Lugar: Baluarte. Fecha: 01/05/2021. Incidencias: Prácticamente lleno, público muy participativo.

a sala principal de Baluarte estaba prácticamente llena para recibir a Carlos Sadness. El músico barcelonés visitaba Pamplona para presentar su último álbum, Tropical Jesus, publicado el año pasado tras el confinamiento, a pesar de lo cual ha obtenido un gran éxito, consolidando el trabajo realizado en los diez años que dura ya su carrera discográfica. Lejos quedan ya sus inicios, cuando luchaba por hacerse un hueco dentro de la industria; él mismo reconoció sobre el escenario que, en el primer concierto que celebró en la capital navarra, hace más de diez años, asistieron únicamente doce personas. Ahora las tornas han cambiado y su audiencia se mide por centenares, algo que redunda en beneficio del propio espectáculo, con un gran trabajo de luces y sonido que ayudan a que el resultado final sea más atractivo.

Carlos se presentó en formato de cuarteto: trío de dos guitarras y batería electrónica además de él, que cantaba y, en ocasiones, también tocaba el ukelele. No necesitaron más para ir desgranando su cancionero, que bebe de las aguas latinoamericanas, de países como Cuba, Colombia, Brasil o Puerto Rico. Su música, sin dejar de ser pop, se mezcla con sonoridades de aquellas latitudes para conformar una propuesta actual, vitalista y bailable, algo que no pudo hacerse en Baluarte por motivos obvios, pero que no impidió a su público disfrutar de todas y cada una de sus canciones y participar de su puesta en escena cantando y aplaudiendo. El tono de sus letras va en la misma línea que las melodías, llenas de imágenes simples y directas que invitan unívocamente al optimismo. El concierto tuvo dos velocidades: por un lado, las canciones más ambientales y etéreas, como Ciclo lunar, con la que abrieron, o Chocolate y nata (esta con un ritmo más tropical); por otro lado, los cortes más rápidos, con mayor músculo instrumental (aunque sin salirse de su estilo edulcorado), como Hale Bopp o Me desamaste. Mención especial mereció Soñé contigo, interpretada por Carlos junto a uno de sus guitarristas sentados al borde del escenario. Y los himnos, claro, las canciones más coreadas por la audiencia: Todo estaba bien, Isla Morenita, Ahorita (esos diminutivos...), Longitud de onda o Física moderna son ya clásicos dentro de su repertorio.

En la primera canción del bis, pidió a su técnico de luces que apagase todas las luces para que el público alumbrase el escenario con las linternas de sus móviles. Al final hubo algún foco más, pero la estampa resultó de lo más lograda mientras el barcelonés interpretaba una desnuda versión de Días impares. Las revoluciones subieron con Aloha, de su último disco, que arrancó las palmas y coros del respetable ("¿Cómo se baila sentado?", espoleaba Sadness). Después de Te quiero un poco, con los músicos dando saltitos acompasados dentro de una desenfadada coreografía que desataría la locura en un concierto al aire libre, llegó Qué electricidad, auténtico colofón a un concierto en el que no hubo lugar para la tristeza.