Nativel Preciado ha ganado el premio Azorín de Novela 2021 con El santuario de los elefantes, una inquietante aventura en el corazón de África. Una pareja de multimillonarios españoles, Marcos y Elisabeth Blum, decide organizar un viaje a Tanzania. Durante una cena reúnen a sus potentados amigos Carlos, Eduardo, Mery, Antoine y Adriana, con el fin de convencerlos de que inviertan en unos lucrativos terrenos en África para blanquear su dinero procedente de negocios turbios. Más tarde se unirá al grupo Julia Soros, una fotógrafa joven e intrigante. Este podría ser el resumen de una historia que lleva al lector a noticias que ha leído en la prensa. Entre ellas, la que tuvo como protagonista a Juan Carlos I, rey emérito, en la cacería de Botswana. En este libro, la periodista y escritora Nativel Preciado describe los altos niveles de corrupción y ambición de unas personas que no se detienen ante nada.

¿Por qué ‘El santuario de los elefantes, una historia sobre África?

-Son personajes que he conocido como espectadora y me parecía muy curioso poner en movimiento a esas personas que hacen fortuna, que son insaciables y que hacen dinero de una forma ilegítima. Viven en recintos muy apartados para protegerse y proteger su dinero.

¿Tenía que irse hasta África?

-Pensé que el sitio más opuesto a su forma de vida era África. Tampoco sabía muy bien cómo situarlos y cuando estuve confinada, dejé volar la imaginación. Me inventé una historia de aventuras o un libro de viajes. Hay todo tipo de situaciones, tierras por descubrir, amores, enamoramientos, accidentes...

¿Situamos la historia en Botswana? Es un lugar muy conocido en la distancia.

-Ja, ja, ja... No. Mis personajes se fueron a Tanzania, un lugar de moda en determinados ambientes, para descubrir un tesoro.

¿Descubrir?

-Quizá ese no es el verbo. Se fueron a apropiarse de un tesoro.

Los elefantes se han convertido en objeto de deseo de muchas personas sin escrúpulos. Incluso del rey emérito.

-Ellos son los protagonistas de mi novela. Es el animal emblemático de África. Yo siento veneración por los elefantes. Todos tenemos un animal un poco tótem.

¿Su tótem es un elefante?

-El perro en primer lugar, es mi tótem cercano y el elefante, el lejano. Son objeto de deseo por algo tan siniestro como el marfil. Es la representación de la codicia, del capricho de determinados coleccionistas. No piensan más que en su riqueza, por el marfil muere gente y mueren los elefantes. Es muy siniestra la caza furtiva, muy violenta y en ella hay personas, como tú dices, sin escrúpulos. El rey emérito no aparece más que en una línea en la novela, dentro de una conversación de estos adinerados personajes. Alguien saca a relucir la foto del emérito con el elefante de Botswana. Abatido. Esa es la única referencia.

Supongo que no se merecía más.

-Es la única referencia como una especie de símbolo a la fotografía que fue el principio de todos los males que está viviendo el rey emérito.

¿Un libro nacido de la pandemia?

-Del confinamiento. Lo escribí encerrada entre cuatro paredes. No tenía nada más que hacer y me dediqué en cuerpo y alma a la novela. Fue una manera de viajar por el mundo de una forma más o menos llevadera. Más allá de tener covid y de no poder salir, tuve el privilegio de poder viajar con la imaginación y con Google a lugares que no conozco. Google es un prodigio para estas cosas, te deja ver hasta las chozas masai que salen en mi novela.

Una pandemia que ha servido para que a muchos se les caiga la careta que llevaban puesta.

-La pandemia ha puesto el mundo patas arriba. Otra cosa es que tratemos de hacer como si nada hubiera pasado. Añoramos volver a la normalidad como si esta pandemia no hubiera afectado a todos lo rincones del Planeta. A muchos nos ha hecho pensar de manera individual, pero también de forma colectiva, que este sistema de vida que hemos llevado es totalmente insostenible. Algunos que tienen poder intentan hacer algo y poner parches aquí y allá.

