Soledad Sevilla se alzó ayer con el Premio Velázquez de Artes Plásticas por ser una “pionera en la experimentación con los lenguajes en el Centro de Cálculo”, y por su “innovadora” manera “de entender la luz, los materiales y la geometría” que plasma en su obra, según recogió el fallo del jurado. El galardón, dotado con 100.000 euros, lo concede el Ministerio de Cultura y Deporte desde 2002 para reconocer la trayectoria y obra de un artista iberoamericano.

Según el jurado, su obra “es reconocida por su reflexión sobre diferentes tradiciones y culturas artísticas, que abraza al presente, siempre en tensión entre naturaleza y arquitectura”.

Por su parte, Soledad Sevilla lamentó que en los inicios de su carrera hubiera “distinciones” entre hombres y mujeres artistas y que cuando todos sus amigos “ya eran famosos”, la creadora “casi no podía exponer”.

“Ser mujer ha sido una desigualdad en el arte, pero eso afortunadamente ya ha cambiado y es igualitario. Ahora no hay distinción ni problemas, pero antes sí había muchas diferencias y era mucho más difícil: realmente, cuando ya todos mis amigos eran famosos, yo casi no podía exponer”, explicó en declaraciones a Europa Press la artista. Asimismo, señaló que no esperaba recibir un premio como éste a pesar de su amplia trayectoria, puesto que es “como el Nobel de las artes plásticas”. Además, le cuesta reconocerse en la figura de pionera destacada por el jurado. “Eso fue hace 50 años y han pasado muchas cosas desde entonces, ahora me siento de otra manera”, indicó.

Soledad Sevilla (Valencia, 1944), comienza su trayectoria en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi en Barcelona, donde estudia entre 1960 y 1965, aunque no es hasta los 70 cuando comienza a usar la geometría como una base normativa en su obra. Entre 1969 y 1971 participa en el Seminario de generación automática de formas plásticas del Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid.

Tiempo después llegaron varios reconocimientos como la Beca de la Fundación Juan March (1979) y una estancia, entre 1980 y 1982, en Boston, tras recibir la Beca del Comité Conjunto Hispano Norteamericano para Asuntos Culturales.

En la Universidad de Harvard disfrutará de otra beca específica para realizar estudios: Technical Examination of Works of Arts, Fine Arts Department. Allí empieza a trabajar la serie Las meninas, aplicando una estructura básica en forma de retícula para reinterpretar los espacios y las atmósferas del cuadro de Velázquez.

A su vuelta a España, realiza diversas instalaciones ambientales, todas ellas con un “marcado, pero sutil carácter pictórico”, que plantean una profunda renovación plástica.

Entre sus trabajos más destacados se encuentran la serie La Alhambra, con el que constituye un trabajo de reinterpretación del palacio nazarí.

En 1998 realiza su primera exposición en la Galería Soledad Lorenzo, con la que trabajará como artista hasta su cierre en 2012.

En sus sucesivas instalaciones y series pictóricas la luz se convierte en el elemento central. En 1992 realiza en el Castillo de Vélez Blanco (Almería) una proyección sobre los muros desnudos del patio que permite visualizar nuevamente el pórtico renacentista que actualmente está en el Metropolitan Museum de Nueva York.

Entre sus exposiciones más destacadas de los últimos años se encuentran la realizada en el Centro José Guerrero, Variaciones de una línea que revisa su obra de los años 60 a los 80 o la instalación Casa de oro que trasforma el patio de una casa morisca del Albaicín.

Génesis es el título de la exposición en la galería Marlborough de Barcelona, una revisión de su obra desde los años 60 hasta 2017, y en 2018, realiza en el CEART la exposición Espacios de la mirada una retrospectiva de su trabajo, en la que se percibe como su creación ha explorado siempre la luz y el espacio.