- Si dos palabras marcaron ayer el discurso de Teresa Catalán (Pamplona, 1951) con motivo de la recepción del Premio Príncipe de Viana de la Cultura 2021 fueron gratitud y emoción. Gratitud por un reconocimiento así y emoción por poder recibir el galardón rodeada de sus hijos, su nieto y demás familiares, además de tener a sus padres en el recuerdo. "Es un día muy feliz y estoy muy agradecida a todos, lo digo con el corazón", aseguró ayer una vez finalizada la ceremonia.

La compositora, música, investigadora y docente comenzó su intervención repasando "este último año en sombras" que ha dejado "un vacío insoportable" y recordando a "los que no nos acompañan". Hizo mención también a Carlos de Viana, de quien se cumplen 600 años de su nacimiento, y para quien "en su azaroso camino, la música fue más que un fenómeno estético, un soporte capital".

De ahí Catalán se remontó a sus propia incursión en el mundo de la música, en los que "tuvo que empeñarse "en superar la desventaja de una educación que me marcaba como mujer" pero que no le impidió aprender que la música es una forma de conocimiento y que, relacionada con las matemáticas, la física y la sensibilidad, "es un contexto ideal para entender que el saber humano no tiene compartimientos, ni límites".

Destacó que "el arte nos enfrenta a nosotros mismos puesto que expande nuestra consciencia ante la interrogación". Una necesidad de resolver preguntas como motor compositivo que de cara a la obra, aunque la enorme frustración del compositor es que, partiendo de grandes incertidumbres, no conseguimos jamás una respuesta".

Para la Premio Nacional de la Música 2017 "el arte es libertad, pero también es un enigma". Por ello dijo sentirse conmovida ante las pinturas musicales de Sagardía, se asombra ante la visión del espacio que, partiendo de la nada, Oteiza atrapa en sus cajas o admira el vacío y el silencio en un Postludio de Yturralde.

Destacó que "la música que escucha la sociedad es uno de los aglutinantes que la une a su entorno y termina revelando al individuo". Eso sí, en una radiografía de los actuales hábitos de consumo musical, advirtió que "la escucha como entretenimiento o la aprehensión como posición intelectual dibujan las opciones del público que ahora más que nunca, se decanta claramente por uno de los modelos". De ahí el "compromiso complejo" de los compositores hoy día "en el sobrecargado mundo de la información": "encontrar un camino de conciliación entre una sociedad desinteresada y nuestra realidad expresiva, conscientes del mundo que nos rodea". Una tarea complicada ya que "hay que reforzar el humanismo en una sociedad empeñada en adelgazar la carga de la complejidad ". De ahí que, "o interviene la educación, o habremos perdido el futuro".

Entre sus agradecimientos, recordó su formación en el Conservatorio Pablo Sarasate de Pamplona y a sus mentores, como Fernando Remacha, Luis Morondo y Agustín González Acilu, de quienes aprendió que "hay que mirar a la música como bien social y no a la cultura como instrumento de poder".

Además de mencionar a la Asociación Cultural Navarra, al Consejo de Cultura y al Gobierno de Navarra, no se olvidó del Grupo de Compositores de Pamplona y, en especial, de sus alumnos, "que han significado un impulso permanente".

Por otro lado, recordó a su familia, tanto a sus padres y abuelos, a su pareja Carlos Esparza, como a sus hijos, "que me hicieron comprender el sentido que tiene la vida, y que, a pesar de mis ausencias, hayan sido siempre cómplices generosos" y su nieto Carlos, con quien ha conocido "un amor inexplicable".