y, también, desde los balcones hemos podido ver paisajes desconocidos hasta entonces: la ciudad parada, la ciudad en silencio...", cuenta Alicia Otaegui, quien poco a poco también fue "viendo la realidad de muchísima gente, yo la primera -dice-, que no tenía balcón".

Y, más aún, de la mano de una amiga asistenta social conoció "situaciones duras de gente hacinada con cinco niños en una sola habitación... y no eran casos aislados. Empecé a pensar que el balcón diferenciaba de alguna manera a los pudientes y a los no tan pudientes, a los favorecidos y a los desfavorecidos. Y vi el momento de crear una propuesta artística relacionada con esta realidad", apunta la artista navarra, para quien "la conexión al mundo exterior a través del balcón y también a través de Internet ha sido el doble lujo en este confinamiento".

la huerta: RICO ESPACIO EXPOSITIVO

Su colorido y acogedor balcón, levantado sobre tubos que soportan una estructura creada con vallas de obra que Alicia Otaegui ha forrado con trozos de fundas de tumbonas, es "un homenaje a todas las personas que no han tenido balcón durante el confinamiento". Es un Balcón para todos, accesible, visible desde muchos sitios y que nos hace dirigir la mirada hacia arriba -un regalo para los ojos, que se topan con el verde de árboles frondosos que enmarcan la instalación-.

Las fundas de tumbona, un elemento muy codiciado tras el confinamiento, igual que las piscinas pequeñas, símbolo del ocio y la diversión anhelados, funcionan además como "banderas de países inexistentes", representando "la universalidad en que ha tenido lugar este maldito virus".

El emplazamiento elegido, una huerta, no es para nada casual: "En esos momentos de confinamiento, para algunos hacinamiento, tuve momentos de vértigo, de decir: a partir de ahora, ¿qué va a ser de los artistas? Muchos proyectos se habían ido al traste, los proyectos expositivos se quedaron y siguen en stand by, ahora se controla el aforo, antes disfrutar de la cultura y el arte era más natural, ahora todo está demasiado medido por los protocolos de seguridad, y eso me hace pensar que es necesario buscar espacios alternativos más accesibles e inmediatos. Es el momento de sacar el arte al aire libre, fuera de los escasos circuitos oficiales con aforo limitado", reflexiona Otaegui, muy "agradecida" a los amigos que le han dejado su huerta para instalar esta nueva obra.

"Mis mecenas son mis amigos, que ven y entienden esa necesidad que tengo de crear constantemente y se enrollan prestándome materiales o espacios para exponer... Sin ese mecenazgo colectivo, muchos artistas no podríamos sobrevivir", asegura, animando a otros creadores a mostrar sus trabajos en "espacios diferentes", a "aprovechar lo que se tiene" al alcance: "Si alguien tiene un olivo, que haga algo en ese árbol", propone. "Porque cada vez somos más artistas y los espacios expositivos de los circuitos oficiales cada vez son menos o más reducidos", dice.

Artista coherente en su defensa de la ecología y la sostenibilidad, Alicia Otaegui se preocupa siempre por la vida posterior de los materiales que utiliza para crear. En este caso, todo vuelve a ser reciclado. "Las fundas son de tumbonas que no se usaban ni iban a usarse. Y la valla de obra se va a reutilizar luego en esta misma huerta: sus propietarios la bajarán a tierra y la emplearán para colocar alubia verde, que tiene que trepar hacia arriba", dice contenta de tener la garantía de que sus materiales no terminarán mezclados en un mismo contenedor.

Superado ya el estado de vértigo, agobio y preocupación inicial que asegura haber sufrido en el parón por la pandemia, Alicia Otaegui mira al futuro más inmediato con el deseo de seguir cogiendo aire y viendo la luz en su quehacer creativo. De no perder ese "músculo" que le conecta con su mundo y el de todas las personas que tenemos la suerte de habitarlo, aunque ahora sea extraño e incierto.

"La conexión al mundo a través del balcón y de Internet ha sido el doble lujo en el confinamiento"

"Ahora toca sacar el arte al aire libre, fuera de los escasos circuitos oficiales con aforo limitado"

Artista plástica