- Un material guardado en una caja. Como un tesoro. Fue el gancho que atrajo a Lander Garro hacia este proyecto. El botín en cuestión eran unas grabaciones del interior de la vieja cárcel de Pamplona realizadas en 2012 poco antes de su derribo. En las imágenes, varios insumisos que pasaron allí una larga temporada rememoraban lo que aquello supuso en sus vidas y en la de mucha otra gente. No en vano, aquel movimiento antimilitarista se enfrentó a un Estado y le venció, siquiera en parte, porque aunque el Servicio Militar Obligatorio desapareció, aunque queda mucho por luchar, como bien deja claro Bi urte, lau hilabete eta egun bat, documental que parte de las vivencias de seis personas, Gaizka Aranguren, Iñigo Balbas, Toñín de la Cuesta (Tonino Carotone), Juan Kruz Lakasta, Fernando Mendiola y Jaxin G. Viniegra, para hablar de algo que fue mucho más grande que ellos y se impregnó en gran parte de la sociedad navarra, trascendiendo fronteras. Para que no se olvide. El solar donde se ubicaba la prisión de San Roque se llama hoy Parque de la Insumisión.

Sorprende el tono positivo, casi de celebración, de gran parte de la película, que no evita, por supuesto, mostrar las consecuencias que tuvieron que pagar quienes entraron en la cárcel.

-Una de las principales características del movimiento insumiso es que era muy festivo. Y su proselitismo siempre tenía una óptica alegre. Haciendo el documental, claro, descubrimos que no todo era fiesta y alegría. Porque cuando a un preso le cierran la puerta de la celda y se queda consigo mismo todo ese eco desaparece. Y el caso que mejor refleja esa situación es del Unai Salanueva -se suicidó en 1997-, como se refleja en la película. Pero, en general, he querido ser fiel a ese espíritu de corear, cantar y bailar en la calle.

También es cierto que, de este modo, el documental viene a celebrar una victoria, la de la desaparición de la mili, que en su día apenas se celebró ni se reconoció como el movimiento quizá merecía.

-Como se ve en la misma película, el movimiento de la insumisión se encontró ante la paradoja de que el Gobierno que impulsó el cambio fue el de Aznar. El primer Gobierno del PP. Y si ya se vivía una especie de shock por el hecho de que el PP hubiera ganado las elecciones, festejar una decisión política tomada por ese partido era muy complicado. Fue una paradoja histórica, y es que el PP hizo, por fin, algo que el PSOE no se había atrevido a hacer en sus gobiernos. Y ahí se produjo el debate de si en realidad los insumisos consiguieron vencer y doblegar al Estado y que este tuviera que reconocer que era imposible seguir con la mili, o, si fue una decisión unilateral del Gobierno, como el PP defiende. El documental ahonda en este tema y deja claro que la razón principal fue que la lucha de años del movimiento insumiso hizo que la sociedad entendiera que seguir encarcelando a gente que no quería hacer la mili no tenía ni pies ni cabeza. Pero, claro, el PP encontró un contexto europeo de apuesta por la profesionalización de los ejércitos y todo se acomodó y lo vendieron a su manera.

¿Apetece echar la mirada atrás y recordar a los poderosos que no siempre se salen con la suya?

-Pues sí, y más después de unos años en los que ese partido, el PP, ha tenido unas cuantas derrotas electorales. Apetece echar la mirada atrás y preguntarse si es posible cambiar el mundo a mejor con una lucha en la calle. ¿Sí o no? Está claro que sí. Nosotros ponemos el acento ahí para pensar también en qué desafíos tenemos hoy en día y cuáles tendremos en el futuro y en cómo podemos organizarnos gente de diferente ideología, porque así era el movimiento insumiso, para ejecutar ese cambio.

De hecho, en la película introduce luchas que están totalmente abiertas hoy en día, como es el caso de Ignacio Robles, el bombero de Bilbao que se niega a embarcar armas hacia Yemen; el de los refugiados, o el del insumiso que estuvo en la cárcel y sigue peleando para cerrar el Polígono de Tiro de las Bardenas.

