Pastora Galván ha recorrido medio mundo mostrando su baile y ha podido confirmar que "el flamenco hace vibrar a las personas y eso derriba las culturas", aunque con pena asegura que esta pasión no se traslada a España, donde "no se valora nada, como el que tiene una piscina en su casa y no se baña".

Su espectáculo Pastora Baila, que camina desde la innovación del baile flamenco hasta las seguidillas más clásicas con el homenaje que hace a Triana Pura, así como Guitarra del herrero de Jesús Carbonell, serán este sábado los encargados de abrir en las ruinas de San Pedro de Viana el ciclo F on Fire.

¿Cree que con los años se está perdiendo esa parte más pura y clásica del flamenco?

-Totalmente porque la gente quiere innovar tanto y hacer tantas cosas distintas que se olvidan un poco de lo antiguo, aunque sí que es verdad que hay muchos compañeros que están rescatando lo añejo. Se está volviendo moderno lo añejo y ya lo moderno se está quedando antiguo.

Alguna vez ha comentado que si pasa mucho sin subirse al escenario le entra angustia, ¿cómo ha llevado toda esta situación de la pandemia?

-Muy mal, he terminado fatal con los nervios, pero ya estoy mejor. Ha sido brutal para mi persona porque el flamenco es mi vida, mi madre era bailaora y sentía el flamenco desde su vientre. En casa he hecho gimnasia y he me he puesto los zapatos pero el escenario es necesario, falta el contacto con el público. A parte el flamenco también es mi sustento, soy madre soltera con una niña de 9 años y le tengo que dar de comer. Quizás antes pensaba en irme a los sitios y elegía qué me interesa, pero ahora, siendo madre y con estas circunstancias, tengo que bailarle hasta a los muñecos de los semáforos.

¿Cambia mucho cómo se ve el flamenco en España y en el resto del mundo?

-Totalmente, en España no valoran el flamenco nada. Vas a Japón, a Francia, a Asia, Egiptoâ yo terminaba de bailar y se subían al escenario. El flamenco hace vibrar a las personas y eso derriba culturas. Yo creo que eso es lo que les hace a ellos poder abrirse y lo acogen de una manera espectacular, pero aquí en España no se valora nada, como el que tiene una piscina en su casa y no se baña.

¿Es necesario estudiar para poder desarrollarse como artista flamenco?

-Yo creo que de todo el mundo se aprende. Es verdad que si estás más preparado, como en cualquier trabajo, llegarás más lejos y tendrás un desarrollo más amplio. El que no ha tenido las circunstancias de poder ir a una escuela aprende por la calle, de fiesta, de los compañeros, de ir a ver algún espectáculo. Al no haber recurso de técnica tienen que tirar del arte, eso que te pone los vellos de punta, y para mí eso tiene un valor inmenso.

Además de bailar también ejerce como profesora, algo complicado en la actual situación.

-Sí, tengo que hacer de todo. Con la pandemia empecé a hacer clases online con un ordenador, viéndome la gente bailar y yo explicando como la que está loca hablando con la pared. Los alumnos también han puesto todo su empeño y gracias a ellos los artistas hemos podido sobrevivir un poco, gracias a esos alumnos con esa gran paciencia y esas ganas de querer aprender.

¿Ve más estable la situación o el sector sigue dando tumbos?

-No lo termino de ver estable. Se está intentando y hay muchos festivales y ayuntamientos que están poniendo de su parte para que la cultura siga activa, pero es un abismo de lo que había a lo que hay. Somos muchos en esta familia del flamenco, no hay trabajo para todos y la política no apoya realmente a una cultura viva como por ejemplo en Francia.