Pamplona, 6 de julio. No hay bullicio ni alegría. Tampoco ganas de gozar. A pocos instantes de las doce del mediodía, la Plaza Consistorial no acoge a una marea humana que, al grito de ¡San Fermín, San Fermín, San Fermín!, espera ansiosa a que se encienda la mecha que de el pistoletazo de salida a nueve días de fiesta. Este año por responsabilidad no toca y un pañuelo rojo gigante que cuelga del balcón principal de Casa Consistorial con el lema Los viviremos, Biziko ditugu emplaza a los pamploneses y pamplonesas a guardarse sus ganas de fiesta.

Ayer, ocho meses después de aquellas extrañas jornadas, Punto de Vista estrenó el documental Los no Sanfermines, producido por el Ayuntamiento de Pamplona. En él, se recogen los testimonios de sanfermineros y sanfermineras que narran en primera persona cómo vivieron y les afectó la suspensión de los festejos. "Trabaja la idea de que la pandemia nos ha robado los Sanfermines de 2020, pero no nos puede robar el recordar, el sentir que son las mejores fiestas del mundo entero", aseguró la concejala de Cultura, María García Barberena, durante la presentación del film. El documental se podrá ver en La Plaza de Baluarte hasta el sábado. La entrada es gratuita hasta completar aforo y habrá dos sesiones diarias a las 13.00 y a las 18.00 horas.

El documental comienza en una fría y lluviosa noche. De fondo, la entrecortada voz de la Teniente de alcalde, Ana Elizalde, pronunciando las palabras que ningún sanferminero quería escuchar aquel 21 de abril de 2020: "Les hemos convocado para darles una noticia que por muy esperada que fuese no deja de producirnos a todos un poso de tristeza. Porque eso, tristeza, es lo que nos causa tener que anuciarles que hemos tenido que tomar la decisión de suspender las fiestas de San Fermín".

A partir de ahí, el documental, que se grabó del 6 al 14 de julio del año pasado, recaba testimonios de los protagonistas de la fiesta y recuerda con ellos los momenticos. El principal, el chupinazo y los instantes previos en el zaguán del Ayuntamiento de Pamplona. Allí, txistularis y gaiteros aguardan nerviosos a que se encienda la mecha. A partir de ahí, nueve días ininterrumpidos haciendo sonar sus txistus y gaitas. "Ahora mismo, se juntan una mezcla de sentimientos horribles. Tengo que aprender a no estar un 6 de julio en el zaguán. Ya solo de pensar en ello se me ponen los pelos de punta", afirma el gaitero municipal José Luis Fraile, que lleva décadas tocando la gaita y siente cada nota de San Fermín.

Momenticos

Tras la adrenalina del chupinazo, Pamplona baila al ritmo del Riau Riau. Durante horas, La Pamplonesa no para de interpretar el Vals de Astráin por las calles del Casco Viejo. "Hoy a la mañana nos hemos pasado unos mensajes. Todos hemos sentido una tristeza muy importante. El día 6 para nosotros es muy importante", comenta Nekane Solana, presidenta de La Pamplonesa.

Otro de los momenticos son los encierros. Xabier Aldaz Ayerra monta y desmonta el vallado y desde hace cinco años prende la mecha que anuncia el inicio del encierro: "Empezamos a las cinco de la mañana y para las siete tiene que estar listo. Lo voy a echar de menos", lamenta.

Después del primer encierro llega un momento único: la procesión. "Sufro por no ver las calles de Pamplona teñidas de blanco y rojo y por no ver a San Fermín bendecir y rozar con la gente de esta ciudad", comenta Javier Leoz, párroco de la Iglesia de San Lorenzo. "Ahora estaríamos subiendo la calle Curia. Estar dentro de la procesión es un momento mágico. Te permite ver las caras de las familias, de la gente mayor con el bastón mirando al santo", confiesa el concejal Fermín Alonso.

A la tarde, los toros y la primera salida de las peñas por el callejón. "Simbolizan la alegría de San Fermín. Cada uno con sus blusas, con su música...", comenta emocionada Miren Jiménez, del Irrintzi. "No ir con la peña, con la pancarta, la primera salida por el callejón... llevo una gran pena por dentro. Ir estos días vestida de calle y no de blanco y rojo lo llevo muy mal", finaliza.