¿Van a servir de algo esos parches?

-Se necesita algo más radical para que este sistema político, económico y social sea sostenible. No puede haber cada vez más desigualdades e injusticias entre determinados países. Concretamente podemos hablar de los países africanos, no del continente, que es rico, y la supuesta riqueza de eso que llamamos primer mundo.

Usted ha sido periodista parlamentaria. ¿Qué me dice de las peleas políticas que se han dado en el hemiciclo y fuera de él?

-Es un espectáculo muy triste al que estamos asistiendo. Está todo en crisis. Pero no solo es la política, son las profesiones, es el paro... El mundo está agitado y está atacado por la naturaleza, por un virus que nos ha puesto en jaque.

Un organismo invisible nos ha hecho ver lo vulnerables que somos, y lo ha conseguido de una forma casi incontestable.

-Es verdad. No hay nada que se salve de esas turbulencias en las que lo viejo no vale y lo nuevo aún está en tránsito. Cuando alguien inicia un viaje, como ocurre en la novela, se encuentra con circunstancias que quizá no puede controlar. Son momentos en los que se manifiestan más las personas, más que en tiempos de calma.

Se dice que los medios de comunicación han contribuido en cierta forma a aumentar el pánico y el miedo entre la población.

-A los medios de comunicación siempre se les acusa de todo. Ya Marcel Proust escribió sobre los medios de comunicación como los causantes de todos los males. Estamos acostumbrados, no hay problema. Hay quien lo ha hecho mejor y quien lo ha hecho peor, pero entre todos tenemos unas responsabilidades compartidas. No voy a hacer una defensa de los medios porque no me siento aludida por estas acusaciones.

Usted participa en tertulias televisivas. ¿Había visto alguna vez tanto especialista en salud, periodistas incluidos?

-Lo que me ha llamado la atención es que se ha dado la voz más que nunca a los expertos. Para enterarme de lo que estaba ocurriendo escuchaba a Josep Corbella (La Vanguardia y La Sexta), un divulgador extraordinario. Es verdad que soy muy selectiva a la hora de elegir la información. Tengo la suerte de saber moverme en este exceso de información que recibimos. Más que nunca he tenido la suerte de ir a las fuentes que mejor me podían explicar lo que estaba ocurriendo. Solo me he fiado de los expertos y el resto de las cosas no las puedo juzgar, no las he visto. En la pandemia, entre tanto conocimiento inútil he intentado ir al conocimiento útil.

¿Ha sentido tentaciones de hablar sobre la pandemia en la tertulias en las que ha participado?

-No he dicho ni una sola palabra de los virus, yo no soy experta en nada. Es más, durante el confinamiento y la pandemia he estado muy alejada y muy ocupada escribiendo. Quizá por eso no he tenido ocasión de ver esos programas a los que se les acusaba de una información no adecuada. Hay determinadas tertulias que no veo. En las que yo participo, no tengo conciencia de haber opinado de más sobre ningún tema.

¿Tiene entre manos algún otro proyecto literario?

-Estoy trabajando desde hace tiempo en un tema, pero no sé en qué va a acabar o si va a acabar. A veces te haces ilusiones con una historia y se te va de las manos. Este libro ha ido por los caminos de mi imaginación, una imaginación mucho más alta de lo habitual. Todo por culpa del encierro y tenía la necesidad de viajar sin poder viajar. Los libros de aventuras y viajes que yo leía de niña me han influido mucho. Además, he visto tantos documentales. He estado muy entretenida y me he defendido de las miserias que hemos vivido.

“Para este libro he tenido la necesidad de viajar sin poder viajar por culpa del confinamiento y la pandemia”

“No puede haber cada vez más desigualdades e injusticias entre determinados países. Podemos hablar de África”

“Esta situación nos ha hecho pensar a muchos que este sistema de vida que hemos llevado es totalmente insostenible”