-Sin olvidar que, en este principio del siglo XXI, el movimiento que claramente ha cogido el testigo de aquella lucha de los insumisos es el feminismo. Es el que mejor ha entendido que la organización es necesaria y eficaz y que es súper importante trabajar con gente diferente. Ahora, con este paréntesis de la pandemia, parece que todo se ha diluído un poco, pero en los últimos años hemos asistido a un repunte del activismo y de la lucha popular muy interesante.

¿Qué supuso para el proyecto poder contar con esas imágenes de la visita de varios insumisos al interior de la cárcel de Pamplona antes de su derribo? Una cárcel que, como dice uno de ellos, paradójicamente, le dio la libertad.

-En realidad, el documental nace de esa grabación de 2012. Cuando se decidió que se iba a demoler el edificio, los insumisos tuvieron la habilidad histórica de entrar a grabar. Gaizka (Aranguren) me facilitó las imágenes en 2016 y entre ellas estaba la que abre el documental, que es el abrazo entre Fernando y Jaxinto en la celda que compartieron. Y sí, paradójicamente, aquel fue el edificio en el que estuvieron encerrados, pero a la vez es el edificio desde el que se visibilizó de una manera muy potente a los insumisos presos. Fue un sitio icónico para el movimiento.

Y hoy es el Parque de la Insumisión.

-Ahí hay una justicia poética muy bonita. Las instituciones quisieron recoger el sentir popular con ese gesto. Asistimos a todo lo que tuvo que ver con la inauguración, incluida la creación del monumento. Ese acto fue como cerrar el círculo de una manera muy interesante, porque los jóvenes de hoy en día no conocen lo que fue aquello. La memoria es muy corta y con la sociedad de la información y el constante bombardeo de noticias de usar y tirar es muy difícil que un acontecimiento permanezca. Y creo que por eso ese parque hace una labor muy importante. Aunque seguro que habrá mucha gente que pasee por él y no sepa qué pasó allí.

¿Tenían claro que, pese a que fueron hombres los encarcelados, la labor de las mujeres -novias, madres, hermanas, activistas- también debía estar presente?

-Estamos en el año 2020 y esta película también es producto de su época. Si hacemos un repaso del siglo XX, veremos que la mujer ha sido apartada sistemáticamente de todos los relatos y que ahora mismo se está tratando de recuperar su participación en muchas conquistas sociales. Nosotros teníamos claro que no podíamos cometer el error de invisibilizarlas, empezando por el equipo de filmación, que fue muy femenino en gran medida por el empeño de nuestra productora, Izaskun Arandia. Además, cuando empezamos con el documental teníamos ya los seis personajes, pero a partir de ahí fuimos pensando en qué otros debían aparecer en este relato. Y cuando apareció Mabel Cañada, que es una de las fundadoras del MOC, yo no la conocía, pero cuando la entrevisté, descubrí no solo el peso que había tenido en el movimiento insumiso, sino también que desde el punto de vista cinematográfica era espectacular. Tiene mucho carisma, es muy lúcida, comunica muy bien lo que piensa y tiene una filosofía muy transparente y muy directa. Esta película tiene dos aciertos. Uno, que las mujeres están en el relato con toda justicia, y dos, que las mujeres concretas que participan son un tesoro. Para mí ha sido un regalazo haberme encontrado con estas mujeres.

¿Qué ha aprendido de esta experiencia?

-Una de las cosas que he aprendido es que cuando uno cree en algo profundamente y lucha por ello ya no puede cambiar. Conocer a estos insumisos me ha hecho ver que ellos siempre serán insumisos, nunca van a dejar de serlo. Cada uno en su oficio es insumiso. Todas personas que aparecen en el documental están implicados en cambiar el mundo a mejor, en ayudar, en intentar aportar. Por otro lado, he aprendido que ninguna lucha se puede dar por perdida. Todas las luchas tienen posibilidades de ganarse si se juegan.

"En estos comienzos del siglo XXI, el movimiento que mejor ha recogido el testigo de la insumisión es el feminismo”